Las Ultracosas es un proyecto que transita lo coreográfico, lo objetual, lo escenográfico, lo pictórico, lo plástico y lo teórico concebido por Cuqui Jerez y creado en colaboración con siete artistas de diferentes disciplinas: Óscar Bueno (performer y músico), Cécile Brousse (bailarina, performer y coreógrafa), Javi Cruz (artista visual y performer), Anto Rodríguez (performer y cantante), Gilles Gentner (diseñador de luz), Jorge Salcedo (escenógrafo) y Louana Gentner (artista visual y performer).

En la producción de Cuqui Jerez siempre ha habido un interés por lo objetual. En un principio se formalizaba entendiendo los objetos como signos en relación al lenguaje, atendiendo a su carga semántica y sosteniéndola, negándola o tergiversándola. A partir del proceso de investigación de The Dream Project (2013/2016) comienza a surgir una fascinación por la materialidad de las cosas y empieza a prestar especial atención a cómo se comporta la materia observando sus cualidades: su peso, su textura o su manera de caer y de arrastrarse cuando es activada por un cuerpo. A partir de piezas como Crocodiles and Alligators (2012), Unos Pasodobles (2013), El lago (2015) y El Fenómeno de las Fuerzas Ficticias (2016), entre otras, su trabajo ha ido adquiriendo un carácter más contemplativo, más dirigido a la búsqueda de una percepción no conceptualizada, explorando dramaturgias abiertas y considerando cada vez más la dimensión plástica de la experiencia.

En Las Ultracosas el objetivo es explorar el límite del lenguaje desde una experiencia estética de contemplación. Para ello, la investigación práctica de Cuqui Jerez y los performers se ha centrado en la búsqueda de estrategias y lógicas para producir una suspensión del sentido, es decir, encontrar el punto preciso en el que el signo lingüístico no puede cerrarse, pero al mismo tiempo no está completamente abierto. Y esto les ha llevado a trabajar con la ambigüedad, la insinuación, la sugerencia y el juego con las expectativas a través de la figura de los tableaux vivants: cuadros vivos que se componen en el espacio-tiempo y se ponen en movimiento generando narrativas no explícitas. Los tableaux vivants sirven a la vez como estrategia de composición y de suspensión del sentido. Toman lo pictórico como inicio y ponen en relación los cuerpos vivos e inertes: el cuerpo vivo deviene escultura, mientras el cuerpo inerte toma vida en la manipulación. De este modo, la investigación se sitúa en un espacio liminal entre una pieza escénica y una instalación duracional viva.

Las flores, la tela que hay detrás. El verde al fondo, el verde dentro de Cécile. De pronto el gradiente del verde en el suelo y luego un verde más claro. Ahora el paraguas que se conecta con las flores de antes, con aquella tela. El pelo. Contagio, continuidad, trenza. El movimiento repetitivo de la pierna que me parece que hace que todo funcione. Las manos cayendo, la mano sosteniendo las manos. Los ojos que me dicen que las manos son frágiles, la prueba de que no lo son cuando no se rompen en añicos al caer.

Las Ultracosas propone un estado de contemplación en el que se funden la atención y el deseo. Van apareciendo capas, cantidad de planos que se despliegan en el espacio, pero también en el tiempo. Las relaciones que se producen entre los cuerpos de los performers y los objetos transitan a través de diferentes tiempos y dan pie a resonancias que abren mundos posibles. La pregunta sobre cómo generar la suspensión del sentido de una acción, de un espacio, de un objeto y de un cuerpo, recorre la pieza funcionando como marco y motor de la investigación. Las Ultracosas toma las preconcepciones como materia y ofrece un paisaje que es resemantizado de manera constante. Todos los intérpretes -incluyendo los responsables de las luces y la música, que funciona a modo de dramaturgia- están en el mismo estado de escucha y componen desde sus diferentes tareas e intervenciones una coreografía que transforma la escena en un festín para la mirada donde no dejan de proliferar los sentidos.

