[Texto para ser leído al compás de las imágenes de las piezas: Úumbal, coreografía nómada para habitantes, de Mariana Arteaga, Las ciudades imposibles, de Aristeo Mora, Las constelaciones del deseo, de Murmurante Teatro, y La comuna: revolución o futuro, de La comedia humana.]

Prólogo

Querétaro, agosto. Dentro de el Festival de la Bestia, me cuentan cómo, en 2013, en Tamaulipas, desaparecieron a Fernando, Jefte y a Omar, mientras hacían sus números acrobáticos en un crucero de automóviles. Según me cuentan, la razón fue que, meses antes, ellos y otros colegas habían abierto una precaria casa de cultura. Es decir, se unieron para rentar una vieja casa para autogestionar y promover las prácticas de sus compañeros artistas. Una casa tan autónoma como muchas iniciativas contemporáneas. El problema es que mientras ellos se encontraban ocupados llenando de cultura a la ciudad, resistiendo, digamos, a los embates de la violencia, a alguien se le ocurrió vender droga en los eventos por cuenta propia. Y como la principal lucha de los narcotraficantes es por el mercado (por las plazas), a estos se le hizo fácil hacer la ecuación en la que los administradores del lugar estaban en desacato por abrir una plaza sin el consentimiento de los meros jefes. Simplemente los levantaron una tarde. La última en que se les vio con vida.

Y en 2015, una nota llenó todos los periódicos: el brutal asesinato del reportero gráfico Rubén Espinosa que, huyendo de Veracruz, había llegado a la Ciudad de México; lo que a los diarios les tomó varios días averiguar, era quiénes eran las cuatro mujeres que habían sido asesinadas de la misma manera en el mismo acto. Una de ellas fue Nadia Vera, activista ecológica y gestora cultural, en especial de un festival de danza llamado 4 X 4, un festival, digamos, del lado alternativo de la danza, entre cuyos comisarios está el hermano de Nadia, Shantí Vera, joven, pero reconocido coreógrafo a quien había conocido cinco meses antes de los asesinatos por medio de una gran cantidad de amigos en común. Y amigos éramos la gran mayoría de quienes caminamos por la calle de Reforma -una vez más, luego de que Ayotzinapa encendiera un poco a la sociedad mexicana- caminando hasta la sede del gobierno de Veracruz en la ciudad de México, exigiendo justicia a quien, sabíamos, estaba detrás de los crímenes.

Quiero decir: ¿el teatro nos salva? ¿el arte nos salva? ¿el arte resiste, como solía decir Deleuze? ¿qué queda de ese sueño?

 

Secesión

1

Montevideo, 9 de noviembre: No he querido desvelarme para conocer los resultados. Así que, al despertar, el azoro es el mismo que comparten todos -todos- mis contactos de facebook. La peor pesadilla para la democracia se ha hecho presente; en el país que se definieron por muchos años imaginarios de muchos tipos así como decisiones políticas, gobierna “un actor”, “un payaso”, “un tirano”, el “nuevo nazi”, un “estúpido”, uno de los “más emblemáticos representantes del 1%”.

Las reacciones van desde el escándalo más visceral, hasta la dejadez apocalíptica. Sin embargo, algunas pocas voces se dan tiempo para pensar: ésta no es una anomalía democrática, sino su cúspide en cuanto coartada para el desarrollo capitalista y neoliberal; la victoria de Trump no sólo refleja el poco interés que la democracia representativa al uso despierta en los ciudadanos, sino también en qué medida el descontento general es movilizado ya no por la izquierda sino por los peores fantasmas integralistas. Asimismo, refleja la manera en la que el proceso democrático es absorbido de lleno por la lógica publicitaria. Un escenario muy parecido al que ya se vio en otras latitudes y para el cual aquello que alguna vez llamamos la izquierda no sólo se ha quedado muda, sino también inmóvil.

Y sin embargo… se mueve. Al día siguiente de las elecciones, una pequeña serie de protestas se dieron lugar en ciudades relativamente progresistas y terminan en una noticia que parecería de ficción (del Deforma, del Mundo Today, de esas publicaciones que nos hacen ver que en estos días la tragedia y la farsa son simplemente simultáneas). Ciudadanos de California están pensando en la secesión del Estado Norteamericano.

Secesión es pues, la escisión, una manifestación del deseo a ya no ser gobernados de la manera en que se nos gobierna; pero aún más, es la negación misma de las reglas del juego, para inventar otro. No es la separación del Estado; es la fundación de otro mundo.

