Descripción del proceso:
Naquele Bairro Encantado (En aquel barrio encantado) es el primer espectáculo del grupo Teatro Público, concebido como una “habitación teatral”. El proceso de trabajo empieza con una investigación acerca de las costumbres e historias del barrio Lagoinha, uno de los más antiguos y tradicionales de la ciudad de Belo Horizonte, actualmente en situación de degradación y abandono por el poder público, que poco contribuye con la preservación de su memoria simbólica y patrimonial.
A lo largo de nueve meses, los actores alquilan una casa en el barrio y empiezan a frecuentar sus calles diariamente, con la premisa ficcional de que eran vecinos antiguos volviendo al barrio tras muchos años. Sin embargo, había una regla que conducía la habitación: los actores utilizaban máscaras teatrales para establecieren relaciones de convivencia con el barrio, algo que producía “dosis de ficción” a la vida cotidiana de la región.
Con la intención de rescatar el imaginario y la memoria del entorno, pero también de solamente convivir con las personas del barrio, la residencia escénica incluía apariciones casi diarias de los enmascarados por las calles del barrio, por medio de acciones extremamente cotidianas, como frecuentar el barbero, ir a la panadería, al banco y al bar, en definitiva, vivenciar las rutinas diarias de los vecinos. Al contrario de los procesos teatrales tradicionales, los actores no hicieron ensayos antes de llegar al barrio o durante la habitación escénica. Tampoco sus personajes ya estaban definidos. Ellos fueron construidos procesualmente, por medio de la convivencia y el diálogo diario con los habitantes de la región.
Después de estos nueve meses de interacción entre vecinos y enmascarados, el grupo decide crear un formato de “presentación” en la cual los espectadores externos al barrio también puedan observar y participar de la experiencia de habitación escénica, con el objetivo de acercar a los asistentes y a los habitantes del barrio y sus recuerdos. La dramaturgia encontrada para permitir esa convivencia se estructura con la creación de tres episodios, cada uno de ellos caracterizado por un modo de interacción con el barrio.
En el primer episodio, la acción es caminar por las calles de la región junto a los enmascarados. Sin embargo, en la propuesta, los espectadores deberían llegar al local sin saber exactamente donde estaban los personajes, que se dividían en pequeños grupos. Es decir, la “no ubicación” previa de la intervención ya funcionaba como dispositivo para que los asistentes descubriesen el barrio (desconocido por mucha gente de la ciudad por la mala fama de violencia que tiene actualmente) y también charlasen con sus habitantes a fin de saber donde se ubicaban los enmascarados. Una vez que les encontraban, hacían juntos un recorrido por el barrio, usualmente en días laborales, como los viernes.
En el segundo episodio, realizado los sábados por la noche, los enmascarados realizan serenatas en la puerta o ventana de la casa de algunos habitantes. Los espectadores les acompañaban y se convertían en testimonios de las interacciones que la actividad proporcionaba. En ese episodio, era común que los vecinos, especialmente los mayores, recordasen el pasado y las antiguas costumbres del barrio a través de sus memorias e historias. Y muchas veces, también, invitasen enmascarados y los asistentes a conocer sus casas.
Ya en el tercer episodio, en lo cual la ficcionalidad está más presente, la situación se invierte: los espectadores y vecinos visitaban los personajes en su casa alquilada en el barrio, donde conocían su intimidad, comían juntos y sentaban al final en círculo para escuchar música en directo ejecutada por los enmascarados.
Después de su estreno en el barrio Lagoinha, el proyecto también ocupó otros barrios de Belo Horizonte y otras ciudades del Estado de Minas Gerais, a través de estancias más cortas. Además, adaptó su formato para realizar presentaciones en festivales escénicos, como en Portugal y Porto Alegre (Brasil), pero siempre en diálogo con los principios del trabajo site-specific.
Análisis
La creación de estreno del grupo Teatro Público juega con la posibilidad de distintas vinculaciones entre arte y vida, a través de los cambios entre teatralidad y performatividad. Aunque sea común en Brasil –especialmente entre grupos de São Paulo– la realización de proyectos escénicos que ocurren en un determinado barrio –y que tienen el diálogo con un entorno social como tema de sus dramaturgias– normalmente la dimensión relacional y de convivencia con los habitantes de estos sitios ocurren más durante los procesos de creación y surgen después re-trabajados en una dramaturgia ficcional.
Por el contrario, el proyecto de habitación escénica del grupo Teatro Público intenta radicalizar la dimensión relacional y cotidiana del diálogo con un contexto social en todas las etapas de su creación. Aunque la presencia de personajes y del objeto «máscara» evidencie el juego propuesto con la ficción, ellos funcionan como dispositivos relacionales que provocan y articulan, de distintos modos, la subjetividad de las personas que viven y/o trabajan en el barrio.
Hay por lo menos tres aspectos que contribuyen a la profundización de ese diálogo con el entorno social: 1 – el tiempo largo de la «habitación escénica», un principio que colabora para generar complicidad con los vecinos; 2 – La estructura del formato «presentación» en «episodios» que sean al mismo tiempo acciones relacionales de recurrido por el barrio y propuestas de interacción con sus habitantes; 3 – la creación de dispositivos que ayudan a rescatar la memoria de los participantes, como la ejecución de serenatas, con músicas de los años 1940 e 1950.
Sin textos previamente definidos, esas reflexiones compartidas sobre el barrio a través de la interlocución entre los enmascarados y los habitantes surgen, en las presentaciones, junto a una dimensión de afecto, complicidad y creatividad que es fruto del tiempo largo de convivencia diaria con esos personajes.
Además, la estructura performativa de la participación de los habitantes –que cambia a cada vez– permite que ellos tengan también cierta libertad para conducir la conversación y el juego escénico. Algo que trae una dimensión de riesgo constante a la propuesta, una vez que no hay reglas muy bien definidas del modo de participación que los interlocutores van a tener a cada presentación. Así, más que una mirada documental sobre el barrio, el proyecto del Teatro Público juega con la dimensión de afecto y memoria de los vecinos como modo de acercarse al entorno social por medio de la convivencia y de la experiencia.
(Texto de Julia Guimarães)