Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. E1 peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a los receptores de la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante. En cada época es preciso hacer nuevamente el intento de arrancar la tradición de manos del conformismo, que está siempre a punto de someterla. Pues el Mesías no sólo viene como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo. Encender en el pasado la chispa de la esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer.1 Teatro Ojo es un ejercicio artístico que desborda las disciplinas y que contamina los espacios públicos con una práctica que parece ir a contracorriente de las tendencias artísticas en México, en un medio que privilegia la tradición moderna de las disciplinas artísticas, que buscan todavía la autonomía y el fetiche. Teatro Ojo sale del teatro para trabajar escénicamente como unidades narrativas de carácter espacial que dislocan la temporalidad para abrir paso al pasado. También renuncian a la práctica artística que utiliza la “intervención” como un ejercicio relacional encaminado a convocar y crear relaciones “inexistentes”. Más bien, se acercan al arte desde una poética del azar y la contingencia, en todo caso si “intervienen” no buscan una finalidad ni un objeto que materialice el proceso en una obra de arte. Al ser un teatro sin teatro y un arte sin objeto ellos renuevan la práctica artística a partir de una experimentación que permite buscar la fisura por la que se cuela el instante, ese que golpea como iluminación profana y que permite que surja una especie de extrañamiento donde el ensueño comienza a desmoronarse. Su trabajo resulta casi imperceptible porque sus acciones están desprovistas de espectáculo. Allí, el espectador y ellos mismos buscan revelarse al orden establecido para encontrar otro tipo de temporalidad, donde revertir las producciones de un tiempo como progreso. En un claro momento de crisis del Estado, donde vivir en una condición crítica no es la excepción sino la regla, se hace insostenible seguir trabajando para disimular las fracturas de los proyectos nacionales. Tal vez, más allá de altruismos y proselitismos que sólo contienen el malestar, las prácticas con un alto contenido social pueden apelar a un instinto crítico sin condescendencias y remover los cimientos para hacer reverberar aquello que ha sido olvidado y ocluido. En México mi amor, nunca mires atrás (Proyecto Estado Fallido 2. Multifamiliar Juárez) Teatro Ojo trabajó en las canchas de fútbol del Multifamiliar Juárez para explorar la realidad no como representación sino como confrontación. Así, el grupo convocó a un partido de fútbol entre dos de los equipos que juegan su liga en esas canchas para intervenirlo. El partido se jugó en los terrenos de tierra suelta, mientras se escuchaba la narración del partido entre Inglaterra y México sucedido durante el mundial de 1966. Esto generó una dislocación entre el presente y el pasado, entre lo visible y lo invisible, entre la presencia y el por-venir. El partido se suspendía a menudo y el público podía acercarse a los jugadores que –paralizados en medio de una polvareda que iba convirtiendo su sudor en una fina capa de barro– sostenían unas pequeñas bocinas de donde provenían discursos políticos, cartas, declaraciones de guerra, proyectos de modernización, slogans, anuncios de campañas publicitarias y diferentes voces que invocaban el pasado hecho de las ruinas de un proyecto nacional que hemos visto caer una y otra vez… En la segunda mitad del siglo XIX, la tierra de esta cancha fue el panteón civil de La Piedad y después, en 1924, sirvió como predio para el Estadio Nacional, promovido por José Vasconcelos, quien fuera uno de los constructores de las instituciones en el México post-revolucionario. Allí tomaron protesta los presidentes Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. En ese mismo sitio, en 1951 se edificaron los Multifamiliares Juárez; una de las obras características del proyecto modernizador de México, realizadas por el arquitecto Mario Pani, quien instrumentó las ideas de Le Corbusier en México. Durante el terremoto de 1985 dos edificios de esta unidad habitacional se desplomaron enterrando debajo de sus ruinas a cientos de personas. Ahora, sobre los escombros existen un par de canchas de fútbol de tierra donde se juegan ligas vecinales bajo un cartel de Nike, que anuncia: “Nunca mires atrás”. México mi amor, nunca mires atrás es una intervención histórica que rompe con el encantamiento moderno del tiempo como un continuum; en donde la yuxtaposición de temporalidades abre paso a lo fallido y lo cancelado. Con esta acción, Teatro Ojo activa la memoria y busca en la repetición aquellos momentos de represión y olvido. Su labor histórica no consiste en conmemora o celebrar sino en hacer ver, en las ruinas, la responsabilidad con las generaciones pasadas; es decir, en asumir que nunca se trata del futuro sino del pasado y que sólo de ahí podrá emerger el por-venir. Las canchas de fútbol de los Multifamiliares Juárez se presentan como testigo de un espacio que denuncia el fracaso de la utopía del proyecto de modernización en México; y asume el complejo tejido de las heterotopías como paradójicas capas que se superponen en el espacio urbano y que cancelan cualquier proyecto hegemónico. La heterotopía se concentra en el espacio y esta yuxtaposición también genera un tiempo otro, desigual y disyunto que cancela todo proyecto social basado en el progreso. Aquí es posible advertir una serie de pliegues y capas que se superponen, así el grupo interviene en su despliegue y en su activación. Todo esto sucede al mismo tiempo para “re-montar” las estructuras políticas de una nación cuyo proyecto de modernización utópico intentó consolidarse mientras las ruinas se acumulaban bajo nuestros pies. Teatro Ojo es el teatro sin teatro, donde el escenario es el propio mundo. Aquí no se pretende teatralizar la realidad sino intervenir cada pliegue y cada capa, dislocar el tiempo y permitir que el pasado derrame sus efectos. Es un proyecto político que sabe que la historia es nuestro campo de batalla y que el arte es el dispositivo que permite remover el espacio y el tiempo; y producir afectos que generen otras escenas.   Notas 1 Walter Benjamin, On the concept of History.