Leonor Manso pensó que la biología sería lo suyo hasta que un profesor le hizo comprender que si buscaba descubrir el origen de la vida, se había equivocado de carrera. Para entonces, la futura actriz ya había renunciado a la vida religiosa y a la santidad: “nada de aspirar a ser una humilde creyente –se ríe hoy en una entrevista con Página/12–, yo quería la santidad y con cartel francés”. Mucho tiempo después, Manso comprendió que su fascinación por lo teatral provenía de aquella temprana etapa de su vida: “fue en una iglesia de Villa Ballester, donde mis padres me habían llevado a una misa cantada –todavía lo recuerdo y me dan escalofríos– y me impresionó para siempre la inmensidad del lugar, las luces y el incienso, la ropa y la voz del sacerdote”, resume. De modo que, luego de una fugaz experiencia en la escuela secundaria, el teatro se impuso apenas se desentendió de la facultad y las ciencias naturales.

Con Juan Carlos Gené transitó su primera etapa de formación. El resto lo fue haciendo desde el escenario: “empecé en un grupo, en cooperativa como también se hace ahora, pero tuve la oportunidad de que me vieran y de allí en más no dejaron de llamarme”, afirma. Si bien sus primeros personajes fueron de pulso trágico, con los años Manso devino especialista en mujeres que condensan en su comportamiento tantos aspectos risibles como dramáticos. En teatro, la primera de estas criaturas fue “la Clemen” de El patio de atrás, de Carlos Gorostiza. La última, la Virginia que actualmente interpreta en la obra En auto, de Daniel Veronese, que se presenta en el Teatro Cervantes. Se trata de la reelaboración de un texto escrito hacia 1998 (Eclipse de auto en camino, ver recuadro) que el dramaturgo y director concretó junto a los actores, durante los ensayos.

La acción comienza cuando Virginia y Anna (madre e hija, interpretadas por Manso y María Figueras, respectivamente) llegan a un casting para dobles de riesgo. Allí están un asistente (Carlos Bermejo) y Len (Claudio Quinteros), un personaje enigmático que oficia de punto de enlace entre el tiempo presente y un accidente carretero ocurrido en el pasado, recuerdo que atraviesa la obra de punta a punta. Si bien Manso relaciona esta pieza con ciertos aspectos de la realidad, la actriz considera que el teatro no consiguió todavía un registro tan claro del fenómeno social desatado desde 2002 como sí lo encuentra en la poesía. Ese es el tema de la otra puesta en escena de la que está participando junto a Ingrid Pelicori. Ahora somos todos negros es un espectáculo de poesía basado en textos de Diana Bellesi, Susana Villalba, Paula Jiménez, Andi Nachon y Claudia Masin, que se presenta en el Centro Cultural de la Cooperación. La selección fue realizada por las mismas actrices, en tanto que la dirección quedó a cargo de la coreógrafa Roxana Grinstein, “porque la abstracción de la poesía nos pareció que se relaciona con el lenguaje de la danza”. Según puntualiza la actriz, el título del espectáculo “hace referencia a la idea de que los argentinos somos latinoamericanos aunque hasta el momento no queríamos verlo, porque tenemos la misma miseria, los mismos problemas con el alcohol, la salud y la droga que el resto del continente”.

(Texto extraído de HOPKINS, Cecilia (2005) «En este país todos somo como lo dobles de riesgo» en Página 12).