Ofelia, chica porno, habla desde una cabina dedicada al peep-show.
Horacio, lisiado, tullido, envarado a causa de un aparato ortopédico,
habla desde el almacén donde vive y donde tortura a muñecas de
trapo. Le habla a esas muñecas de trapo y sufre.
OFELIA.-
Las mujeres desnudas somos como los muertos. Nadie puede dejar
de mirarnos. ¿Qué tendrán nuestros pezones y el pico peludo de
nuestro vientre? Qué cosa fatídica. Irremediable. Qué pestilencia. Y
qué tendrán los ojos que miran y miran y miran. Y si no estoy muerta
no me queda más remedio que estar desnuda. Estoy desnuda porque
no estoy muerta. Aquel día a punto de matarme y sin bragas. Sin
bragas. Allí empecé a trabajar. Todas las cabecitas mirándome. Igual
que ahora. Cabecitas. Otra moneda, otra, otra, otra, mírame,
mastúrbate, echa monedas hasta que me desnude del todo y te
ensucies la mano, mírame, mastúrbate, mírame desnuda para que
pierda la vergüenza cuando entre en la sala de autopsias.
HORACIO.-
Y yo matando gatos por tu culpa. El hombre del saco. Crustáceo
funerario. Cangrejo de luto. El que ahoga animalitos en la piscina de
tu rascacielos.
Desde aquel día no he encontrado un trabajo más digno. Matarife por
compasión. ¿Te has bañado en esa piscina? ¿Has disfrutado del agua
clara? Tú, la que ahora te ríes sin parar en ese burdel de juguete, tú,
la que antes sólo quería morir. !Morir! ¿Recuerdas? ¿Te has tragado
alguna vez un pelo de gato mientras nadabas? ¿Se te ha prendido
alguna uña rota en el bikini? No te puedes imaginar como se mueve
el saco antes de sumergirlo en el agua. Y no te puedes imaginar lo
quieto que está cuando lo levanto. Y sobre todo, no te puedes
imaginar la cantidad de lágrimas que derramo por esos pobres
animales. Así que hace un año te arrojaste por la ventana, con ganas
de morirte, y ahora te bañas en la piscina, te sobas las tetas en un
carrusel, y te ríes a carcajadas hasta enseñar las encías y una
dentadura brutal. Y yo desde aquel jodido día tengo que llorar, y
tengo que matar los gatos que molestan a tus vecinos, que te
molestan a ti, quinientas por gato, y a veces los cazo en otras
piscinas pero los ahogo en la tuya, y me pagan también por los gatos
que no te molestan. Y al final consigo comer, comer. Pero sólo
comeré en paz cuando sepa.¿Por qué te arrojaste por la ventana?
¿Por qué deseabas la muerte? ¿Por qué?
PRIMER INTERROGATORIO
ENCUENTRO EN EL PEEP-SHOW
Ofelia.- (Ríe a carcajadas…)
Horacio.-No sabes los gatos que tengo que matar para hablar
contigo. Sólo apretar el botón y llamarte me cuesta las cuatro patas
de un gatito negro. Así que haz el favor, contesta rápido,¿Qué es eso
de Ofelia? Nadie se llama así.
Ofelia.-Tengo buenas razones para llamarme Ofelia.
Horacio.-Si a ti te llaman Ofelia yo me llamaré Horacio.
Ofelia.-¡Horacio! Así llaman a los comodines.
Horacio.-Es un buen nombre para hablar con otro comodín.Con otra
sombra.
Ofelia.-Te equivocas. Aquí toda la luz es mía.Eres tú el que estás a
oscuras. Los que pagan siempre están a oscuras. Van a tientas,
sorteando las tinieblas, buscando algo que conteste a sus preguntas.
Algo que les llene de felicidad.
Horacio.-Y yo te pregunto,¿por qué trabajas aquí?
Ofelia.-Disfruto.
Horacio.-¿Te gusta?
Ofelia.-Me gusta
Horacio.-He visto a mujeres vomitando después de trabajar.
