«Ibsen nos pareció desde siempre el señor de los artificios, aquel dramaturgo que, en la tentativa de salvar el drama en el momento en que empezaba a desencadenarse su fin, acabó por definir su fisonomía como intentando apagar sus vestigios. En cierto modo, nuestro esfuerzo en la sala de ensayo fue el de llevar a escena tales vestigios. No desconocemos la fuerza analítica de la dramaturgia ibseniana, pero nos preguntábamos qué significaría colocar en escena aquellos personajes que insistían en declarar sus falsas razones, inmersas como estaban en la ‘mentira de la vida’. Era preciso llevar al juego de la escena aquel movimiento analítico, y con eso denunciar la permanencia de la mentira y su fisonomía actual. Era como si la escena articulase dos voces: texto y literatura. Y eso es lo que se ve en escena.
Llegamos al texto de Ibsen no tanto por la figura de Nora, sino por las relaciones que la envolvían. En la sala de ensayo la pregunta fue: ¿qué procedimientos utilizó Ibsen para hacer ver esas relaciones? Lo que era más o menos evidente era el fondo épico de su materia. No podíamos dejar de tenerlo en cuenta. Así, acompañamos la trayectoria de Nora, en su momento decisivo, hasta la ruptura con el orden que la reprimía y dominaba.
Nuestra Nora surge, mas de un siglo despué, heredera de la figura de Ibsen. Pero el sentido de la liberación femenina ahora depende de determinadas elecciones y algunas de ellas parece abarcarlas el texto de Ibsen con anticipación. Nora necesita justificar su acción, y puede ser que no exista ninguna justificación razonable para ella. A pesar de eso, el alcance de la pieza se pretende universal. Lo que decidimos fue rehusar esa universalidad. Denunciarla, tal vez. Como escribe Bernard Shaw, los personajes de Ibsen pertenecen a una clase bien determinada, son figuras pequeño-burguesas, reclamando su parte en las cosas. Y ese aspecto nosotros decidimos radicalizarlo. En ese sentido, en el momento mismo en que Ibsen exige explicaciones a sus personajes, y a medida que éstos se explican, vemos ya aparecer su fondo permanente: el falseamiento de un mundo cuya marca y violencia es la cosificación. Nos tomamos en serio el hecho de que , más de un siglo después, aquello que hizo de que cada personaje se tornase en lo que es, se integra en el movimiento fetichista que envuelve la vida, y que toda nueva tentativa corre el riesgo de sabotaje.»
Teatro de Narradores. (Traducción del portugués: Carolina Martínez)