Del programa de mano:

Todos nosotros
somos / niños muertos,
clavados a la balaustrada
como por encanto
L.M. Panero

«Uns actores desenvolven os seus ‘xogos’ absortos e alleos ás miradas dos outros actores/espectadores. Coa seriedade e concentración dun xogo infantil.
[…] A memoria non é algo ordenado, senon fundamentalmente anárquico e caótico. O percorrido de Andante no é lineal.
Como constante no xogo da memoria. Añóra-se o misterio por te-lo perdido. Crear ilusións e rompelas. Imaxes oníricas que desembocan en esceas paralizadas ou espacios desolados.»

Construida sobre un fuerte componente rítmico y acompaña con seis poemas de Leopoldo María Panero, en el escenario se cruzan seis personajes que comparten un mismo espacio superponiendo acciones que a veces se llegan a estorbar, dentro de unos límites escénicos bien definidos. El punto de partida fue una música («Solar») que desencadenó las primeras ideas, imágenes y movimientos, que luego se fueron desarrollando de forma autónoma. El lento transcurrir de un personaje señala el principio y el final, mientras que los demás entran y salen del juego espacio-tiempo de manera cíclica, repitiendo la misma serie de movimientos, trayectorias y situaciones. La obra habla de la soledad, del paso del tiempo, el gozo y la muerte. Mientras se recitan poemas se realizan acciones cotidianas como pasear niños, pelearse, lavar ropa o fregar suelos, que abren el espacio al pasado y la memoria, tiñendo la atmósfera de melancolía. Resalta la plasticidad en la creación de imágenes, en las que objetos como una cafetera, una bandeja o un megáfono cobran protagonismo, que pueden recordar al mundo de Magritte, al que se cita de forma explícita.