Ofelia.-Yo no vomito.
Horacio.-¿No has vomitado una sola vez?
Ofelia.-No.
Horacio.-¿No has odiado a tu jefe?
Ofelia.-No.
Horacio.-¿No has odiado a los hombres?
Ofelia.-No.
Horacio.-¿No has odiado este olor? Este olor insoportable.
Ofelia.-No. (Ríe.)
Horacio.-Te gusta.
Ofelia.- Me gusta. Es mi oportunidad. Nunca tuve buenas frases. Me
robaron el papel. Ni siquiera muero en escena.
.
Horacio.-¡No me hables de Ofelia¡
Ofelia.-Este es el teatro de Ofelia. Todas las palabras son de Ofelia.
Todas las braguetas, todas las pajas, todo el amor.
Horacio.-Todas las mentiras.
Ofelia.-Todos los locos. Pídeme.
Horacio.-Tu pasado. Quiero tu biografía.
Ofelia.-Arriba y abajo, mueve tu mano derecha.
Horacio.-No sé si amas a los animales. Pero si pudiera meter el saco
por la ranura, te darías cuenta de tu precio. Dos gatos, dos gatos
entregan su alma a causa de tu incompetencia.
Ofelia.-No puedo hablar más rápido.
Horacio.-¡Tu pasado¡
Ofelia.-Un padre, una madre, un colegio, un novio a los quince, un
polvo a los dieciocho…(Ríe.)
Horacio.-¿De qué te ríes?
Ofelia.-Los gatos… ¿Es una broma?
Horacio.-Esta madrugada cuando vuelvas a casa asómate a la
piscina, dejaré uno flotando.
Ofelia.-Calla, que horror…¿Por qué lo haces?
Horacio.-Ya empiezas a escuchar. Ya empiezas a entender. Y si
hiciera falta para que entendieras mejor, y con tal de no pasar
hambre, en vez de gatos sacaría a los niños de sus cunas y me los
colgaría al cinto como un manojo de perdices.
Ofelia.-Bueno, tu pagas, tu miras, tu insultas, tu amas. Cuando
salgas de esa cabina oscurísima, digas lo que digas, tendrás razón.
Horacio.-Lo dejo por hoy. Unas monedas para cenar. No hay que
pasar hambre. No hay que pasar hambre.¡Ah¡ Una moneda más. Una
cría recién parida para decirte, cuando veas a un mendigo en la calle,
empapado en meados propios y ajenos, con la polla al aire,
vomitando mocos, piensa, sólo piensa, que no nació así.
Ofelia.- ¿Te has masturbado? Horacio, ¿te has masturbado?
HORACIO.-
Lo hago por dinero. Sólo por dinero. Porque soy pobre y estoy
enfermo, y mi casa es oscura y húmeda, y mi alimento escaso. Y el
agua siempre sale fría, y comparto colchón con insectos corredores, y
el invierno es invierno a todas horas. En fin, los pobres,¿no has oído
hablar de los jodidos pobres? Y observo tu alegría, tu carcajada de
yegua, tu olvido, como si nunca hubieras querido morirte, como si
nunca te hubieras arrojado por una ventana, como si no existiera el
dolor, mi dolor. Y pensar que antes yo también me reía. Antes, antes,
antes… Antes de salvarte. Antes de que tus kilos me partieran los
huesos. ¿Por qué no te lanzaste otra vez? ¿Tan enclenque era tu
propósito? La ventana, la ventana… (dibuja una ventana imaginaria
en el aire). No siempre van a recogerte los brazos de un hombre
dispuesto a todo, no siempre va a destrozarse una osamenta para
que tu recuperes las ganas de vivir. ¡Ah¡ Me amarga tu capricho. He
esperado día tras día, con paciencia de columna, que volvieras a
intentarlo, he perseguido en tu cara un visaje de angustia, un pliegue
atormentado, la mueca del infortunio. Ja. Tu plenitud es un escarnio
para mi invalidez. Nada en ti justifica mi cuerpo roto, o mi sacrificio,
o mi penuria. Nada. Es decir, tus motivos no eran tan importantes,
podías haber prescindido de la ventana, no hay nada en el mundo tan
importante, daba igual, morir o no, había un pobre idiota debajo, uno
más que pasaba, uno que podía vivir sin espinazo, uno cualquiera, un
imbécil que extendió sus brazos de cuna para salvarte. Y a estas
alturas, desde mi caparazón, todavía me pregunto. ¿Por qué te
arrojaste por la ventana? ¿Por qué deseabas la muerte? Al menos
necesito saber eso para no aborrecerte tanto.