 

2

A propósito de la secesión, el Comité Invisible, dice que:

Hacer secesión es habitar un territorio, asumir nuestra configuración situada del mundo, nuestra manera de permanecer en él, la forma de vida y las verdades que nos abarcan, y desde ahí entrar en conflicto o en complicidad. Es, por lo tanto, vincularse estratégicamente con las demás zonas de disidencia, intensificar las circulaciones con las regiones amigas, sin preocupación por las fronteras. Hacer secesión es romper no con el territorio nacional, sino con la geografía existente misma. Es trazar otra geografía, discontinua, en archipiélago, intensiva. (Comité, 2015:171)

A este respecto, luego de que el 28 de marzo de 2010 mataran a su hijo en Temixco, Morelos, el poeta Javier Sicilia hace pública su ruptura con la poesía:

«El mundo ya no es digno de la palabra/nos la ahogaron adentro/como te asfixiaron/como te desgarraron a ti los pulmones/ y el dolor no se me aparta/ sólo queda un mundo./Por el silencio de los justos/sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo/el mundo ya no es digno de la palabra, es mi último poema, no puedo escribir más poesía… la poesía ya no existe en mí».1

Luego de esta renuncia, sin embargo, Sicilia no se quedó mudo. Al cabo de poco tiempo, se volvió la cabeza reconocible de el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que hizo visible y audible el cuerpo y la voz de cientos de familiares de personas asesinadas y desaparecidas durante la guerra que Felipe Calderón desatara con increíble imprudencia en contra de los narcotraficantes. Una guerra que cada día se recrudece hasta cubrirlo todo.

Así, en palabras -que cito de memoria- del poeta Eduardo Vázquez: “Ante su dolor, el poeta dejó la pluma y puso su cuerpo a andar sobre el cuerpo de un país lastimado; y en ese andar ofreció un escenario para la expresión de otras voces”. ¿Qué encuentro aquí de relevante? 1. El poeta comprende que hay una dimensión de su tragedia personal que involucra a una comunidad mayor; 2. El poeta entiende que sus medios de expresión usuales no pueden abarcar la cualidad del acontecimiento; 3. El poeta entiende que no basta con su palabra: su cuerpo y su voz necesitan exponerse a la intemperie de lo real; 4. No existe escenario ficticio que pueda dar cuenta del acontecimiento, no se puede metaforizar ni representar el “cuerpo adolorido del país”; 5. Sobre ese espacio real el poeta genera un escenario capaz de distribuir de manera distinta las tensiones de los poderes en juego en el propio país; 6. Este escenario sólo cobra sentido si deja resonar otras voces, si deja expresión para otros cuerpos; 7. En tiempos de emergencia la materia prima del artista no es la estética sino un uso intensivo de la poética: la reinvención de la política,

Esta separación supone para mí un paradigma para ponerme a pensar en qué posibilidades tiene el arte en un país como el nuestro. Se trata de una ruptura que, aunque no es todavía una secesión, ya aspira a reacomodar el orden del juego.

¿Qué requisitos podría requerir cualquier secesión para su proceso de realización?

Pondré aquí dos, que plantean, a su vez, una serie inmensa de pormenores que no daría tiempo de dar cuenta ahora. Pero, por lo pronto, vayamos hacia la organización y la autonomía.

 

Organización

1

Ciudad de México, 5 de octubre. Escribo estas líneas con lápiz, apresuradamente, lleno de adrenalina, tras haber leído los encabezados de la misma noticia en varios periódicos y en las redes. Una joven, Karen, a quien se ha buscado intensamente en la última semana, ha aparecido. Muerta. Pero, aún más, los asesinos han metido su cuerpo en una maleta. Y aquí estamos, en un capítulo más de nuestro necroteatro cotidiano. Necroteatro es un término que ha acuñado Ileana Diéguez para poder articular el espanto de las acciones que un día sí y otro también, nos presentan los amos y señores de mi país. No sólo se trata de criminales organizados, sino también alcaldes, policías, servidores públicos y gente común. De manera que la pregunta que recorre las charlas cotidianas es “¿Hasta cuándo?”. En todos sentidos: “Hasta cuándo seguirá el horror”, “Hasta cuándo lo soportaremos”, “Hasta cuándo estaremos a salvo nosotros, nuestros cuerpos y los cuerpos de quiénes amamos”.

Vivimos, pues, en un hiato. Más concretamente, en una apnea. Allí donde el respirar se detiene y, potencialmente, como el gato de Schrödinger, estamos vivos y muertos al mismo tiempo. ¿Qué se encontrarán quienes abran la caja-valija en la que estamos cautivos? ¿El cuerpo de Karen? ¿El mío que aún respira?

