Conferencia y acción performática. Héctor Bourges.
En 1990 el presidente Carlos Salinas de Gortari visitó el pueblo de Xocén, Yucatán. Los pobladores, indígenas mayas en su mayoría, le solicitaron apoyo para resolver los problemas más urgentes de su localidad: una telesecundaria, pavimentar la calle principal, reconstruir la barda del panteón, atención médica diaria en el centro de salud, una biblioteca, las gradas del teatro al aire libre de Xocén, entre otras cosas. Pero al final del listado de peticiones al primer mandatario, una fue la que al decir de las autoridades del pueblo, era la más importante: su ayuda para encontrar el Libro vivo de Xocén. Recobrar el Libro sagrado de las profecías significaba recobrar la soberanía perdida hace quinientos años con la conquista española de estas tierras.
El presidente, acostumbrado a poder cumplir prácticamente cualquier deseo de su pueblo -si él así lo deseaba-, aceptó sin dudar la demanda de aquellos indígenas mayas. Lo más extraño vino después, cuando los ancianos del pueblo le contaron la historia del libro y lo describieron tal como ellos, los últimos que lo habían visto le recordaban… “era un libro sagrado que existió y fue prestado y se perdió; era un libro vivo, que las hojas se pasaban solas y en donde estaba escrito todo; cómo es el mundo, cómo se hacen las cosas del mundo y cómo se va a acabar. Aquel libro evidentemente no es cualquier libro, sus medidas son de un metro por un metro y se dice que está vivo; se abre solo y una hoja únicamente da vuelta cada día, y si uno quiere abrirlo más adelante, sangra…”.
El presidente nombró al Doctor Arturo Warman, director del Instituto Nacional Indigenista, responsable de la búsqueda. El eminente etnólogo y mentor de Carlos Salinas, formó una comisión multidisciplinaria para resolver el caso. El Libro vivo de Xocén se convirtió desde entonces en asunto de estado; el Estado Mexicano utilizaría todas sus fuerzas -dijo el presidente- para encontrarlo. Aquel “artefacto mágico” terminaría por alimentar, como en muchos otros casos, eso que algunos han llamado la “magia del estado”.
Se supo que a finales del siglo XIX el libro fue prestado por los pobladores de Xocén a un grupo de indígenas mayas rebeldes durante la sublevación contra el Estado Mexicano, luego fue visto durante la celebración del cuarto centenario de la fundación de la ciudad de Valladolid, luego se dice que llegó gente de Mérida y se lo llevaron para luego ser enviado a la Ciudad de México. Otros aseguran que el libro está en alguna universidad de los Estados Unidos, de ahí que los “gringos sean quienes inventan todo”. Incluso se afirma que hace algunos años recibieron fotocopias de ciertas páginas del libro.
La comisión oficial detalló un plan de búsqueda nacional e internacional, rastreo en bibliotecas, expedientes de tráfico ilegal de arte antiguo, grupos guerrilleros, archivos públicos y privados, etc. Meses después, el Dr. Warman se fue a cumplir nuevos encargos aunque la Comisión de Búsqueda del Libro Sagrado de Xocén prosiguió sus pesquisas; en los archivos comisariales del pueblo se encuentran documentos en los que se detallan los trámites y procedimientos realizados durante la investigación, no sin obstáculos propios de la burocracia. En 1993 durante una nueva visita del presidente Salinas a Yucatán, la Comisión le presentó al presidente lo que le aseguraron era el Libro Sagrado de Xocén, un pequeño libro de pasta cubierta de piel roja. Cuando Carlos Salinas, orgulloso, presentó ante el Supremo Consejo Maya el hallazgo, los líderes indígenas indignados le hicieron saber que no admitirían tal engaño. El Libro Sagrado de Xocén era un libro vivo…
La furia del presidente al sentirse engañado no se dejó esperar, sin embargo a los pocos días de aquel desafortunado incidente, más precisamente a partir del 1 de enero de 1994, otras demandas indígenas le ocuparían toda su atención. La búsqueda del libro y la comisión oficial formada para tal efecto quedó en suspenso, hasta hoy…
Teatro Ojo propone reactivar la Comisión de Búsqueda del Libro Sagrado de Xocén, es decir continuar, a través de la escena, la investigación acerca de una “cosa” (¿un fetiche?) que en su ausencia desvela una zona de disturbio, capaz de perturbar las certezas con las que “conocemos el mundo”. Planteado como un laboratorio de investigación escénica, este proyecto se propone escarbar tanto en los conocimientos y narraciones de los habitantes de Xocén como en aquellos con los que históricamente el Estado Mexicano a través de sus instituciones y diversas operaciones simbólicas concibe su relación con los mundos indígenas ¿qué diálogos son posibles aun entre formas tan distantes de leer, habitar, nombrar, narrar, conocer lo vivo, lo muerto, el tiempo, el mundo?
¿Qué puede ser un libro? ¿Un libro es un organismo vivo? ¿Envejece? ¿Muere? ¿Qué relación guarda aquél libro con la guerra, con el fin del mundo, con las sublevaciones indígenas en busca de su soberanía perdida? ¿Qué clase de libro buscaron los agentes del Estado Mexicano durante esos años? ¿Qué y dónde buscarlo ahora? La investigación apunta hacia territorios múltiples: nahuales, magos, anarquistas, falsificadores, políticos, cristos coloniales fabricados con códices prehispánicos, libros como cuerpos, sacrificios animales, humanos, infantiles, recetas de cocina, criptomensajes, archivos-fantasma, desapariciones, cenizas…para qué seguir.
Fuente: Teatro Ojo