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«El pintor Alejandro Pizarro decidió usar un seudónimo para firmar su obra, y eligió el de ‘Bizarro’. A manera de sacerdotisa lo bauticé. Me monté sobre un andamio, dije algunas palabras en latín y lo que acostumbran decir los curas en el bautizo. Alejandro pasó desnudo a meterse a una tina bajo mis piernas. Una falda larga negra lo cubría. Diciendo las palabras de ‘yo te bautizo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo’ me oriné sobre él. Una vez bautizado, me bajé del andamio y fui regando meados por el piso.» La Congelada.