Esta obra marca el principio de un nuevo resurgir del grupo y de una nueva forma de trabajar y de crear. Después de la crisis que el montaje de Arlequim, servidor de tantos amores produjo entre sus integrantes, deciden realizar un taller con Ulisses Cruz, asistente de Antunes Filho. Ulisses les propondrá una forma de trabajar a través de «workshops» o pequeñas creaciones donde todos tienen que dirigir, actuar y crear escenografía e iluminación; sistema que será a partir de ese momento una constante en la trayectoria de Galpâo y que les servirá para resolver determinadas escenas en la construcción de sus espectáculos. A raíz  de este trabajo se dan cuenta de la importancia de dividir las funciones y asumir cada uno responsabilidades diferentes.
Este espectáculo, con el que empiezan a profundizar en la commedia dell’arte  y la llevan a la calle, está mejor estructurado, con papeles y funciones bien definidos. Priorizando el juego entre los actores, desarrollan ejercicios de pantomima y trasladan al cuerpo y a la voz las máscaras de la commedia dell’arte.
El público participaba siempre activamente y la obra fue un éxito, abriéndoles paso al panorama nacional e internacional.