La pregunta surge: ¿pero quién queda afuera? Realmente hay algún afuera para esta circunstancia. ¿Hay público para esta función o, como en el sueño dadaísta, alguien de la escena tomará una pistola y la disparará contra la sala de butacas, eliminando de una maldita vez la función histórica del proscenio de los teatros cerrados?

Es decir, donde todo (incluso la muerte) es público, ¿qué es el público?

En el libro, Condolerse, Elda L. Cantú da cuenta de que “La madre de un niño de cuatro años escribirá en facebook lo difícil que es tirarse al suelo en medio de la función de circo mientras su hijo reclama: ¿por qué me trajiste a este circo del terror, mamá?” (Hernández, 2015: 93)

 

2

Desde hace tiempo, se me hace imposible hablar del cuerpo. ¿Cómo hablar de él cuando se le conoce tan sólo por fragmentos? Como en la escuela y la distribución en órganos, aparatos y sistemas; en el arte contemporáneo y su voluntad de troceo; y, más recientemente, en lo que los medios cuelan a nuestros ojos cotidianamente: brazos que salen de una bolsa, cabezas envueltas, piernas que se fugan de un sarape, restos ya invisibles de la disolución en ácido. Pero, aún más, ¿por qué el cuerpo? ¿No habíamos ya pensado con Spinoza que el cuerpo es, finalmente, una composición de cuerpos; que es una transición entre lo que las fuerzas pueden componer y lo que pueden descomponer?

Así, pues, hay cuerpo en el cuerpo humano, pero también en las células, en las moléculas, tanto como en las instituciones molares. En todo caso, decía Spinoza, a un cuerpo lo conocemos por lo que puede afectar y por aquello que lo puede afectar. Por lo que le incrementa o le resta potencia. Y dijo también que, en todo caso, estamos ante pasiones alegres cuando la potencia (de composición) aumentaba y pasiones tristes cuando la potencia (de composición) disminuía.2 Pues bien, a mí hablar de cuerpo me pone muy triste.

Así que no me queda más que viajar en la escala de composición:

Lo propio de la situación a la que una comuna se enfrenta es que, al entregarnos enteramente a ella, encontramos siempre más de lo que ha llevado a ella o de lo que buscamos en ella: encontramos con sorpresa nuestra propia fuerza, un vigor y una inventiva que no nos conocíamos, y la felicidad que hay en habitar estratégica y cotidianamente una situación de excepción. En este sentido, la comuna es la organización de la fecundidad. (Comité, 2015: 236-237, subrayado del autor).

El Comité Invisible deja ver por qué me llena más de fecundidad hablar de comuna.

La comuna, pues, es un cuerpo, pero a la vez es un cuerpo que no puede ser individualizado; un cuerpo que siempre eleva a un nosotros como sujeto de la acción; acción transitiva siempre, constructivista siempre. Otra vez el CI:

La comuna es pues el pacto para confrontar juntos el mundo. Es contar con las propias fuerzas como fuente de la propia libertad. No es a una entidad a lo que aquí se hace referencia: es una cualidad de vinculación y una manera de estar en el mundo. (Comité, 2015: 216)

Se puede hacer comuna bajo un montón de motivaciones: las madres de Plaza de Mayo, se conformaron como una comunidad del dolor; así como el Movimiento por la Paz y Justicia con Dignidad fue una comuna de consuelo: “Creo que lo que podemos aprender es que el miedo no se supera en soledad, sólo se supera haciendo en colectivo, poniéndose en colectivo, poniéndose en movimiento. La angustia y el dolor sólo se superan haciendo. Ante el miedo paralizante, el movimiento colectivo”, afirma Raúl Zibechi (Zibechi, 2015: 20)

Porque hay que reconocer que este hacer no es un simple cambio de ideología, es un movimiento pos-hegemónico. Es decir, se trata de una reunión que inicia en respuesta a la contingencia, pero que se va encontrando en la implicación y complicación del hacer concreto; se trata de una experiencia que toca los afectos de los cuerpos, no sólo en reacción a los efectos hegemónicos, sino en construcción de otras afectividades, otras formas de vida y relación. (Véase Beasley-Murray, 2010)

Todo esto, llevaría a pensar en quiénes, en las prácticas artísticas, pueden conforman La(s) comuna(s) y el nivel de desarrollo posible de ésta(s):

En primer lugar, quienes llegan a los espacios artísticos oficializados, a los teatros cerrados, y que, como veremos, hasta cierto punto son capaces de resguardar algo de autonomía: qué se puede hacer allí juntos, en el escaso tiempo de reunión; qué se ensaya, que se destituye, qué se instituye. Se trata, hay que tenerlo muy presente, de espacios sumamente volátiles, en donde el encuentro no permite decantar relaciones; acaso mapear, investigar modelos de acción, hacer breves diagnósticos y sutiles pronósticos. Se puede llegar a tocar los afectos, pero difícilmente integrarlos. Son laboratorios de diagnóstico y ensayo.