OFELIA.-
Y el hombre de los brazos fuertes me recogió. Supongo que era un
hombre, digo supongo porque no le vi la cara. Me ofuscó la
vergüenza. ¡Sin bragas, sin bragas¡ Desde un quinto y sin bragas,
qué vergüenza. Soltar una risotada y echar a correr,¿qué iba a hacer
sino? A nadie se lo pude contar. A nadie. Sólo después pensé en los
milagros, había sido un milagro, ningún hueso roto, ni un arañazo,
como se suele decir, y pensé en el hombre de los brazos fuertes, que
se quedó a oscuras, envuelto en las tinieblas, porque no le vi la cara,
como a ti, que tampoco te veo, a oscuras. Sigue mirando. Sigue
mirando. Te doy tanto por tan poco. Te doy un cuerpo recién nacido.
La piel.¿Hay algo más inocente, más raso, más indefenso que la piel?
En mi piel empiezo y en mi piel acabo. No te quejarás de honradez.
Aprovecha. La oscuridad te protege, te bendice, te encabrita, te hace
bueno, te proporciona el valor suficiente para ultrajarme. Desde esa
oscuridad que compras siempre te creerás mejor que yo. Pero yo
estoy viva, ¡viva!,mientras sigas mirando.
SEGUNDO INTERROGATORIO
ENCUENTRO EN EL PEEP-SHOW
Ofelia.- (Ríe a carcajadas.)
Horacio.- ¿Cómo te puedes reír tanto? ¿Cómo puedes ser tan idiota?
Tu estridencia me pone enfermo. Me revuelve el estómago.
Ofelia.- ¡Al convento¡ ¡Al convento¡ (Vuelve a reír.)
Horacio.- ¡Que barbaridad¡ ¡Qué tragazón¡ Quieres apoderarte de
todas las frases.¡Vaya comilona¡ ¿Qué ha pasado con tu falta de
apetito?
Ofelia.-A ti, Horacio, también te hubiera gustado ser más que un
oyente. Ahora que los protagonistas nos han abandonado tienes una
oportunidad. Habla.
Horacio.-Allá cada uno con sus complejos. Por lo que veo tú le has
dado una patada a la tristeza.
Ofelia.-Al diablo con el príncipe. Por fin Horacio y Ofelia se
encontraron y hablaron de sus cosas.
Horacio.- ¿A qué precio?
Ofelia.-Al que yo marco.
Horacio.- ¿Viste al gato, flotando en la piscina?
Ofelia.-No me asomé.
Horacio.-Ingrata. He perdido tres platos calientes por dejar al gato
en el agua. Ingrata. Ingrata.
Ofelia.- ¿Cuándo vas a empezar?
Horacio.- ¿Empezar?
Ofelia.-A masturbarte. ¿Lo estás haciendo?
Horacio.- ¿Es lo único que te importa?
Ofelia.-Es el orgullo de mi trabajo. De mi cuerpo.
Horacio.-Mi cuerpo, mi cuerpo, mi cuerpo…Por fin a Horacio y a
Ofelia les creció el cuerpo, como si el cuerpo fuera una planta que nos
siembran en el nombre. ¿Te gustaría ver cómo ha crecido el mío?
Ofelia.- Si no te masturbas me obligas a pedirte más dinero. El
tiempo pasa.
Horacio.- Más animales muertos, ¿sólo por hablar?
