«Los actores del Teatro de Narradores ambientan en un Cabaré los aspectos de los tres primeros capítulos del «Manifiesto contra el Trabajo», texto del grupo de intelectuales alemanes Krisis. Es un trazo de la fisonomía del mundo del trabajo en el período del capitalismo contemporáneo que explica los mecanismos de una dislocación total que convirtió el trabajo en la parte superflua de la vida, condenando gran parte del mundo a la miseria, dejando la política como un mero campo de disputa, ya que el estado se convierte cada vez más en gerente del capital. En ese nuevo mundo, se forjan las nuevas solidaridades. En el embate directo con el texto, poniendo en el campo de trabajo nuestras propias experiencias en el campo teatral, y sobre tales solidaridades, los actores cantan.
Según Anatol Rosenfeld, Cabaret viene del francés cabaret= taberna, tasca. Entretenimiento escénico en un ambiente íntimo -casi siempre en cantinas, discotecas, restaurantes, etc.- donde se presentan chansons, canciones, sketches, parodias, escenas grotescas y números variados, entrelazados por un animador/ presentador culto y chistoso. El programa se destina en general a resumir, satirizar y atacar, de forma más o menos agresiva, aspectos de la realidad político-social y cultural. El público, metropolitano y sofisticado, burguesía intelectualizada o snob, además de artistas y literatos bohemios, debe ser capaz de captar el lenguaje alusivo, leyendo entre líneas. En Brasil el general, les falta el cuño político- satírico y un presentador de alto nivel cultural.
El Cabaret es un arte sensible a los mínimos cambios culturales. Pero es al mismo tiempo, un laboratorio de nuevas experiencias, cuya influencia sobre los movimientos artísticos del siglo XX todavía no ha sido estudiada, pero se imagina enorme. La dialéctica del cabaret es compleja. En una dictadura, o se mediocriza como comercio o vive, ejerciendo su derecho a su esencia satírica, sobre la amenaza de la prohibición. En un régimen de libertad florece, pero se pudre fácilmente convirtiéndose en artículo de consumo de aquellos a los que arremete, construyendo una sociedad de vendedores y compradores de protestas. ‘El Cabaret, para cumplir su función, tiene que ser peligroso. Ser peligroso y estar en peligro, pues siempre lucha armado de piedrecitas, contra el Goliat del momento.’ (Günter Groll)
Para el Teatro de Narradores, el Cabaré es un encuentro escénico-musical, lugar y momento de debate vivo y directo sobre los materiales, las formas y los procedimientos artísticos, apuntando siempre la urgencia de la intervención. Es un laboratorio abierto al esfuerzo cotidiano de organizar la experiencia artística, a partir de dos frentes a los cuales somos lanzados. La escena de intervención es un experimento político y artístico. Y, al mismo tiempo, un testimonio de los artistas que son sus agentes, inscritos en la vida vivida, buscando mirar y tomar partido delante de lo que debe ser enfrentado, y el lugar provisional de un debate público, en el que el público es invitado al juego y, de algún modo, puede jugar. No siendo una escena de protesta es, aún así, una escena de combate con reglas puestas, una escena que reclama la imaginación en movimiento.
El espacio de la escena es mínimo y, por así decir, íntimo: requiere la proximidad actor-espectador asumida en el juego. Se trata de una conversación abierta entre las partes y la eficacia de su desarrollo depende de un constante vis-à vis. El despojamiento es total. Los actores ya no representan. Cada palabra busca el sentido de su nombre, de su presencia, de su trabajo. Una interrogación sobre el significado del teatro en una ciudad totalmente teatralizada.
La música está pensada y desarrollada en el interior del proceso general del grupo. Si las paredes son el escenario, y el escenario es un instrumento/elemento de la escena, el espacio físico del escenario también es un instrumento musical, caja de resonancia, ambiente acústico, y se constituye en espacio de producción musical, pero de localización musical. Las referencias estéticas, estilísticas u otras de la música, son herramientas del contexto, y el hacer musical se apropia de ellas para participar en la escena. Las canciones aparecen como resultados de las intervenciones en el texto del Manifiesto, creaciones propias, o citas diversas que hacen referencia al cabaret como forma, abriendo paso a la performance como un gesto preciso.»
Teatro de Narradores. (Traducción del portugués: Carolina Martínez)