Distribuyendo el monólogo original de una presidiaria en boca de dos actrices, vestidas con camisas blancas y situadas en un espacio desnudo en continua transformación por efecto de la iluminación, Óskar Gómez compuso una partitura de movimientos sencillos, idas y venidas, miradas, gestos, abrazos, poses e interacciones, que conformaban un mundo evocado, donde los límites entre la actualidad y la memoria, la realidad y el sueño, lo externo y lo interno se desdibujaban y que arrebataba al espectador más por su intensidad que por sus elementos inteligibles.

      «El personaje es el texto. La interpretación no es la representación-encarnación del personaje, sino la del texto, su narración. Nuestra función consiste en aportar los elementos narrativos escénicos que se relacionen con el texto y su sentimiento.
Teatro y movimiento, gesto y palabra.

Arte escénico entendido con sencillez, eficacia; emocional, tranquilo, vigoroso.
La sencillez del caminar, la sencillez de las palabras. La sensibilidad sin técnica.
Nuestra propuesta habla de la belleza de las ideas, del movimiento, del tiempo, de los lugares, de las acciones, los sentidos, el instinto. De su, de mi propia escala, de su, de mi propia reclusión física.

La realidad de un movimiento, de su consecuencia.
La pretensión de crear un espectáculo que grite y golpee con rabia contra el muro de nosotros mismos.»