Ofelia.- Hablar es lo más peligroso.
Horacio.-Entonces, si te pago por hablar, si hoy me quedo sin comer
sólo por hablar contigo, si dices que por hablar nos asedia el peligro,
entonces tendrás que correr algún riesgo.
Ofelia.-¿Hay algo más inocente, más raso, más indefenso que la
piel?
Horacio.-Tendrás que contestar a mis preguntas.
Ofelia.-Vete a comer Horacio, come.
Horacio.- No puede ser. Ya está. Ya está. Ya han caído las monedas.
Pagar por enjaular a alguien. Pagar para que permanezcas presa en
esa cajita ridícula. Si no dejara de echar monedas podría tenerte ahí,
capturada, para siempre.
Ofelia.-Sería tu esposa.
Horacio.-Mi esclava.
Ofelia.-Y yo te pediría más de lo que puedes pagar. Y el esclavo
serías tú.
Horacio.-Esclavos los dos.
Ofelia.-Tú pagas, tu miras, tu insultas, tu amas, tu te quedas sin
comer. Soy una buena Ofelia, un cebo sin voluntad.
Horacio.- ¿A ti no te gusta mirar?
Ofelia.- Aquí toda la luz es mía.
Horacio.-Te aseguro que nadie puede pasar a mi lado sin mirarme.
Ofelia.- ¿Nos parecemos?
Horacio.- ¿No has mirado nunca hacia atrás, hacia un lado, hacia el
otro, para ver, ver a quién tienes cerca?
Ofelia.-No miro porque no le tengo miedo a nada. Puedo vivir sin
mirar.
Horacio.-Alguien te advirtió: teme, Ofelia, teme, la mayor seguridad
estriba en el temor.
Ofelia.-Me hice valiente.
Horacio.- ¿Qué te pasó?
Ofelia.-No lo sabe nadie. (Ríe a carcajadas.)
HORACIO.-
(Parodiando a la Ofelia de Hamlet.) Y yo, la más desconsolada y
mísera de las mujeres, que gusté algún día la miel de sus promesas.
Oh, dulce príncipe, veo ahora aquel noble y sublime entendimiento
desafinado. Oh, cuánta, cuánta, cuánta es mi desdicha de haber visto
lo que vi para ver ahora lo que veo. La ventana, la ventana! Que los
sepultureros vayan preparando sus herramientas y los esqueletos su
mejor baile. (Abandona la parodia.) ¡Ah¡ ¿Dónde están las niñas
doradas? Conservadas en llanto. Gritando en sus bañeras. ¿Dónde
están esas mandíbulas desesperadas? ¿Dónde? ¿Dónde están
aquellas niñas románticas, de ojos vesánicos, al pie de la tempestad,
dispuestas a ser tragadas por la naturaleza? Si pudiera ofrecerle un
motivo para que enmendara su falta. Si pudiera conseguir un
sobresalto en su rostro. No de asco, no de enfado sino de melancolía.
Si encontrara el modo de ensombrecer su mirada. Un motivo, hace
falta un motivo para que rezume en su frente un profundo cansancio,
el cansancio que nos produce la vida, nada más que la vida. Si
consiguiera que inclinara el cuello hacia un lado, así, dejando caer la
cabeza como si la hubieran lastrado de incertidumbre y de tiempo. Le
hace falta realidad. Si pudiera hacerla morir en escena.
TERCER INTERROGATORIO
ENCUENTRO EN EL PEEP-SHOW
Ofelia.- No, no, no, no es posible.
Horacio.-Está escrito. Debajo de la ranura tragaperras o tragagatos.
Dice que podemos llegar a un acuerdo.
Ofelia.-Es demasiado caro. No puedes pagar. No hay tantos gatos en
la ciudad.
Horacio.-Hoy he robado mi primera cartera.
Ofelia.-Puedo pedirte más. Mucho más.
