La Tartana Teatro, compañía dirigida por Carlos Marquerie y Juan Muñoz, abrió su propio teatro, el Teatro Pradillo, en 1990 con la voluntad de servir de espacio para una creación interdisciplinar, favoreciendo los cruces con las artes plásticas y la música, pero especialmente los encuentros entre el teatro y la danza, y con la intención de establecer relaciones de intercambio con los teatros europeos de pequeño formato y de diálogo con los artistas escénicos de riesgo. Su fundación podría ser entendida como una respuesta a la creciente «descontextualización» de la creación contemporánea que tuvo lugar en España a principios de la década de los noventa.