«De pequeña quería ser monja. Después recuerdo que quería ser una actriz de cine famosa. Y, finalmente, quería ser bailarina. Y lo soy. Confieso esto porque es en los primeros años de la vida de alguien cuando se construyen las bases de su carácter, así que puede ser que yo sea una persona persistente.

Quiero que esta pieza hable sobre el sacrificio, sobre ese tipo de sacrificios que no son lógicos, que permanecen indescifrables (como los misterios de la fe). Las imágenes y los símbolos de la iglesia católica también me fascinaron desde la infancia. Nací en la ciudad de Elche, conocida tambiñen por sus palmeras y por el hecho de albergar la representación del Misterio de Elche. El auto sacramental más antiguo de Europa que todavía se sigue representando. Sus imágenes y el impacto emocional que todavía producen en el pueblo y en mí misma están de alguna manera sirviendo de fuente de inspiración para este trabajo.

Pienso en las vidas de los santos, y cuando las leo encuentro que contienen un profundo misterio, y este hecho las convierte en una cosa desaprensiva. Estoy pensando también en las imágenes de dos películas: La pasión según San Mateo, de Pier Paolo Passolini, y Cabaret, de Bob Fosse. En ambos films el cuerpo es un elemento central. Y el primero observa desde la mirada mística, mientras que el otro desde la exposición.

Quiero volver la mirada hacia el cuerpo. Ahora mismo la mente se sitúa por encima del cuerpo. En esta sociedad tecnológica, la realidad virtual hace que el cuerpo y la mente estén completamente disociados. Vemos la muerte a través de una pantalla de televisor y no experimentamos ninguna respuesta apreciable, ni emocional ni física. Creo que no hay sacrificio posible sin un cuerpo. El dolor es el mensajero que te sitúa en un presente real, sólo a través de él podemos trascendernos. Podríamos decir que nuestro cuerpo es arrogante, y que necesita que le den palos para perder el control mental y poder acceder a un nuevo cuerpo. Querría hablar de este nuevo cuerpo, y para eso me tengo que pelear con mis propias limitaciones.

Me gustaría hablar de otra forma de disfrutar el cuerpo, de una trascendencia que nos permita disfrutar del cuerpo sin la acaparadora y racional presencia de la mente. Pero todo eso no son más que palabras.

El personaje que habitará mi solo, o sea yo misma, es un ignorante, es decir, que es alguien que aún cree en los misterios. Estudiará los misterios de la santidad, a ver qué es lo que pasa.»

Sofía Asencio (Traducción del Catalán: Carolina Martínez.)