En segundo término: qué pasa cuando se piensa en otros tiempos, más largos, más reposados y en los propios espacios de tensión vital. Si nos concentramos más allá de las reacciones del sistema nervioso, se puede pensar en procesos largos de inmersión con la gente, en la que el objetivo sea alcanzar a mapear los habitus de las personas, así como tratar de comprender las ideas y acciones en que encarnan. De manera que se pueda dialogar al nivel de los afectos e intentar acciones de desvío o resilencia. (Uso esta palabra allí donde por ejemplo, la memoria se vuelve una problemática a atender).

Ahora bien, la configuración de acciones al nivel de comuna puede contemplar las acciones más cotidianas, el asunto está en cómo se componen, como se hacen una constelación; en la manera poética en que una práctica artística pueda ponerlas en relación:

Dormir, luchar, comer, cuidarse, hacer una fiesta, conspirar, debatir, dependen de un solo movimiento vital. No todo está organizado, todo se organiza. La diferencia es notable. Una apela a la gestión, la otra a la atención: disposiciones altamente incompatibles. Relatando los levantamientos aimaras a comienzos de los años 2000 en Bolivia, Raúl Zibechi, un activista uruguayo, escribe: “En estos movimientos la organización no está separada de la vida cotidiana, es la vida cotidiana desplegada como acción insurreccional.” (Comité, 2015: 95).

 

Autonomía

1

Monterrey, 2014. Me encuentro con mi viejo amigo Gerardo Moscoso, quien huyó del ambiente teatral de la Ciudad de México y formó un grupo teatral, para adolescentes, adultos y gente de la tercera edad, llamado La gaviota en Torreón, Coahuila, uno de los lugares que se volvió epicentro del dolor de los últimos años. Me cuenta: “Tenemos el teatro Salvador Novo, donde primero comenzamos escuchando balaceras a mitad de los ensayos. Luego, algunos días, veíamos que había gente con armas apostados, arriba del teatro. No sabíamos si eran los policías o los criminales. Teníamos que esperar a que pasara la balacera para meternos al teatro y desear con todas nuestras fuerzas que no regresaran ese día”.

Sin embargo, Gerardo recalca: “nos hemos negado a cerrar las puertas del teatro a pesar de que estamos en la línea de fuego, a pesar de que constantemente escuchamos las ráfagas de metralleta: nos hemos negado a cerrar el espacio y dárselo a la violencia. Y le digo esto porque por ejemplo el museo de la ciudad fue ocupado por el ejército y ahora es un cuartel, pero si uno cede los pocos espacios que quedan para contrarrestar eso ¿qué nos queda?”.

Gerardo, ginecólogo gallego, llegó en 1977 a México, luego de huir a Francia y Suiza “expulsado oficialmente por el Estado español”; en los años ochenta, a causa del desconocimiento general y por su vena altruista, durante una operación adquirió el virus VIH del que es tenaz superviviente. México fue su lugar de recaída, de sobreviviencia. ¿Su idea de teatro?: “Se trata de convertir al espectador-consumidor, en espectador activo”, lo cual no lo logra moviendo a la gente de las butacas, sino mucho antes: reuniendo a la gente para hacer teatro juntos.

2

El filósofo italiano, Giorgio Agamben propone el término campo como paradigma para plantear una forma de gobierno de los cuerpos encarnada por el capitalismo, aunque históricamente sólo realizada por el régimen nacional socialista alemán. Lo que significa que campos en términos históricos sólo hubo durante el régimen nazi, pero que como forma conceptual, como virtualidad capaz de actualizarse de otras maneras históricas, aún tiene operación. De esta manera, Agamben dice del campo que:

es una parte de territorio que está fuera del ordenamiento jurídico normal, pero no es simplemente, por esto, un espacio externo. Lo que está excluido en él es, según el significado etimológico del término excepción (excapere), tomado fuera, incluido a través de su misma excepción. Pero lo que, de este modo, está ante todo aprehendido en el ordenamiento es el mismo estado de excepción. El campo es, así, la estructura en la cual el estado de excepción, sobre cuya posible decisión se funda el poder soberano, puede realizarse establemente. (Agamben, 2001: 39).

