El artífice celebra la fiesta de cumpleaños más deprimente que uno se pueda imaginar.

La anticelebración de la mitad de la vida, compartida con el público que es el único que se alegra, se ríe y sufre con el autor, reconociéndose en él y odiándolo en ocasiones.
Es un discurso sobre la mitad que éramos de jóvenes y el doble que somos de mayores.
Sobre la vida, lo que fuimos y lo que seremos.

Cumplir siempre cincuenta años
Y que seamos nosotros quien llevemos los regalos
Y que sólo veamos rejuvenecer nuestro entorno
Y que todo siga igual y nada se mueva del sitio
Y que no tengamos tiempo para celebrarlo
Y que los invitados se pierdan mucho
Y que no podamos movernos
Y que dejemos de ser ciegos
Y que nadie se lo crea
Y que todos lloremos
Y que sea lo que sea
Y que no pueda ser
Y que sí que sí
Y que ya vale
Y que pasa
Y que
Y