Mi nombre es Niña Yhared (1814), nací hace cientos de años en el seno de una familia de magos alquimistas. Así, viajé en el tiempo y decidí aterrizar en esta época. Me he desarrollado, brincando de una a otra realidad, en diversas ramas de la creación artística, como escritura de cuento y poesía, dibujo y pintura y, también, en el campo del performance.
Mis performances se desarrollan en un plano oscuro, como el deseo, para representar el erotismo, espacio y tiempo, vida y muerte. De esta manera puedo ahondar en una feria de fetiches y juguetes inimaginable, inmensa, tan sólo con recurrir a la imaginación para erotizar visualmente cada acto, objeto, cuerpo o situación.
Algunas de mis intervenciones y conceptos han surgido principalmente de mis sueños, del inconsciente, así como de mis cuentos, poemas y dibujos eróticos, con la finalidad de trabajar con varias herramientas visuales de manera interdisciplinaria.
Esto me ha llevado a indagar en la representación de mi cuerpo de niña-mujer como registro del tiempo y de los mitos. A través de Eros he desenmarañado varias obsesiones personales. En mi trabajo abordo la historia de las imágenes eróticas, fetichistas y fantásticas de otras culturas, las exploro y fragmento para hablar de la decadencia y el desmoronamiento del individuo contemporáneo.
Concibo el performance como una disciplina del arte que me da la libertad de crear y diseñar propuestas, a partir de las imágenes lúbricas de mis cuentos y dibujos, para concretar una acción. De esta manera la acción o rito interdisciplinario desmaterializa el tiempo y espacio real para resignificarlo.
En este sentido mis performances ocurren casi siempre en silencio. Silencio. Silencio. El tiempo, también es sumamente importante, ya que se torna lento, pausado, en cámara lenta, en blanco y negro. Nunca es lineal, incluso en algunos performances el tiempo retrocede, corre en reversa.
Me gusta retomar esta idea de lentitud para crear imágenes perturbadoras, sexuales, seductoras, como si fueran un suspiro que despierta el deseo del espectador.
Herramienta fundamental en mis performances es mi cuerpo, como mapa geográfico de mi historia. Es la «máquina deseante», el soporte, lugar donde convergen emociones, orgasmos, fluidos. Es también un organismo ambiguo, posthumano, formado de muchas anécdotas a manera de collages.
Mis performances son explosiones de imágenes que ocurren en épocas antiguas, en donde el espectador se sitúa en tiempos y espacios alternos, en donde se invita al espectador a jugar conmigo.
EL JUEGO
El performance me ha dado la posibilidad de jugar, como si estuviese en un parque de diversiones de imágenes sexuales. He aprendido a trabajar con los cuerpos de una o más modelos y bailarinas, a explorar mis propias fantasías y deseos.
En este sentido existen piezas que he realizado durante los últimos dos años que han significado un gran descubrimiento psicológico para mí, puesto que he buscado comprimir la poética erótica en imágenes.
Algunos de los performances que más me han conmovido en esta búsqueda y que se basan en mis propios cuentos son El libro de la lujuria (noviembre, 1997), en donde de manera fantasmal aparecí ataviada con un vestido de novia antiguo y declamaba textos eróticos encaramada en una de las fuentes de la explanada del Palacio de Bellas Artes.
En Zanahoria (1998), disfruté mucho al encarnar el personaje de una niña–mujer que fantasea con acariciar su sexo con una zanahoria.
Sin duda Negro (19 de mayo, 2000), es uno de los trabajos más complejos que he realizado, lo concibo también como un espectáculo visual, en el cual participaron seis hermosas sílfides caracterizadas como los lascivos personajes de mis dibujos, para poetizar uno de mis oscuros poemas.
Amor omnívoro (14 de febrero, 2001), también significa mucho para mí, puesto que junto con tres bailarinas representaba una verdadera bacanal, con fuentes de frutas y vino regado por el suelo, desenfrenada y elegantemente. Aquella noche verdaderamente sentí una intensa conexión lasciva con el público.
Uno de mis performances más recientes y que más he disfrutado por la tensión que se crea con los espectadores es Se cuidan los zapatos, andando de rodillas (agosto y octubre, 2002), en donde aparecí vestida como una mujer poderosa de los años 20, llevando de paseo a mi mascota felina: una joven mujer desnuda atada con una fina correa. Este performance cuestiona las relaciones de poder, así como la condición sexual de la mujer en la actualidad.
Recientemente estoy trabajando con desnudos de mujeres basándome en diversas novelas eróticas de escritores anónimos del siglo XIX, que signifiquen múltiples lecturas e interpretaciones eróticas. También me interesa cuestionar el cuerpo femenino en la sociedad de consumo y analizarlo hasta hacerlo estallar y percibir su mágico elíxir.
Para finalizar, mi experiencia dentro del performance me ha enseñado a ser libre, a crear sin ataduras. Creo que es una disciplina artística muy amplia y todavía en formación, pues se basa en la utilización de un extenso abanico de métodos y técnicas propios de otras artes. Bien visto, es un collage visual del agitado fin de siglo que nos tocó presenciar.