¿De dónde parte la formación del grupo y qué tipo de evolución se ha dado desde entonces?

ThAMÉ nace en Guayaquil con el gesto de nuestra primera creación ‘Imael’, en el 2006. Veníamos de vivir en Quito. Julio estuvo en Manabí durante 18 años; y los últimos 5 años fue parte del grupo Perros Callejeros; y Mariuxi había pasado 4 años en un intento de estudios escénicos: había tenido estancias en las escuelas de Malayerba y El Cronopio, por mencionar algunas. Era muy incierto si podríamos iniciar algo en Guayaquil; sin embargo comenzamos por una línea performática, nutrida del teatro antropológico. A ambos siempre nos interesó mucho explorar otros espacios y plataformas de presentación; así, siempre hemos intervenido en ferias, conciertos, en comunidades, intervenciones urbanas, manifestaciones defendiendo Cerros.

Actualmente nos siguen interesando las mismas cosas, pero la perspectiva ahora también es mirar esa transformación hombre-máquina, las nuevas tecnologías, el arte sonoro y cómo podemos crear trabajos colaborativos con otras disciplinas.

¿Cómo se sitúa frente al contexto teatral y/o artístico en el que trabaja? ¿Se considera representante o forma parte de alguna corriente que podamos considerar emergente dentro del panorama teatral actual?

Algún tiempo estuvimos enfocándonos en la experimentación escénica, pero ¿qué no lo es? Ahora tenemos el Butoh como una expresión de la cual nos nutrimos y deseamos difundir, pero le hemos dado un giro.

¿Cuál es su forma de producción? ¿Viven de su actividad artística? ¿A cuánto ha ascendido el coste de sus últimas obras?

Nuestra manera de producción es artesanal, casera, familiar, con hijos creciendo en medio de todo; entonces se vuelve permanente y orgánica. Nuestros sustentos económicos siempre están alrededor de lo artístico, dando clases, haciendo gestión cultural, teniendo shows que sean más accesibles, producciones multimedia (Mariuxi, sobre todo). Nuestras últimas obras tienen inclusión de audiovisuales, multimedias, social media.

¿Qué público recibe habitualmente sus trabajos y en qué tipo de espacios suelen presentarse?

Tratamos de llegar a todo tipo de públicos con diferencias de edades, sociales, culturales, de entornos. Los espacios son los ya mencionados, siempre esferas no convencionales.

¿Tienen algunas referencias teóricas o artísticas que les sirvan como interlocutores de su trabajo? ¿Creadores o pensadores han influido en su manera de entender la creación o sienten que los acompañan en sus procesos?

Antropología teatral, surrealismo, permacultura, estudio de las culturas precolombinas, del ecosistema bosque seco, pedagogías alternativas, misticismo oriental, ciborg, historia del arte. En cuanto a nombres: Eugenio Barba, Grotowsky, Antonin Artaud, Peter Brook, Kazuo Ohno, Tatsumi Hijikata, Ko Murobushi, Tadashi Endo, Kim ki duk, Park Chan Wook. En Ecuador: Héctor Cisneros, Carlos Michelena, Susana Reyes, Klever Viera, Susana Tapia…

¿Cuál es la importancia que suele tener en su trabajo el situarse en espacios no teatrales? ¿De dónde viene la necesidad de moverse a esos otros espacios?

La necesidad real nació porque en nuestra primera temporada en un teatro no asistió ni la familia, entonces en vez de esperar a que vinieran, decidimos que iríamos a espacios donde la gente se congrega, como un modo de crearles la necesidad de que algo escénico aparezca en otro tipo de eventos. De ahí también está la práctica que te permite crecer a través de presentación al otro. También sucede que en estos otros espacios, la comunicación se vuelve más directa con el público, pero también todo es más rudo, y uno como artista debe tener una capacidad de adaptarse, lo cual hace que el trabajo siga creándose en la práctica misma.

La escena puede entenderse como un espacio de creación, un modo de producir conocimiento o una forma de activismo social o político. ¿Con cuál de estas aproximaciones se sienten más identificados y por qué? Tal vez en un inicio primaba el activismo social y está fuerza devino en la génesis de Cerros Vivos, un grupo eco-cultural que llevamos desde el 2010 y que ha tomado una fuerza ciudadana que nunca nos imaginamos pero ahora el acto de creación es de donde estamos mirando.

Como hablamos de prácticas contextuales, pienso que sería interesante que profundicemos en la reflexión sobre la relación con el cerro Paraíso, donde trabaja Thamé Teatro de Artesanos, y sobre la activación que ustedes hacen en ese contexto y visceversa; es decir, pensar en cómo ese contexto los activa a ustedes. En una entrevista audiovisual que ustedes me facilitaron, Mariuxi habla de cómo los cuatro elementos que están en la Naturaleza y que aparentemente conocemos, el cerro los vuelve manifiestos -digamos- desnudamente en su potencia, en sus movimientos singulares.

Desde el inicio de ThAMÉ tuvimos una intención de buscar una estética propia, pero el detonante llegó de manera impensada. Al vivir por sincronía en un sector que colinda con un Bosque Seco Protector, es como si el cerro nos hubiese iniciado en vivir “la otra belleza de Guayaquil”. Una ciudad que hasta mis 25 años (refiere Mariuxi) creía que era solo de cemento, me dice que no, que ahí -en medio de ella- tienes un Paraíso (el sector donde viven y activan su trabajo lleva tal nombre). El encuentro con el cerro me llevó a una profunda crisis porque nos confrontó con nuestro propio discurso. Durante tres años no supimos exactamente que hacer, hasta que un día nació Cerros Vivos. Iniciamos, de esta manera, un ejercicio entre arte y política, una acción viva de participación ciudadana, apropiación de un espacio público y de crear una comunidad alrededor del cerro. Es como una relación en equilibro de dar y recibir con el cerro. Es nuestro espacio de laboratorio para expandir la sensibilidad, te inspiran las formas, los colores, los olores, los sonidos que luego devienen en creaciones.