Creado en el barrio Saudade, donde se ubica uno de los cementerios más antiguos e importantes de la ciudad de Belo Horizonte, el espectáculo intenta revelar el potencial de los paisajes vinculados a la muerte, presentes en el barrio, y al mismo tiempo reflexionar acerca de la finitud de la vida.

En su proceso de creación, el grupo habitó el barrio Saudade por seis meses. En ese periodo, realizó acciones escénicas e intervenciones urbanas para dialogar con la historia de un muerto cuyo cuerpo desaparece por el barrio. La inspiración para el trabajo fue el libro A Morte e a Morte de Quincas Berro DÁgua, del escritor brasileño Jorge Amado.

Saudade es parte de una investigación acerca de la inserción de la ficción en la vida cotidiana de la ciudad y de la participación del público en el acontecimiento teatral, que comenzó con el primer espectáculo del grupo, Naquele Bairro Encantado (2011). A partir de principios vinculados a la performance y el arte urbano, en dialogo con el lenguaje teatral, el colectivo investigó también las posibilidades de construcción de una ficción episódica como proceso de creación.

A lo largo de los meses, distintas acciones estimulaban el imaginario de los habitantes acerca del tema de la muerte y sus ritos, en un juego entre realidad y ficción. Las intervenciones fueron divididas en cuatro acciones/episodios. En la primera, el personaje Zenóbio caminaba sólo por las calles del barrio con una máscara.

Después, el colectivo pegó carteles con fotos del personaje “desaparecido” por los muros y postes del barrio, con un teléfono y correo para que los habitantes ayudasen los “familiares” a encontrar el cuerpo (los detalles están descriptos en la conversación con Larissa Alberti). Algunos meses después, cuatro mujeres enmascaradas empezaron a caminar alrededor del cementerio, como si estuvieron en un funeral.

Y, finalmente, los amigos del muerto, personajes borrachos también enmascarados, aparecían en bares y calles con el cuerpo del protagonista de la historia. Al contrario del primer trabajo del grupo, Naquele Bairro Encantado, en lo cual la dramaturgia fue creada a partir de la interlocución con los habitantes del barrio Lagoinha, en Saudade el colectivo ya llega a la región con una historia previamente pensada para dialogar con el entorno.

Sin embargo, el espectáculo resultante incorpora las reacciones, relaciones y acontecimientos que surgen del diálogo de los habitantes con esa historia de ficción, con una dramaturgia abierta, que explora los riesgos y busca potencializar las respuestas reales a la ficción. En esta segunda creación, así como en la habitación del barrio Lagoinha, el grupo da seguimiento al propósito de crear un diálogo con comunidades de barrios periféricos con frecuencia estigmatizados por la violencia y marcados por la indiferencia del gobierno. Optan, así, por proponer un espectáculo que se encuentra fuera del circuito tradicional de los espacios culturales de la ciudad, y busca el encuentro con nuevos públicos, habitantes de estos contextos geográficos y sociales.

Al mismo tiempo, la realización del espectáculo en el barrio Saudade se constituye como una invitación a los espectadores que viven en otras zonas de la ciudad para visitar y experimentar el barrio, revelado y poetizado por la mirada de sus habitantes y de los actores del proyecto. Otro eje del trabajo es la investigación del lenguaje de la máscara, que tiene la función de servir como un dispositivo de diálogo con la cotidianidad del barrio. Las referencias para esa construcción fueron las máscaras tradicionales del teatro balinés y las figuras Matrafonas, presentes en la cultura popular de algunas regiones de Portugal.

Al final de los seis meses de la «convivencia» teatral y creación conjunta con los habitantes locales, el Teatro Público abre la experiencia a los espectadores de fuera. El formato de presentación reúne todos los episodios en un solo día, en un espectáculo con tres horas de duración, divididas en dos actos.

Pensado como un recorrido por el barrio, Saudade invita al público a contemplar la arquitectura del espacio del cementerio y la cotidianidad de los bares de la zona, a través de los personajes de familiares y amigos del muerto, que cantan y beben junto a otros habitantes del barrio. En el intervalo de los dos actos, el público también asiste a un vídeo que muestra un poco del proceso de habitación del colectivo y la mirada de los habitantes sobre la historia y las intervenciones hechas a lo largo de seis meses.

Análisis

La investigación del grupo Teatro Público acerca del diálogo con habitantes de distintos barrios de Belo Horizonte tiene una importante característica que es la idea de generar una dimensión relacional en todas las etapas de su creación. Así, la tradicional estructura de ensayos escénicos surge sustituida por intervenciones relacionales en el barrio.

Las distintas formas de enmascaramiento y la introducción de la ficción en la cotidianidad del barrio surgen como los principales dispositivos relacionales investigados por el grupo. Al contrario de su primer trabajo, Naquele Barrio Encantado, en el proyecto Saudade, algunas de las máscaras utilizadas no permiten la conversación como forma de relación con los habitantes, una vez que algunos de los personajes tenían todo el rostro cubierto ya no pueden hablar. Por tanto, el formato de presentación para el público surge más como una contemplación del barrio y menos como una conversación directa con los habitantes, que se convierten muchas veces igualmente en asistentes.

En cuanto al proceso, es curioso observar la recepción de los habitantes a la ficción propuesta, que no fue entendida desde el comienzo como una intervención artística, sino como práctica religiosa o de otra naturaleza. Quizás eso es consecuencia del imaginario que el contexto del cementerio trae, o también por la poca familiaridad de los habitantes con el lenguaje teatral (véase más en la conversación con Larissa Alberti). Así, el extrañamiento de los habitantes sobre los dispositivos escénicos generaran, al comienzo, un diálogo hostil con el colectivo en el barrio. Y eso nos lleva a indagar como si puede dialogar con un contexto urbano cuando no hay mucha apertura de la gente que vive ahí para una dimensión relacional.

La apuesta en una mirada contemplativa como diálogo con el barrio parece ser la respuesta de los creadores a esa recepción por parte de los vecinos. Con efecto, la mirada sobre la arquitectura del barrio – y sobretodo del cementerio – adquieren centralidad en la creación, así como la experiencia colectiva de tiempo compartido – ya que el espectáculo ocurre al atardecer y muchas de las acciones propuestas son lentas o dilatadas, por ejemplo, la de mirarnos juntos el sol y hundirse lentamente en el horizonte. Sin embargo, en la segunda parte del espectáculo, la presencia de los personajes borrachos – que charlan y cantan en las mesas de bares del barrio – genera un acercamiento mayor con los vecinos. El espacio del bar, la música y la posibilidad de conversación permiten una sociabilidad más espontánea con la gente alrededor. Pero no hay, como ocurre en Naquele Bairro Encantado una propuesta de escuchar testimonios o relatos de los habitantes, y sí proyectar un espacio de «estar juntos»: de comer, escuchar música y cantar en el bar, sin que necesariamente se establezca cualquier tipo de conversación directa entre el público de fuera y los habitantes, o los actores y los habitantes. Así, es la contemplación y ese «estar juntos» alrededor de una mesa que si convierten en las principales formas de relación/participación entre la gente – actores, asistencia y habitantes – que vivencia el espectáculo Saudade.

(Texto de Julia Guimarães, con fragmentos de materiales publicados en la página web del colectivo)