El famoso actor y psiquiatra argentino habla de Cuba como referente espiritual, de su manera de hacer teatro y de cómo logra combinar el ejercicio de esta profesión artística con la Psiquiatría
«Todo mi teatro es corporal. Me gusta entrar en el público. A veces la creación me resulta dolorosa, pero en general me ocasiona un profundo placer. Mi manera de actuar está muy relacionada con la intensidad, los afectos, las emociones. No sé decirte mucho más porque yo no sé demasiado de mí. Cada vez me aburre más el teatro por el teatro. Prefiero tomar la creatividad del lado en que nace y no del que termina».
El destacado actor y psiquiatra argentino, Eduardo Pavlovsky, conversó con JR poco después de realizar una demostración de su próxima puesta en escena.
«Lo que hemos compartido en este ejercicio actoral -dijo- es la creación de un personaje. En este momento estoy preparando un espectáculo sobre uno de los más grandes innovadores del teatro del siglo XX, el ruso Vsevolod Meyerhold.
«No hay un texto escrito, sino una obra que está por concebirse y va naciendo en cada ensayo. Voy tomando de él lo que me interesa y dejo que pase al cuerpo, porque todo está en el cuerpo del actor».
-¿Qué ocurre cuando un actor se dedica, como usted, al teatro político?
-Uno se da cuenta de que escribe teatro político cuando molesta demasiado, pero en realidad esa no es mi intención, sino describir lo que voy sintiendo. Hay muchos dramaturgos argentinos a los que no les interesa la política; están aburridos de ella, «son postmodernos», dicen. Escriben y no les afecta tanto, pero a mi sí, porque he vivido el exilio, la lucha y soy marxista desde hace muchos años.
«Me interesan los temas polémicos. En el año 1974 me pusieron una bomba en el teatro, porque la obra que presentaba trataba de la tortura. En otra ocasión, cuando la dictadura, me fueron a buscar para apresarme y logré escapar por casualidad».
-El personaje que usted interpretó en ese ejercicio actoral fue acusado de casi todo ¿Qué tienen ambos en común?
-Hay una diferencia sustancial. Meyerhold fue acusado de traición, cuando era un militante comunista honesto. Lo que tenemos en común es que mis obras han sido prohibidas por la dictadura, por el régimen militar. Me tocó el exilio y vinieron a buscarme. Hasta llegaron a ofrecerme que suspendiera las funciones.
«A Meyerhold le bullía la creación, no lo dejaba vivir y a mi, con la obra que estoy montando sobre la vida de este hombre, me sucede parecido. Haga lo que haga, todo el tiempo está en mi cabeza, como un loco, pero eso me hace vivir.
«La anarquía es otra característica de ambos. La personalidad mía es muy anárquica. Me fascina no sentirme capturado por ninguna institución. Eso genera un sentimiento de soledad, pero también de libertad».
-¿Cómo logra combinar la Psiquiatría con el teatro?
-Trabajo la psicoterapia de grupo y el psicodrama. Esta última técnica aborda los conflictos a través de la dramatización. Decidí desarrollarla, porque un día haciendo psicoterapia de grupo, descubrí que los niños se curan inventando juegos y eso me pareció asombroso. Creo seguir siendo, junto con Rojas Bermúdez, el precursor de este instrumento en Latinoamérica.
«Como médico me recibí muy joven, hace 48 años y fue fácil combinar ambas cosas, porque de entrada hubo una amalgama de posibilidades de hacer teatro, investigar y estudiar.
«La primera vez que subí al escenario fue en 1954. Entonces no tenía nada que ver con la actuación, pero cuando lo hice sentí que algo raro me pasaba, como cuando uno ve a una persona que le atrae y se queda como loco».
-Ha dicho usted que el teatro, más que la Psiquiatría, es lo que le ha permitido comprender el alma humana. ¿Es eso realmente posible?
-Sí. La experiencia del teatro es muy interesante. Hay que meterse en el personaje, cabalgarlo, sentirlo, ubicarse en sus puntos de vista, y eso me ha permitido comprender mucho la subjetividad del ser humano. Desde la ciencia es más difícil hacerlo. Mucho de lo que he escrito en Psiquiatría ha sido después de hacer teatro.
-¿Por qué prefiere vivir de la Psiquiatría?
-Porque soy el creador del Movimiento Psicodramático en Latinoamérica. Escribí el primer libro en castellano sobre psicoterapia de grupo de niños y adolescentes, y coordino el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal.
-He sido testigo de que usted siempre que habla de Cuba se emociona mucho.
-No puedo evitarlo. Cuba es un modelo espiritual que alimenta a muchas personas, un lugar hacia donde mirar. La Revolución cubana es un bastión, un ejemplo ético para los de mi generación. Chávez también es un ejemplo a seguir.
-Estuvo usted en la gran marcha del pueblo cubano.
-Sí, porque me siento muy ligado al espíritu de la Revolución cubana y muy influido por el Che, Fidel y Camilo. Quiero a Cuba y apoyo y admiro a Fidel.
-¿Y qué vio en la marcha del viernes?
-Vi a un pueblo dispuesto a jugarse la vida por su Revolución. Sin embargo, no creo que Bush haya comprendido el mensaje que Fidel le envió. Es demasiado bruto como para ser sensible a esas palabras.
«Es muy difícil luchar contra un ignorante, porque alguien así hace cualquier cosa. Aunque no le será fácil invadir este país. Tendría que destruirlo todo con misiles. Cuerpo a cuerpo no lo hará, porque muchas personas saldrían a luchar y ellos no quieren perder tantos marines».