Pienso que hay placer en ver cómo casi se cierra un sentido y que, de pronto, no dejen que se instale y aparezca un nuevo paisaje de posibilidad. Hay una emoción contenida que explota a través de la música. Javi cantaba con los ojos. Y delante Óscar cantaba con los labios. El interior del abrigo se corresponde con el primer color que recuerdo ver en escena. Muy al principio. Ha pasado tanto tiempo que siento que se ha roto el código de color que estaban creando y que tal vez sea un sentido de la pieza que solo esté imaginando yo de manera privada. Creo que Louana sabe que me está enseñando ese color pero no todas las conexiones parecen marcadas. De todas formas, contemplar este paisaje me está resultando tan placentero que no me apetece conocer todos sus secretos.

La pieza dura cinco horas, una temporalidad dilatada que se plantea como una estrategia de suspensión de las expectativas. La permanencia en el espacio durante todo ese tiempo es una propuesta de lectura que nos permite sumergirnos y, tal vez debido a la acumulación de referencias, alcanzar una suerte de percepción alterada del sentido de los cuerpos -tanto vivos como inertes- y sus lógicas de relación. Sin embargo, permanecer en la sala durante las cinco horas no es la única forma de pasar por la experiencia, los espectadores pueden entrar y salir de la misma según sus deseos y necesidades. En este sentido, la experiencia no propone la construcción de una narrativa fija sino que presenta diferentes niveles de codificación, traducción, fragmentación y percepción con los que los espectadores pueden sintonizar.

Según avanza el tiempo, la posibilidad de entrelazar los sentidos -conceptual y físicamente- aumenta y, con ello, mi deseo y capacidad de escuchar. Es una escucha definida desde los ojos, siento que la abundancia de imágenes me coloca en un estado perceptivo que, poco a poco, incorpora lo especulativo. La imaginación podría describirse como la habilidad de pensar en algo que no es percibido en el presente. Sin embargo, siento que en Las Ultracosas podría definirse de una forma nueva, pues hay una invitación constante a imaginar, pero desde un presente en

constante transformación. El gerundio en el que trabajan los performers es sugerente y las proposiciones son tan negociables que permiten observar constelaciones alternativas mientras se fabrican.

A veces siento que la escucha es compartida con los performers, sin conocer plenamente los mecanismos con los que operan hay una cierta transmisión que me hace leer sus gestos de una manera cómplice. El uso de la música activa mi marco de referencias y anuda la parte más semántica de la pieza. Mi insistencia en permanecer en el espacio hace que la tensión sea más palpable, algunos números rozan una ambigüedad sexy, otros me hacen reír a carcajadas. Y tan pronto como creo que he agarrado el porqué de mi risa o cómo opera su seducción, se deshacen ante mis ojos.

Andrea Rodrigo

Cuqui Jerez, Las ultracosas. Teatros del Canal. Madrid. 23-26 de enero de 2020

Performers: Óscar Bueno, Javi Cruz, Cécile Brousse, Anto Rodríguez, Louana Gentner y Jorge Salcedo.
Asesor de espacio: Jorge Salcedo.
Dirección técnica y luces: Gilles Gentner.
Registro audiovisual y fotográfico: Mila Ercoli.
Coproducido por Teatros del Canal (Madrid), Festival Next – Kunstencentrum Buda (Kortrijk, Bélgica), Área de Gobierno de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid.
Con el apoyo de: Inland-Campoadentro (Madrid), Festival de Otoño (Madrid), en colaboración con el Museo Reina Sofía, Acción Cultural Española (AC/E), Beatriz Quintana y Miguel Jerez.
Agradecimientos: Xavi Manubens, Tirso Drive, Itxaso Corral, Oihana Altube, Silvia Zayas, Victoria Pérez-Royo, Andrea Rodrigo, Anna Moschioni y Carolina Sisabel.
Duración: 5 horas.

 

Leer Reseña de José A. Sánchez