En Daisy Planet, un espectáculo sobre el amor, funcionaba necesariamente una tentativa de seducción del espectador (siempre presente con mayor o menor intensidad en otros trabajos de Mesa) asociada a la mirada. Era como si constantemente se invitara al espectador a entrar en el juego y al mismo tiempo se le estuviera mostrando la imposibilidad de acceder a él. Mesa buscaba el encuentro con el espectador, pero sabía que sus preguntas, como las que se hacen a la margarita mientras se la deshoja («¿sí?» «¿no?»), no tendrían respuesta, o bien que la respuesta no sería decisiva. Mesa intentaba besar a los espectadores, pero lo hacía aproximando sus labios al objetivo de la cámara, dando la espalda a aquellos a a quienes quería acercarse «Hay un juego de verdadero / falso en todo esto. Es como cuando estás muy cerca de algo que no puedes tocar. Se establece una relación muy misteriosa, porque no sabes qué mecanismo está funcionando. Yo siempre pienso en el público como en individuos. El trabajo de la mirada está siempre focalizado: se trata de individualizar al espectador. La mirada del público es como un espejo de mi propia mirada, hay una relación especular: como si a través de la mirada del espectador yo pudiera ver mi propia mirada. Mi mirada no termina conmigo, empieza con el otro. Es como si mi cuerpo estuviera aquí, pero mis ojos estuvieran contigo: yo no sé si te pertenezco a ti o tú a mí, o quién se pertenece a quién. Es como si la mirada fuera aquello que hace desaparecer el espacio vacío entre los cuerpos.»
Al inicio de Daisy Planet, el monitor situado en un lateral de la escena mostraba la imagen de los espectadores ocupando su lugar en la grada. A lo largo del espectáculo, la del público mirando la escena reaparecería con mayor o menor importancia. En un momento dado, la coreógrafa adelantaba el monitor hasta el centro, en primer término, y localizaba a un espectador, al que señalaba en la pantalla y en directo, tratando (teatralmente) de establecer una comunicación con él. El mirón se convertía momentáneamente en protagonista de la acción. O más bien, la acción se volcaba sobre el hecho mismo de la mirada.

José A. Sánchez,
Universidad de Castilla-La Mancha.