Llevaría un tiempo que no tenemos vincular esta descripción con las importantes reflexiones acerca del homo sacer y la soberanía que el filósofo italiano ha desarrollado, pero baste aquí con señalar que en el estado de excepción, el soberano tiene el poder legal (paradójicamente suspendiendo la legalidad) de hacer morir al homo sacer, es decir, al humano despojado de todo atributo, de todo vínculo con su forma de vida: nuda vida. De manera que: «Sólo porque los campos constituyen, en el sentido que se ha visto, un espacio de excepción, en el cual la ley está suspendida integralmente, en ellos todo es verdaderamente posible.» (cursivas del autor).(Agamben, 2001: 39)

El sitio, el lugar, en el que todo es posible y donde a los cuerpos les ha sido extraída su forma de vida.

Existe [en Latinoamérica], dice Raúl Zibechi, una economía policial, digamos, que permite a los cuadros represivos saquear a los más pobres (robándoles los pocos bienes que tienen y hasta la vida) y beneficiarse a la vez de todos los negocios que amparan (desde el narco hasta la prostitución y el tráfico de armas y órganos) sin ser molestados ni por las clases medias ni por los grandes empresarios (…) gozan de autonomía relativa para regular el trabajo. (Zibechi, 2015: 18)

 

Ahora imagino: ¿habrá alguna posibilidad de revertir el proceso productivo de la nuda vida, de devolver a los cuerpos, por decir, su valor de uso, su territorio y su lenguaje (Marx)? ¿No es, precisamente, el arte el campo que la modernidad ha preservado para que allí también, todo sea posible? ¿No es la autonomía del campo, su pharmakos, su veneno pero también su propia potencia? ¿Qué quieren algunas prácticas escénicas que salen del espacio autonomizado para regar su autonomía en los devenires cotidianos? Propongo que se trata de la instalación de contra-campos, de espacios donde el zoon politikon que somos cada uno, retome el poder de su cuerpo, su palabra, su memoria, su capacidad estética en la construcción de cada forma de vida en su relación con cada otra vida.

Pero demos otra vuelta al concepto de autonomía: Se trata de un término que engloba, según Mabel Thwaites, diversos niveles, a saber:

Autonomía del trabajo frente al capital

Autonomía frente a organizaciones colectivas anquilosadas: partidos o sindicatos

Autonomía con referencia al Estado

Autonomía de las clases dominadas frente a las clases dominadas

Autonomía social e individual

(en VV. AA, 2011: 157-158)

De manera que autonomía significa aquí, no solamente hacer lo que uno quiere hacer, sino, principalmente, pensar por fuera del Estado y de las coordenadas de la realidad del sistema de interés y ganancia y actuar en consecuencia. Se trata, asimismo de inaugurar “espacios-tiempos en disputa, interpenetrados por el otro, de modo que la imagen de una fortaleza asediada no sirve para describir el conflicto real en curso, ya que se trata de territorios gelatinosos, con límites imprecisos, porosos, cambiantes”. (VV. AA, 2011: 245)

Pero, para la gente de las artes, autonomía también significa la posibilidad de pensar por fuera de la contingencia.

Autonomía, en todo caso, no significa autismo, porque como dice otra vez el CI:

La comuna no se contenta con enunciarse para sí misma: lo que tiene la intención de poner de manifiesto al tomar cuerpo, no es su identidad ni la idea que se hace de sí misma, sino la idea que se hace de la vida. Por lo demás, la comuna no puede crecer más que a partir de su afuera, como un organismo que vive sólo de la interiorización de lo que lo rodea. La comuna, precisamente porque quiere crecer, sólo puede alimentarse de aquello que no es ella. En el momento en que se aísla del exterior, periclita, se devora a sí misma, se interdesgarra, se vuelve átona o se entrega a aquello que los griegos denominan a escala de su país entero “canibalismo social”, y esto precisamente porque se sienten aislados del resto del mundo. (Comité, 2015: 221)

La autonomía permite hacer alianzas para recuperar fuerzas pero, asimismo, permite mostrar lo que la rebasa, lo que es, necesariamente inapropiable. Esto es fundamental, pues la vida de la comuna y su posibilidad de engranaje con otras comunas, reside en su potencia de desapropiación, de estar por fuera del principio básico del pensamiento del capital: la propiedad privada.

En su libro Los muertos indóciles, Cristina Rivera Garza habla de una necroescritura, una escritura capaz de responder al estado de guerra mexicano -y, cada vez más, global-, en el libro, uno de los procesos de escritura es justamente, la desapropiación. La desapropiación implica, por una parte, poner entre paréntesis las pulsiones autorales de originalidad y autoridad y, por otra parte, la capacidad de recoger las múltiples voces que no tienen espacio para enunciarse. Una escritura como la de Sara Uribe, que en Antígona González, escribe:

Todos esos duelos que se esconden tras los rostros de las personas que nos topamos. Al escuchar el timbre entro al salón y paso lista. Fulanito de tal. Presente. Fulanito de tal. Presente. Fulanito de tal. Presente. El ritual de las jaculatorias. Lo cierto es que las más de las veces ni siquiera escucho las voces de mis alumnos respondiéndome. Por cada nombre que pronuncio, una segunda voz que no es mía, ni de nadie, que solamente está ahí, como un eco perti­naz, replica:

Tadeo González. Ausente.