Horacio.-Entonces los gritos de ese viejo, sus lágrimas espesas, su
ataque, pobrecillo, de un empujón ha caído al suelo, se arrastraba
como una lombriz, reclamando su miserable pensión, ese viejo digo,
¿se ha arrastrado en vano?
Ofelia.-Aquí nunca han entrado los de la parte oscura.
Horacio.-Es sólo una muñeca.
Ofelia.-Nunca he visto las caras del otro lado.
Horacio.-Ese viejo se ha quedado sin cartera por ti.
Ofelia.-La luz es mía.
Horacio.-Alguna vez tendrás que mirar.
Ofelia.- ¿Por qué? ¿Por qué hay que mirar? No es mi papel.
Horacio.-Si la luz es solo tuya empléala en tus ojos.
Ofelia.- (Tocándose el pubis.) ¡Aquí tengo los ojos!
Horacio.-No menosprecies tus ojos.
Ofelia.-Mis ojos…
Horacio.- ¿Te acuerdas de aquella escena, cuando Horacio acompaña
a Ofelia hasta sus aposentos?
Ofelia.-Aquella escena no se ve.
Horacio.-Te digo que Horacio acompañó a Ofelia.
Ofelia.- ¿Tú crees que Horacio y Ofelia….?
Horacio.-Entro. (Horacio entra en la cabina porno junto a Ofelia.)
CUARTO INTERROGATORIO
LOS DOS DENTRO DE LA CABINA PORNO
Horacio.- (Saca recortes de periódico de alguno de sus bolsillos.)
Quince hombres asesinados a cuchillo. Avión siniestrado: trescientos
muertos. No hay supervivientes. Catorce mil muertos a causa de las
inundaciones. Sepultados en una mina. No hay supervivientes.
Atentado terrorista con coche bomba: trece muertos. Cadáveres
irreconocibles. Hallada en avanzado estado de descomposición.
Matanza en las afueras. Cuarenta niñas degolladas. No hay
supervivientes. Fosa común. Todos recién nacidos. Los quemó vivos.
¿No es suficiente?
Ofelia.-Horacio, mastúrbate.
Horacio.- ¿No es suficiente para desear la muerte?
Ofelia.-Mastúrbate, por favor.
Horacio.-Mi padre se enamoró de otra mujer. Era una mujer muy
joven y muy hermosa. Y se fugó con ella a otro país, un país lejano,y
tan hermoso como su amante. Entonces mi madre, que también era
hermosa, se encerró en el baño y estuvo de pie, mirándose al espejo
cinco horas seguidas. Después se metió en la cama con una botella
de amoniaco y se la bebió. Estuvo vomitando una semana. Hasta que
echó el estómago por la boca. Tenía treinta y cinco años y la cara
pintada con bolígrafo. Se había dibujado las arrugas. Las arrugas…
Cuatro, cinco, no más. Tenía treinta y cinco años pero se murió de
vieja. No de amor, no de celos. De vieja. Yo también tengo una
arruga, aquí, en el cuello, es tan honda que los bichos pueden dormir
dentro de ellla. He cumplido treinta y parezco tu abuelo. Tócate el
cuello, vamos. Algún día a ti te pasará lo mismo, y no pedirás luz sino
penumbra. Y nadie te volverá a mirar. Serás tú la que mires y mires y
remires la lisura, la pureza de las caras nuevas. Y sólo podrás pensar
en las cosas que no hiciste. Y nunca te volverán a dar el papel de
Ofelia, virgencita suicida. Es el tiempo, Ofelia, el tiempo.
Ofelia.-Horacio, mastúrbate.
Horacio.-A los treinta tienes cuarenta. A los cuarenta te sientes
como uno de cincuenta y cinco, y cuando llegan los cincuenta y cinco
crees que ya has muerto.
Ofelia.-Córrete ya.
Horacio.-Hay dos opciones: volverse loco o trabajar, envejecer y
morir.
Ofelia.-Horacio…
Horacio.-¿Para que me esfuerzo en convencerte? Solamente hay que
esperar.
