El lenguaje de la danza, que se ha infiltrado en toda la escena actual, trasluce con más claridad esta geometría del exceso, coreografiada sobre un espacio que se transforma en una especie de mapa humano.
Así, por ejemplo, en Una tierra de Felicidad (a land of happiness), de Louisa Merino, la combinación de unos movimientos cuidadosamente coreografiados, motivados por las explicaciones de los personajes sobre las casas donde vivieron y los bailes de tono tradicional que realizan, esto último preyectado en una pantalla situada al fondo, contrasta con la impresionante naturalidad de las interpretaciones de Elena Gil del Caño y Lorenzo Ramírez, presentes en escena, mientras simulan acciones cotidianas, como la de construir una jardinera de madera realizada por Lorenzo, que además es carpintero.
Sobre este paisaje de fondo, espacial y abstracto, se levanta el exceso de los rostros espontáneos y concretos. Los rasgos de su cara, los pliegues de sus actitudes, de su forma de moverse y de estar, de mirarse y conversar, se terminan convirtiendo también, en paralelo con el mapa espacial que se va construyendo, en la geometría del exceso (escénico) de vida.
(Texto extraído de: CORNAGO, Óscar. «Geometrías del exceso (o el rosto DEL OTRO)» en Primer Acto: Cuadernos de investigación teatral, ISSN 0032-8367, Nº, 318, Abril-Mayo 2007, pp. 145-151)