Tadeo González. Ausente.

Tadeo González. Ausente.

(Uribe, 2012:53)

Así, la autonomía de la comuna implica un ejercicio de desapropiación.

 

Secesión, otra vez

1

Madrid, 16 de noviembre. Esta noche tuve un sueño. Iba con un grupo de amigos y a lo lejos veíamos cómo alguien, en el patio de una casa, disparaba contra los habitantes. Llevaba una cuerno de chivo y me sorprendía de que sus disparos al azar no nos hubieran alcanzado. Más adelante, un asalto. Un amigo se ponía a tomar fotos del evento, mientras los ladrones nos apuntaban. Huíamos e intentábamos llegar a alguna salida. Veíamos a mucha gente formada en distintas filas, nos sumábamos a alguna de ellas, para darnos cuenta luego de que esas filas estaban tomadas por los criminales: todos estábamos secuestrados por ellos y las filas eran para acomodarnos en las habitaciones de su casa de seguridad. Me daba cuenta de la circunstancia y me decía “entonces así es; así acaba todo. No pude zafarme”. Luego, en una vuelta de tuerca de la serie -pues este es un sueño recurrente que casi siempre termina aquí-, logro hacerme de un arma, dispararla, matar a uno de los captores e intentar el escape definitivo.

Al despertar, leo:

“Los tentáculos del exgobernador fugado del Estado mexicano de Veracruz Javier Duarte de Ochoa alcanzan España. El empresario Moisés Mansur Cysneiros, considerado prestanombres (testaferro) del dirigente, adquirió en 2014 una vivienda de lujo en el corazón de Madrid. La casa tiene una superficie de 403 metros y fue comprada por cuatro millones de euros a través de una sociedad patrimonial…

Radicada en un edificio señorial de principios del siglo XX, la súper vivienda de Mansur en Madrid ocupa la tercera planta de un exclusivo bloque de siete alturas en el número 24 de la calle Alfonso XII. La zona es una de las más caras de la capital española. El metro cuadrado se llega a pagar a 10.000 euros.” (Nota del diario El país)

Si ustedes recuerdan, entre 1933 y 1939, Charlotte Beradt recopiló una serie de sueños de sus allegados alemanes, que presentaban una serie de imágenes inquietantes anteriores a la captura y huida de los judíos en Alemania. Un sismógrafo del porvenir.

 

2

Cuenca, 19 de octubre. Camino por las pendientes estrechas que llevan al barrio histórico. Pendientes pronunciadas de pronto sorprendidas por una pequeña fuente o un desvío inesperado. Mi cuerpo-memoria (el término es de Grotowski) reacciona: mis primeros pasos en las pendientes de Zacatecas, Taxco o Guanajuato. Ciudades emblemáticas mexicanas, donde encontró su cenit la acumulación originaria global y extractiva, y donde la alucinación de los conquistadores quiso fundar El Dorado o la tierra de Midas, donde todo fuera puro oro. Imagino, entonces, ante la sobriedad de las edificaciones de Cuenca, lo que de fantasía onírica tienen las ciudades mexicanas: no sólo una base material nostálgica, al reproducir cierto tipo de arquitectura “de casa”, sino también la soltura del sueño colectivo que iba desde la riqueza sin límites hasta el encuentro con el paraíso perdido.

Recuerdo, entonces que para poder articular la novedad de lo que sus ojos miraban al arribar a Tenochtitlán, Bernal Díaz del Castillo, no tiene otra opción que recurrir a la fantasía:

nos quedamos admirados y decíamos que parecía a las cosas y encantamiento que cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cues [templos] y edificios que tenían dentro del agua, y todas de cal y canto. Y aun algunos de nuestros soldados decían que si aquello que veían era entre sueños. Que no sé cómo lo cuente, el ver cosas nunca vistas ni oídas y aun soñadas, como vimos. (Díaz, 2014: 39)

Así, pues, “entre sueños” aparece el mundo nuevo; sueños que, al cabo de confrontarse con el principio de realidad, van generando un combate entre deseo y realidad:

Estaban todas las paredes de aquel adoratorio tan bañadas y negras de costras de sangre y asimismo el suelo, que todo hedía muy malamente. Todo estaba lleno de sangre, así paredes como altar, y era tanto el hedor que no veíamos la hora de salirnos fuera. (Díaz, 2014: 61)

¿Hubo alguien que soñara, al margen de la magnificencia y brillo de las ciudades tenochcas, también su pulsión de muerte?