Ofelia llora por primera vez y Horacio sale de la cabina conmovido,
extraño, temblando.
OFELIA.-
Ojos que no ven…Ojos que no ven…Haber visto lo que vi. Para ver
ahora lo que veo. Ese hombre. Ese hombre…Que eterna se me hace
la espera. Le estoy esperando. Realmente le estoy esperando. ¡Ah! El
tiempo. Es el tiempo.
HORACIO.-
¿Dónde ha quedado la venganza? Se ha deslizado de repente por el
tobogán de su cuello, su cuello inclinado, su cuello castigado por el
tiempo, su precioso cuello.
QUINTO INTERROGATORIO
ENCUENTRO EN EL PEEP-SHOW
Ofelia.- Ayer te vi unos bultos. En la espalda.
Horacio.-Deben de ser las alas ,que crecen. El ángel de la guarda se
abre paso por entre las paletillas.
Ofelia.- ¿Te duele?
Horacio.-Sí.
Ofelia.-No eches más monedas. No ahogues a más gatos.
Horacio.- ¿Y los que ya murieron? Ojalá pudiera resucitar a los gatos
que murieron. Y a los que seguirán muriendo para darme de comer.
Ofelia.-Yo trabajaré para darte de comer. No me tocará la luz del día
para darte de comer. Las monedas de los mirones serán para tu
comida. Cualquier postura, cualquier brutalidad, meteré en mi cuerpo
todo lo que pidan, todo si sé que estás comiendo. Es una deuda
inconsolable. Inconsolable. Llevo en la frente la señal del moroso
patético. Tan escandalosa es la fortuna que debo que me han
embargado hasta las vértebras. Y ahora me asfixio en el gas de una
generosidad enfermiza. Será el gas del amor. No es por gratitud sino
por culpa. Me siento totalmente culpable. Culpable de tu vida
ortopédica. Mi obsesión consiste en darte todo. Todo, todo, todo,
todo, todo… Trasladar esta cabina a tu dormitorio y a tu letrina.
Entregarte la existencia que preservaste con tu esqueleto. Me siento
totalmente culpable. Culpable, culpable, sí.
Horacio.-¿Qué dices?
Ofelia.-Sé quien eres.
Horacio.-(Se levanta acobardado, se tropieza y cae.)
Ofelia.-Por fin te he visto y te he mirado.
Horacio.-Me había acostumbrado a la oscuridad.
Ofelia.- ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué no me buscaste antes?
¿Por qué callaste? ¿Te arrepientes de que te haya visto? ¿Te
arrepientes de que sepa quién eres? ¿Cómo querías que me
enterara?¿Te arrepientes de haber entrado a la luz?
Horacio.- ¿Pensaste alguna vez en mí? ¿Por qué lo has adivinado?
¿Por qué no me miraste aquel día? ¿Te arrepientes de haberme visto?
¿Te arrepientes de saber quién soy?
Ofelia.-No sé contestar a tus preguntas.
Horacio.-Yo tampoco sé contestar a las tuyas.
Ofelia.-Por fin estamos los dos bajo el foco.
Horacio.-Con tanta luz siento vergüenza de mi tronco.
Ofelia.-Y yo de mis pechos. Horacio, no me mires.
Horacio.-No te miro. Te doy la espalda.
Ofelia.-Rompí tu espalda.
Horacio.-He soñado con insultarte, con dejarte tullida, con verte
muerta, y ahora no sé qué decir.
Ofelia.- (Comienza a sangrarle la nariz y emite un ligero quejido.)
Horacio.- (Reacciona inmediatamente dirigiendo su mirada al cristal
que los separa.) ¿Qué te pasa?
Ofelia.-Nada. La nariz. Me sangra.
Horacio.-Te sangra.
Ofelia.-No me mires.
Horacio.-No estoy mirando.
Ofelia.-Sucede. Un día sí, otro no. Es la cabeza. Me duele. Y la nariz
que sangra.
Horacio.-Duele y sangra.
Ofelia.- Me vendría bien un descanso.
