«Aparezco vestida con una túnica negra.

Llevo bolsas de plástico negras con utillería, que acomodo en la mesa a los lados de una cama de hospital. En la cama, extiendo una sábana que lleva un corazón de encaje rojo y al centro un pequeño espejo rodeado con un listón dorado alrededor.

Me quito los huaraches, me recuesto en la cama con las piernas abiertas como en mesa ginecológica. Llevo el pubis rasurado. Le unto desinfectante, atravieso mis labios vaginales uno a uno con agujas, para anudarlos. De cada labio vaginal quedan cosidos dos hilos largos. Visto a una figura de niño dios de yeso, lo meto dentro de un condón, le pongo lubricante y lo introduzco en mi vagina. Con los cordeles hago un nudo para cerrar el orificio de la vagina, la figura queda dentro.

Me quito la ténica, me peino con pinzas de colores, me maquillo. Debajo de la ténica llevo un corsé rojo. Recostada me pongo unas medias y zapatos rojos.

Las medias llevan cosido un cierre.

Me levanto, cierro el cierre. Me cuelgo un collar de bolias blancas. Lo rompo y camino dejando que caigan al piso.» La Congelada.