 

Sabemos que del lado mexica, sí que hubo fantasías acerca del encuentro con los conquistadores:

El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una  voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros: ¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder… e otras veces decía: Oh hijos míos ¿a dónde os podré llevar y esconder. . . ? (…)

Y tornando segunda vez Motecuhzoma a ver y admirar por la diadema y cabeza del pájaro vio grande número de gentes, que venían marchando desparcidas y en escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra, y batallando unos contra otros escaramuceando en figura de venados y otros animales, y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos que eran tenidos por sabios. (León Portilla, s/f: 26)

Presagios que quedaron, finalmente, registrados como documentos:

En los caminos yacen dardos rotos,

los cabellos están esparcidos.

Destechadas están las casas,

enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

y en las paredes estan salpicados los sesos.

Rojas están las aguas, están como teñidas,

y cuando las bebimos,

es como si bebiéramos agua de salitre.

Golpeábamos, en tanto los muros de adobe,

y era nuestra herencia una red de agujeros.  (León Portilla, s/f: 10)

3

Qué significa que América haya sido el sueño de Europa, qué significa que América sea hoy la profecía de Europa

4

Y sin embargo,

Toda comuna crea un territorio político que se extiende y se ramifica a medida que crece. Y es durante este movimiento que dibuja los senderos que conducen a otras comunas, que teje las líneas y los vínculos que forman nuestro partido. Nuestra fuerza no nacerá de la designación del enemigo, sino del esfuerzo hecho para entrar unos en la geografía de otros. (Comité, 2015:248 )

No se hace comuna con el sueño del enemigo. No se hace comuna con el miedo. Pero tampoco se hace comuna sin saber que el enemigo también sueña y se mete en nuestros sueños. Por eso, la comuna no puede ser un sueño, sino la designación de un territorio que despliega toda su potencia actual. Una zona en donde ya los sueños se realicen de una sola vez:

Ya no hay que escoger entre el cuidado procurado a aquello que construimos y nuestra fuerza de impacto político. Nuestra fuerza de impacto está hecha de la misma intensidad de aquello que vivimos, de la alegría que emana de ello, de las formas de expresiones que se inventan en ella, de la capacidad colectiva de resistir la prueba que ella atestigua. En la inconsistencia general de las relaciones sociales, los revolucionarios deben singularizarse por la densidad de pensamiento, de afección, de agudeza y de organización que son capaces de poner a la obra, y no por su disposición a la escisión, a la intransigencia sin objeto o por la concurrencia desastrosa sobre el terreno de una radicalidad fantasmática. Es por la atención al fenómeno, por sus cualidades sensibles, que serán capaces de devenir una potencia real, y no por coherencia ideológica. (Comité, 2015: 210-211)

Hacer secesión es darse cuenta de que no hace falta mayor protocolo para fundar un mundo, que existe la fuerza de nuestros afectos, que tenemos el campo minado de nuestras diferencias. Nadie ha dicho que la democracia -si ese título aún nos interesa- sería el fin de los conflictos; la democracia es la arena donde la alegría se pone por encima de las objeciones, donde el diálogo no cesa, donde el desacuerdo se desapropia de la defensa de las autorías en nombre del bien común.

Pero, ante todo, la fundación del mundo que la secesión suscita, no requiere más que el concurso de nuestra potencia poética.

En medio de las selvas, los bosques o las ciudades que jamás habían conocido los pies europeos, en los primeros años de la Colonia americana, se oyeron unos murmullos, unos sonidos que ni los árboles, ni los animales, ni los ríos, ni los habitantes podían comprender, pero que marcarían, sin embargo, su suerte. Esos sonidos, se escuchaban así:

De parte del muy alto y muy poderoso y muy católico defensor de la iglesia, siempre vencedor y nunca vencido el gran Rey don Fernando V de España de las dos Sicilias, de Jerusalén, de las Islas y tierras firmes del Mar Océano,etc. tomador de las gentes bárbaras, de la muy alta y poderosa Sra. la Reina Doña Juana, su muy cálida y amada hija, nuestros eñores, yo Dávila su criado, mensajero y capitán, los notifico y les hago saber como mejor puedo:

Que Dios nuestro señor único y eterno, creó el cielo y la tierra, un hombre y una mujer de quienes nosotros y vosotros fueron y son descendientes y procreados y todos los de después de nosotros vinieron, mas la muchedumbre de la generación y de esto ha sucedido de cinco mil y mas años que el mundo fue creado, fue necesario que unos hombres fuesen de una parte y otros fuesen por otra y se dividiesen por muchos reinos y provincias de que una sola no se podrían sostener ni conservar.