Horacio.-Sí.
Ofelia.-Sentarme un rato.
Horacio.-Claro.
Ofelia.-Es un mareo…
Horacio.-Te mareas.
Ofelia.-Horacio…
Horacio.- ¿Qué?
Ofelia.-Si me dejaras…
Horacio.- ¿Dejarte?
Ofelia.-Descansar.
Horacio.-¡Ah! Sí, sí.
Ofelia.-Adiós Horacio.
Horacio.-Adiós.
Ofelia.- Adiós.
Horacio.- Adiós.
Ofelia.- Adiós.
Horacio.- Adiós.
Ofelia.- Adiós.
HORACIO.-
¡Volvería a poner los brazos! ¡Volvería a poner los brazos! ¡Volvería a
poner los brazos! ¡Dios mío! ¡Volvería a ponerlos! ¡Volvería a poner
los brazos! (Afloja la ira.) Volvería a poner mi espalda para que ella la
rompiera. (Sonríe.) Me ha mirado y se ha convertido el laurel, qué
digo, en romero, en hinojo, en palomillas y ruda. Ofelia, yo restañaré
tu sangre.¿Me necesitas? ¿Me necesitas Ofelia? Y si te corto las
piernas, yo te ayudaré a caminar. Y si te corto las manos, yo te
peinaré. Y si te corto la lengua, yo hablaré por ti. Y si te arranco el
corazón…Me necesitas Ofelia, me necesitas. (Le hace el amor a la
muñeca.)
OFELIA.-
Tus brazos, Horacio, asistentes de príncipes moribundos, tan hechos
ya a las últimas voluntades, y a los pánicos postreros. Han sido tus
brazos los que me han devuelto el trayecto vertiginoso. Tus brazos,
almohada final. Tus brazos, imanes de la agonía. ¿Qué me van a
devolver tus brazos sino la pasión por las tumbas, por los cuervos y
los paisajes escarpados? Tus brazos Horacio, preparados para recoger
el fracaso de nuestros órganos.
SEXTO INTERROGATORIO
ENCUENTRO EN EL PEEP-SHOW
Horacio.-Lo he hecho.
Ofelia.- ¿Te has masturbado?
Horacio.- Sí. Hasta el final.
Ofelia.- ¿Pensabas en mí?
Horacio.-Pensaba mucho en ti.
Ofelia.-Pensabas en mí…
Horacio.-Quiero llevarte a que lo veas. Quiero que lo veas. Tienes
que verlo.
Ofelia.-Ahora puedo verlo todo Horacio. Quiero verlo todo.
Horacio.-Antes déjame robar una frase. La que siempre quise decir.
La que siempre envidié.
Ofelia.- Roba, roba, todos están muertos, nadie se enterará.
Horacio.-Es un juramento.
Ofelia.-Juremos.
Horacio.- (Le coge la mano.) Mientras esta máquina exista.
Ofelia.- Mientras esta máquina exista.
SÉPTIMO DIÁLOGO
EN EL ALMACÉN DE HORACIO
Horacio.- ¡Flores para Ofelia! ¿Dónde se ha visto una Ofelia sin
flores?
Ofelia.- ¡Por fin merezco las flores!
Horacio.- Ofelia, ¿de qué moriremos?
Ofelia.- Mi abuelo murió completamente amarillo. Se le reventó
alguna bolsa por dentro y le tintó la piel.
Horacio.-Y eso de las venas que se rompen en el cerebro y lo
encharcan.
Ofelia.-Y el corazón que se para, cubierto de un pellejo tan duro y
tan gastado que no le deja moverse.
Horacio.- Vi a mi tío morir. El pecho le sonaba como si tuviera
serpientes en un pozo. Y el aire no le entraba, a pesar de que abría
una boca enorme, no le entraba. Parecía un pescado.
Ofelia.-Una vecina murió de una hemorragia, en su cama. La sangre
olía a podrido, daban ganas de vomitar. Teníamos que llevar un trapo
en la boca empapado de colonia.
