En diciembre de 2010, pocos meses después de la conmemoración del bicentenario de la independencia de México, el grupo Teatro Ojo invitó a dos equipos de fútbol de los Multifamiliares Juárez, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Su intención era jugar un partido en las canchas que ocupan el espacio vacío que dejó la demolición de los edificios devastados por el terremoto de 1985. Así, en la pieza México mi amor, nunca mires atrás el espectador era invitado a ver el partido mientras un altavoz emitía tres tipos de discursos: el primero, era la narración de varios partidos que la selección mexicana, estando a punto de avanzar, fue eliminada en distintas Copas del Mundo; el segundo, era la narración televisiva que fue trasmitida en vivo durante la demolición de los edificios del multifamiliar que resultaron dañados por aquel sismo; y el tercero, una serie de comerciales y publicidad oficial. El árbitro interrumpía el partido y los jugadores se quedaban repentinamente inmóviles para que el público pudiera entrar al campo de juego y escuchar –por medio del reproductor mp3 que llevaban prendido a sus uniformes– el murmullo de las grabaciones de discursos vinculados con la historia del México moderno, pronunciados por políticos emblemáticos. Así, los espectadores tenían un “cuerpo a cuerpo” con los dispositivos del poder nacionalista. Por un lado, era posible oír epitafios, canciones, discursos presidenciales, himnos, declaraciones de guerra; y por el otro, enfrentarse a los cuerpos sudorosos de los herederos de ese terreno y de aquellos discursos. Sobra decir que los futbolistas desarrollaban su juego sobre el hueco que ha dejado la pérdida. De modo que la presencia de los jugadores silenciosos sobre un campo vacío “ponía en juego” la ausencia de los habitantes del multifamiliar en el contexto actual de la nación.

(Texto de Rubén Ortiz)