(…)

Uno de los pontífices pasados que en lugar de este mundo, hizo donación de estas Islas y tierras firmes del Mar Océano, a los ricos Rey y Reinas y a los sucesores en estos reinos, con todo lo que en ellas hay según se contienen en ciertas escrituras que sobre ellos basaron, (…)

Por ende, como mejor puedo os ruego y requiero que entendais bien lo que he dicho, y tomeis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuere justo y reconoscais a la Iglesia por Señora y Superiora del universo mundo y al sumo pontífice llamado Papa en su nombre y al Rey y la Reina nuestros señores en su lugar como Superiores y Señores y Reyes de esta isla y tierra firme por virtud de la dicha donación y consentais en ese lugar a que estos padres religiosos o declaren los susodichos.

Si así lo hicieres te ha de ir bien y aquello a que estas obligado, y sus altezas en su nombre los recibirán con todo amor y caridad, (…)

Si no lo hicieres o en ello dilación maliciosamente pusieres, os certifico que con la ayuda de Dios entraré poderosamene contra vosotros y os haré guerra por todas las partes y maneras que tuviere y sujetaré al yugo y obediencias de la iglesia y de sus Altezas y tomaré vuestras personas y las de vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos y como tales los venderé y dispondré de ellos como su Alteza mandare, y os tomaré vuestros bienes, y os haré todos los males y daños que pudiere como a vasallos que no obedecen y que no quieren recibir a sus señor y le resisten y contradicen y protesto de los muertes y daños que de ellos se registraren serán a culpa vuestra y no de sus Altezas ni mía, ni de estos caballeros que conmigo vinieron y de como lo digo, requiero, pido al presente Escribano que me lo de como testimonio firmado y a los presentes ruego que de ello sean testigo”.3

Este Requerimiento “se leía ante árboles y chozas vacías donde no había ningún indio. Los capitanes pronunciaban para sí mismos sus frases teológicas en las afueras de las aldeas mientras los indios dormían” (cit. en Williams, 1990: 92). A veces los invasores leían el documento solo después de haber hecho prisioneros a los nativos” (Beasley-Murray, 2010: 24). De manera que se leía para nadie, pero como buen performativo, inauguraba un régimen donde el espacio y el tiempo eran repartidos de manera distinta, donde los cuerpos y las voces tenían nuevos valores. Leer el Requerimiento inauguraba un mundo.

¿Si este acto performático, teatral, inauguró el despojo que hoy funda todos los demás, con qué actos y a qué fuerzas apelaremos para separarnos de la Ley del Requerimiento y fundar, autónomamente, alegremente, nuestras comunas provisionales?

 

BIBLIOGRAFÍA

-Agamben, Giorgio, 2001, Medios sin fin. Notas sobre política, Pre.textos, Valencia.

-Beasley-Murray, 2010, Poshegemonía: teoría política y América Latina, Buenos Aires.

-Comité Invisible, 2015, A nuestros amigos, Pepitas de Calabaza ed., Logroño.

-Deleuze, Gilles, 2001, Spinoza, filosofía práctica, Tusquets (col. Fábula), Buenos Aires.

-Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo II,

Biblioteca Saavedra Fajardo 2014 (Transcripción y corrección de Miguel Andúgar Miñarro a partir de: Bernal Díaz del Castillo. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Tomo II. Madrid: Imprenta de Don Benito Cano, 1796).

-Hernández, Saúl, 2015, Con/Dolerse, Surplus ediciones, Ciudad de México

-León Portilla, Miguel, s/f, Visión de los vencidos, Universidad Nacional Autónoma de México,

DGSCA, Coordinación de Publicaciones Digitales, México D. F.

-Rivera Garza, Cristina, 2013, Los muertos indóciles, Tusquets, México D. F.

-Uribe, Sara, Antígona González, sur+ editores, Oaxaca.

-VV. AA., 2011, Pensar las autonomías, Sísifo ediciones, Bajo Tierra, México D. F.

-Zibechi, Raúl, 2015, Latiendo resistencia. Mundos nuevos y guerras de despojo, El Rebozo, Oaxaca

 

Notas

1.  Visto en https://lastresyuncuarto.wordpress.com/tag/ultimo-poema-de-javier-sicilia/

2.    Para una síntesis de las ideas de Spinoza, véase Deleuze, 1981.

3.   Tomado de http://www.elortiba.org/doc/requerimiento.pdf