Cogidos de la mano, los performers aparecen como un organismo con dos personalidades diferentes. La luz de neón brillante inunda tanto el escenario como la zona de la audiencia. No parece ocurrir nada, pero lo que ocurre, ocurre con gran detalle y absoluta precisión. En las caras, posturas y respiración de los intérpretes se produce un melodrama donde los elementos narrativos se han tamizado. El experimento cuestiona: ¿puede uno soportar esa falta de narratividad? ¿Puede uno soportar leer emociones sin causa y efecto? El público está repetidamente cuestionando sus expectativas. En la audiencia que está iluminada, los rostros de los espectadores empiezan a reflejar las caras de los performers y así la audiencia se convierte en un espejo deformante del escenario…
Trabajamos como un duo e intercambiamos los papeles de intérprete y director de ensayo a ensayo, desarrollando dos piezas simultáneamente, interrogando e influenciando en el trabajo del otro.