Más allá de la comprensión textual de la historia argumental, pienso que el valor del teatro se apoya en la construcción de un mundo vivo, que logre su poder expresivo a través de sus imágenes.
En ese sentido si bien me atrae el teatro que se conecta con los sentidos del espectador, creo que la palabra, lo textual, también construyen imágenes. No sólo por su referencia temática (en este caso al poder, a los vínculos familiares, al amor y a la idea del amor como sacrificio, a nuestra historia, al arte y a la imagen artística) sino también por la formación de esa textualidad: por los juegos gramaticales, el entrecruzamiento de refranes populares y jingles, junto a citas de textos constitutivos de nuestra cultura occidental (Ofelia, Macbeth, y fundamentalmente Antígona), y por las asociaciones (aún las más subjetivas) que despiertan algunas palabras.
Acerca del espacio
Hay un afuera (Espacio de la vastedad y la catástrofe) y un adentro (Espacio del encierro y del ahogo, La Cooperativa). Primera reducción.
Y hay un espacio de fricción y de nexo comunicante a la vez: La canaleta.
En ese espacio interior hay a su vez, dos espacios:
– El Espacio de Amina, espacio barroco, recargado de objetos, espacio de control. Espacio de un lenguaje científico. Amina es un texto sin emoción, enunciativo, jerárquico.
– El Espacio del escritorio, despojado, espacio del juego de las hermanas. Le corresponde una textualidad fluida. Ángeles con su lenguaje casi vertiginoso. Aurora, un texto casi afásico, dubitativo, que va construyéndose como un eco del decir de su hermana.
Entre los dos espacios internos no se puede pasar. El espacio a veces fricción, a veces nexo es el hombre.
En estas reducciones, el último espacio, el gran espacio reducido es la pecera con las dos ratitas, (reproducción interna del espacio escritorio).
En este sentido, el pescado funciona también como una reducción escénica del mundo de afuera y de la enunciación de plagas y “animales muertos al costado de la ruta, ahogados”.
Esta idea del espacio y de probar lenguaje fueron articulantes de la puesta. Probar, a riesgo sobre los lenguajes conocidos.
¿Cuánto se puede forzar la ficción sin que se rompan las tramas construidas, con la aparición de elementos y tiempos reales?
Este entrecruzamiento de ficción y un grado de hiper-realidad nos pareció estimulador para plantearnos cuál es la “realidad” propia del teatro.
Se trata de querer que una cosa sea lo más real posible y al mismo tiempo profundamente sugestiva o que abra áreas de sensaciones distintas de la simple representación. Esta idea tomada de Francis Bacon, define nuestra búsqueda. ¿Cómo crear en lo teatral una realidad donde, desde la distorsión y el barrimiento de lo” real-aparente”; se llegue a un registro sensible y propio de lo “real”?; o como expresa Peter Brook, “la vida, en una forma más concentrada”.
Un espacio real: el interior de una cooperativa. Unos pocos elementos: una caja, escritorios, ventiladores. Una boca-agujero sostenido por una viga-canaleta que comunica los dos espacios: el adentro y el afuera. Tres mujeres y la muerte, presente en escena en el cuerpo de un hombre. Una historia que acontece. Confesiones y revelaciones. Una historia de amor trágica. La formación de esa historia es también la formación de una realidad. El renunciamiento, como hecho fundante del amor, se revela en el espacio escénico. Simetría entre el texto y el uso de elementos, que refieren al pasado, pero que significan un “Puro Presente”: las fotos.
La exploración de puntos de vista cambiantes como generadores de densidad y multiplicadores de sentido.
Formas y hechos mínimos, azarosos, insignificantes, pero que reunidos dan la impresión de querer significar algo: el humo, el aire irrespirable, los ventiladores, la botellita de agua de Aurora, sus ataques, la asfixia, la rata colgando de un alambre, la exaltación de las bocas.
Los cuerpos como el lugar donde se inscribe la historia: las señales de la maternidad (el angelito dibujado en el vientre de Aurora) y de la muerte (las mordeduras en la ingle).
El afuera: Ravino, la cooperativa. Agua, lluvia, humo, animales muertos, ahogados, cuerpos atrapados en redes en los arroyos, sequías, calamidades. Un mundo cerrado, donde por entrecruzamiento de relatos se nos va revelando que los muertos desaparecen, y se entregan fotos en vez de sus cuerpos. Hay rumores. Se habla de una mordedura en la ingle. Sospechas. Pocos la vieron. Las fotos que se ven de las personas muertas son de cuerpos vestidos. ”La sobrevivencia como cuestión de sistema y no de corazonadas”.
El adentro: el amor fatal de Ángeles hacia Aurora. Su sacrificio, un “puro despilfarro de energía”. Todo es en exceso. Inútil. La desmesura del amor. El amor fundado siempre en un hecho sacrificial y casi demente. El amante produce un hecho monstruoso en principio, pero que obliga al otro, lo encadena. (Ángeles se deshace del cuerpo de Oli, cuerpo que encierra la única posibilidad de salvarse, por quedarse con su hermana). Cuanto más espantosos, salvajes y anormales sean esos actos fundantes, cuanto más se traspase la barrera de lo esperable, lo normal, lo aceptable, más poder se obtiene sobre el otro. Cuando se supone que alguien se espantaría por ser objeto destinatario de ese acto, ocurre que ese otro ya no puede resistirse. ¿Es halago y una razón de pura vanidad o una profunda necesidad?
La fricción: Amina, llevada por las circunstancias y la impaciencia, añade a la cadena de hechos inútiles un hecho desleal y perverso, (que se visualiza en el ahogo de la rata), pero de una profunda necesidad. Amina es la tercera mujer. Ella, que permanece sentada en el transcurso de toda la obra, es la encargada de enunciar las leyes del lugar y es quien toma las decisiones que determinan el final.
En este entrecruzamiento entre la monstruosidad del amor y la monstruosidad de un sistema, en este precario juego de desequilibrios, de necesidad de creencias y de confrontación con una realidad que las anula sistemáticamente, transcurre la vida en Ravino.