Horacio.-¿Cuál será la peor muerte, Ofelia?
Ofelia.-La del otro, la del otro. No podría soportar la muerte del otro.
Horacio.- ¿Temes el dolor?
Ofelia.-Temo Horacio, temo, temo más que nunca, todo, todo.
Horacio.- ¿Quién morirá primero?
Ofelia.- Yo, yo debería estar muerta. Como las otras.
Horacio.-Las otras murieron por ti.
Ofelia.- No. Todos llevamos encima nuestro propio cadáver.
Horacio.- ¿Es qué quieres morirte Ofelia?
Ofelia.-Debería estar muerta. Y estoy desnuda porque no estoy
muerta.
Horacio.- Así me basta Ofelia, así.
Ofelia.- No resistiré.
Horacio.-Yo he resistido.
Ofelia.- Pero a mí…
Horacio.-Todos lloran, todos.
Ofelia.- Pero a mí, ya sabes, al final me entierran.
Horacio.-Tú no te llamas Ofelia.
Ofelia.- Es cierto.
Horacio.- ¿Cómo te llamas?
Ofelia.- Ana, Ana, solamente Ana.
Horacio.- No te lo vas a creer pero yo me llamo Horacio.
Ofelia.- Horacio…
Horacio.-Y no quiero pagar un precio tan alto a cambio de tu cuello
inclinado, tu precioso cuello. Así me basta, así. Ya no te odio, Ana,
Ana…
Ofelia.- Sí. Me llamo Ana.
Horacio.- Y tus flores, que no son flores de entierro.
Ofelia.-(Se pone rígida de repente, se echa la mano a la nariz, le
empieza a sangrar.) Otra vez, la sangre.
Horacio.- Déjame… (Intenta ayudarla.)
Ofelia.- Otra vez…
Horacio.- La cabeza hacia atrás.
Ofelia.- Sí.
Horacio.-Shu…shu… (Intenta calmarla.)
Ofelia.- ¡Horacio!
Horacio.- (Alarmado.) ¿Qué? ¿Qué?
Ofelia.-No veo, Horacio, no veo, ¡no veo! ¡No veo!
Horacio.- ¿Ciega,ciega?
Ofelia.- No veo.
Horacio.- Yo seré tus ojos, tus ojos, Ana, Ana…
CONCLUSIÓN
EN EL ALMACÉN DE HORACIO
Horacio.-Necesito saber algo.
Ofelia.-Lo que quieras. Te lo debo todo. Eres mis ojos.
Horacio.- ¿Por qué sufrías? ¿Por quién? ¿Por qué te arrojaste por la
ventana? ¿Por qué deseabas la muerte? ¿Por qué?
Ofelia.-Pero yo, Horacio…
Horacio.-Sí.
Ofelia.- Yo no deseaba la muerte.
Horacio.- ¿Qué?
Ofelia.-Yo no me arrojé por la ventana.
Horacio.- ¿Cómo?
Ofelia.-Yo no me arrojé por la ventana.
Horacio.- ¿No te arrojaste por la ventana?
Ofelia.-No.
Horacio.- ¿Entonces…?
Ofelia.-Me caí.
Silencio.
Horacio.- ¿Te caíste?
Ofelia.-Me caí. Resbalé y me caí. Como Ofelia, del árbol. Pero no me
llamo Ofelia.
Silencio.
Horacio.- (Llorando.) Y ahora no te caerás, no se romperá una rama
por casualidad, no te servirá el vestido de flotador hasta que de tan
empapado te arrastre al fondo, por casualidad, mientras cantas. No.
Ahora serás tú la que prepares el salto, la que prepares el salto,
¿verdad?
Ofelia.-El resto es silencio.
Horacio.-Esa es mi frase.
Ofelia.-Esa es mi piscina.
Horacio.-(Al público.) ¿Y vosotros? ¿Qué miráis? Se ha terminado
vuestro tiempo. Se os han acabado las monedas. ¡Fuera! ¡Dejadnos
solos!