En un potentísimo texto del filósofo húngaro afincado en Brasil, Peter Pal Pélbart lanza lo siguiente:
¿Qué es un individuo? Espinosa responde: un individuo se define por su grado de potencia. Cada uno de nosotros tiene un grado de potencia singular, el mío es uno, el suyo es otro, el de él es otro. Pero ¿qué es un grado de potencia? Es un cierto poder de afectar y de ser afectado. Cada uno de nosotros tiene un cierto poder de afectar y ser afectado. El poder de ser afectado de un burócrata, basta leer a Kafka para tener una idea clarísima. Y la capacidad de afectar de un artista, ¿cuál es?[1]
Lo que me interesa de la frase de Pélbart es la idea espinosista de afecto / afectación. Sin embargo, antes de desovillar por ahí el sentido, la misma frase de Pélbart se despliega de una palabra que, en primera instancia, al emplazarla en este territorio (el que se constituye y se abre ante nosotrxs gracias al proyecto La Dupla), muestra su dificultad de calzar (su imposibilidad de ofrecer completud del sentido) para nombrar al cuerpo siamés o lxs hermanxs siameses, pues este / estxs podrían definirse como un individuo que contiene a su vez a dos, o dos individuos que están confinados a compartir un solo cuerpo: una versión de individuo expandido o dos condenados a la imposibilidad de la frontera que separa del otro. Lo que marca una gran tensión en el cuerpo canónico: la distancia del otro, el borde; en su expresión exactamente inversa abre también un alboroto.
Por suerte, Pélbart, y por eso recurro a él, se queda con la idea espinosista y más allá de anudarnos en el individuo de modo convencional, habla de este por su grado de potencia. Partiendo de ahí, se me antoja hacer una ecuación básica: un cuerpo doble, o dos unidos en un cuerpo, implicarían una doble potencia o una potencia intensificada. En consecuencia, una afectación también doble intensificada. ¿De qué afectos es capaz un cuerpo?, dicen los ecos de Espinosa… pero aquí cabría preguntarse, ¿De qué afectos es capaz un cuerpo siamés? Y ¿cómo es afectado por el mundo un cuerpo/dos cuerpos juntos? Sin duda, la experiencia desde y ante el cuerpo está inscrita en el ámbito de lo sentido. Por eso, un cuerpo otro, abre al ámbito regular de lo sensible una capa nueva, y -por ende- también el sentido, en tanto significado, clama un nuevo despliegue, un ensanchamiento y/o eclosión.
El/lo otro. El/Lo que no cabe en nuestra retícula cultural y que de repente está ahí, pidiendo su paso. El/Lo otro que al dejarlo entrar en el espacio legitimado, lo pone en turbulencia y demanda su reinvención, el acomodo de sus fichas y, también, arrebata al lenguaje que predomina para nombrar sus sus componentes, sus relaciones… Y, asimismo, lo empuja -al lenguaje- a plantearse un sinnúmero de preguntas sobre la arbitrariedad de sus propios marcos, límites.
Pero más allá de lo dicho, hay, también, a mi criterio, otra pista en la cita inicial que me ayuda a entrar en La Dupla, y es que cuando el filósofo húngaro ejemplifica lo de los grados de potencia, se pregunta cuál es la capacidad de afectar de un artista. Y hago un alto ahí, porque efectivamente con la Dupla estamos ante un cuerpo siamés, que es lo que nos genera la dislocación, el arrebato. Pero me parece pertinente insistir en que estamos ante un cuerpo fabricado, un dispositivo ficcional que habitan dos artistas, pero que en su insistencia en él, desde él, se instala como un cuerpo que en su intención de hurgar verdaderamente, es capaz de producir afectos en el sistema vida a la vez que en el sistema del arte. Paulina León y Dolores Ortiz se vuelven una en La Dupla y, a su vez, despliegan una multiplicidad tal, que en más de un decenio de tránsitos, no hace más que dar cuenta de la actualización de su pertinencia en el presente.
