Director: José A. Sánchez

Link a descarga: http://hdl.handle.net/10578/29820

 

Este texto es una membrana que fluctúa y recorre desde una distancia razonable la geografía de la producción artística, teórica y académica de una investigación basada en la práctica artística, propia. Un territorio donde concurren diez producciones, piezas o trabajos coreográficos, dos proyectos curatoriales, tres laboratorios de danza y dos lecture-performance. Estos han aparecido y discurrido por diversos festivales, contextos, residencias artísticas, seminarios o clases, se han dejado ver en ensayos abiertos, muestras de procesos, catálogos, revistas o proyectos web. Todo este paisaje va emanando a lo largo de esta colección de nueve textos en diálogo con los temas que se van abordando. Surgen sin mantener un orden estrictamente cronológico, pues las diferentes líneas de trabajo han convivido en el tiempo. Estas materializaciones van apareciendo entrelazadas con la escritura y la edición, en ocasiones con suavidad y con un montaje más crudo en otras.

Se despliega una exploración alrededor de las estrategias políticas de aquellos cuerpos danzantes que albergan la potencia de desmantelar el devenir inducido por las estructuras de poder, control y vigilancia; desde la tarea, entrenamiento y quehacer de la danza. Para ello, en la investigación recorro dos líneas: (I) la fugitividad como estrategia política y (II)el dance floor en tanto territorio de encuentro y en disputa. La fugitividad: proponer desde un proyecto fugitivo evadirnos y fisurar las presiones que imponen las estructuras de poder en nuestro constituirnos en común. Explorando estrategias de la danza: la anticipación, la invisibilidad, la vibración, lo colectivo o las enunciaciones con límites difusos. En segundo lugar, el dance floor: el espacio donde se baila, proponiéndolo como espacio social, es decir la comunidad que se conforma en la pista de baile, las ecologías de elementos, agentes, corporalidades y relaciones que hacen la danza posible. Qué condiciones son necesarias para producir esos espacios comunes, asegurar el encuentro improductivo de los cuerpos, y desde el disenso, encontrarnos. Reivindicar a quienes hacen posible este espacio de excepción donde se suspenden momentáneamente algunas de las capacidades de control sobre los cuerpos, donde quienes bailan imaginan con sus cuerpos otros modos de producir mundos posibles.

La insistencia en el baile –también en la danza y la coreografía– ha sido tomar una posición en el espacio de pensamiento a través de la acción, en las posibilidades de nuestros cuerpos organizándose para el proyecto fugitivo. Entrenarnos en los modos de hacer que el baile suceda, en reunir las condiciones para que el espacio–tiempo suspendido del dance floor –la pista de baile– forme parte de nuestro imaginario político, en sostener la agencia para que la cosa decante. No obstante, las prácticas del baile, coreografía, escritura o incluso la noche, exploran la potencia de aquello por suceder en la tensión que sostiene la posibilidad de una manifestación no tan certera y afirmativa de estar en potencia, un estado previo, un a punto de, un casi. El baile en tanto que un entrenamiento para estar dispuestos a la deriva, a pensar en movimiento, a entrenar nuestra propia desaparición.