El espectáculo, realizado en colaboración con Paolo Henrique, estuvo muy marcado por la lectura de Pessoa: «estaba obsesionada por ese hueco perceptivo entre lo que existe y no ves, lo que ves y no comprendes, lo que deseas y no tienes», al que Mesa asociaba la idea de aparición / desaparición, que habría de convertirse en uno de los elementos nucleares de su obra. Se trataba de explorar el espacio a partir de la ausencia, hacer y deshacer el movimiento en un marco de recuerdos, deseos, obsesiones, adheridos a unos cuantos elementos con los que se jugaba, a veces peligrosamente, en escena: papeles, vasos de cristal, vestidos, pelucas… además del propio cuerpo. «[…] primero está el cuerpo, después el movimiento, la palabra, el gesto…» Y mientras Paolo Henrique se travestía o recitaba, Olga Mesa buscaba construir su imagen, ante un páramo de vasos rotos y papeles esparcidos cargados de palabras; frente a otro páramo de ojos distantes que ocultan sus propios deseos y sus propias memorias, ella trataba de componer la pose adecuada, despreciando el ridículo lo intentaba una y otra vez, desnuda si era necesario con el fin de buscar más allá de la superficie de la piel los rastros de una identidad que habita en el cuerpo y sin la afirmación de la cual el encuentro resulta imposible.