Es por eso que La Dupla me causa asombro. Ante nuestra distancia con una zona de lo diverso que habitualmente no vemos, que no tiene rol protagónico en la gran teatralidad social, las artistas trazan un puente, para llevarnos allí, a esos lugares que no son aplanados por el orden y se sostienen desde mecanismos que provocan proliferación de lo sentido y el sentido, de subjetividades que escapan a lo dominante. Juntas han experimentado a tal punto, que la frontera entre arte y vida en este proyecto casi no existe, como tampoco existe el borde entre dos cuerpos condenados a la condición siamesa.
En el decurso con este personaje, quizás lo que más me interpela, o interpela a mi cuerpo, es la serie de materiales que han ido configurando. Desde los bocetos de la prótesis que las une (esta tecnología que permite la aparición del cuerpo nuevo y, con ello, el despliegue de lo poético), lo que como espectadores nos sitúa en la dimensión más ficcional del proyecto, pasando por la configuración de una serie de materiales que el mismo personaje doble provoca y requiere (como la serie de trajes que han creado estos personajes para poder vestir a este cuerpo doble; y generar una memoria de lo que vistieron -el rastro o la huella de lo que no ha sido, pero pudo ser); hasta llegar a las acciones que generan. Entre otras, me permito destacar su tránsito por una serie de islas del país en donde su gesto implicaba caminar en el espacio cotidiano en tanto cuerpo otro, sin anunciar que se trata de un personaje, al tiempo de presentar un video-documental ficcional, lo que sitúa al proyecto también en una especie de movimiento entre lo representacional y lo presentacional.
Justamente volviendo a su prótesis, la bota que las une, me interesa pensar en ella como una tecnología que permite el advenimiento de un cuerpo que, a su vez, provoca tanto un efecto inmediato, como el surgimiento de innumerables ecos del sentir que siguen teniendo vida en lo posterior al encuentro con este cuerpo doble que se para sobre ella, la bota. El director escénico italiano Romeo Castellucci, decía en una entrevista[2] que “la tecnología es importante cuando te permite conseguir revelar los cuerpos y los fantasmas que de otro modo no se podría realizar”. Y añadía, además: “La tecnología es peligrosa cuando no es invisible”. Curiosamente, aunque absolutamente visible esta tecnología diseñada para dar vida a este cuerpo siamés, resulta invisible ante los ojos del espectador, puesto que provoca que nos paremos ante él como si se tratara de un cuerpo que no proviene de la ficción. Así, el trabajo de Dolores Ortiz y Paulina León, sostiene una serie de dobles, que a su vez va propiciando otras multiplicaciones que le dan un valor en movimiento.
Los archivos que este cuerpo siamés han generado en este decenio y un poco más de acción, son los que a mi criterio acentúan la capacidad de afectación que tiene este cuerpo sobre el mío, sobre los nuestros, sobre el corpus social. Tales archivos provocan, al mismo tiempo, una apertura para documentar nuestras carencias, nuestros miedos, nuestras dificultades para nombrar a aquello que habitualmente forma parte de lo que calificamos como ominoso. Y en ese sentido convocan a revisitar nuestros archivos vitales que heredamos, que afianzamos y desde los que configuramos nuestras relaciones, para llevarnos a a subvertirlos, o al menos, a dislocarlos y provocar que demos pie a nuevas formas de expresión subjetiva, que impiden la limitación de la experiencia vital.
[1] Pal Pélbart, Péter. Poderiamos partir de Espinosa. Archivo Virtual de Artes Escénicas, 2008. Disponible en línea http://artesescenicas.uclm.es/index.php?sec=texto&id=182 [última consulta: 17 de enero de 2017]. La traducción de la cita es mía.
[2] Disponible en línea en https://www.youtube.com/watch?v=4mf0MFLBAiQ. [última consulta: 17 de enero de 2017]