[Este texto lo dijo Marisa Amor, embarazada, acompañada en escena por los actores: María Burgos, Iñaki Bustamante, Pau Colera, Carlos Marquerie, Nines Martín, Antonio Martínez, Montse Penela, María José Pire, Gumersindo Puche, Getsemaní de San Marcos y Susana Velasco y la violonchelista Mónica Terrer].

Los parpados recelan ante la tenue luz de la bombilla, pesados

se entornan mientras pequeños, intensos, impulsos eléctricos surcan las piernas.

Las cabezas de los dos fémures se alzan como resortes del cerebro batiente.

El cuerpo busca el reposo y la cabeza se agita

excitada invoca a sus amantes y acuden de la mano de los ausentes.

Mi cuerpo se asió a tu cuerpo

los Demonios afinaron sus voces

y mis nalgas escurrieron

entre tus desfiladeros.

Visité a Dios de la mano de nuestros Demonios, entrelazados

en nuestras carnes ardiendo en el deseo infinito de nuestra unión.

Mi cuerpo madura tu amor.

Me empujo rota por las sombras de pardos caminos

una luz oscura de ángeles torturados indica la senda.

Tiemblo, despacito tiemblo

y grave surge el frío.

¡Sueño acógeme!

No me abandones.

Dolor y amor.

Sarabande de la suite numero dos de Juan Sebastián Bach.

Cada noche acuden los osarios abandonados

como tormentas de fina arena del desierto negro de nuestra historia,

impregnando con aroma de muerte los lechos

humedecidos por la devoción de los amantes.

Los ciegos de amor

y los ausentes reunidos en el tálamo:

sueños extenuados por la incomprensión

y cavernas habitadas por el olvido.

Vestida con perlas llegué hasta ti

turbada recorrí las caminos de tu piel

y con cada paso tus poros exhalaron brumas negras.

Tu amargo intenso en silencio

poseído de ensueños acaecidos suaves y lentos,

largos y estremecidos.

“Cada noche conversación con los muertos”

escribió en sus notas Paul Celan.

Y en cada desvelo acuden puntuales a su cita:

epifanía de muerte en las noches de Amor

La tierra parda tiembla y la helada esparce su quietud.

Este otoño seco y limpio insulta:

la querencia del paisaje por la umbría

y mi afinidad a todo aquello que dificulta

una aproximación nítida a los hechos

Mi deseo no se aloja en la representación

que del mundo la sociedad de la información nos ofrece,

mi deseo esta en la duda

y mi amor habita las tinieblas.

Desespero en lo tangible y añoro

las sombras donde el cuerpo se expande

en la duda de sus limites,

y así rodeo mis noches de nieblas

que me permitan vislumbrar las ranuras

donde se halla la vida,

e inevitable, también se esconde la muerte.

Esta noche donde la luna de noviembre

hiela los contornos de lo evidente

y tras ser poseída por Amor, me entrego

al pensamiento errático.

Los poros de mi piel absorben

el frío que contrae los músculos y ensancha

mi percepción.

Detengo mi mirada,

observo como nace una lágrima,

y tu ojo

se puebla de los reflejos que la luz excita,

y parece

que en vez de escurrir por los pliegues de tu rostro

bañara de fulgores mis propios ojos.

Una emoción de origen desconocido por mi, habita nuestros cuerpos.

Amor celebra esta pequeña unión.

El silencio, en ocasiones apreciable, se rompe

por el rodar de los vehículos en la carretera cercana

y sus faros provocan

sombras en movimiento

que se camuflan entre aquellas más estáticas

que habitan la noche.

Este bosque de apariencias

envuelve nuestra piel

y nos hace residir

en el paisaje eterno de nuestro amor.

Y me dormito entre atormentada y gozosa

en el deseo de esa boca jugosa y fresca

que apacigüe la sensación ardiente de mi lengua …

mi lengua arrebatada por el picante de tu cuerpo

al introducirse entre las apreturas de tu esfínter ……

En esta noche de insomnio

revivo el daño infringido

inevitable pago del amar.

Extraer las heridas de nuestra unión y conservarlas,

para cuando se agote el latir de nuestros cuerpos

sean memoria de vida.

Mi cuerpo madura tu amor.

Y tu cuerpo

tiembla, tiembla y tiembla,

tiembla de amor

y tiembla de miedo,

pero no a acusa del miedo a la muerte,

sino del miedo a levantarte cada mañana

cuando convivas únicamente con ausencias.

Noche de amor

Noche de ausentes

Sitiada por la memoria del horror

me incorporo a la danza sombría,

bailo en compañía del eterno dolor

entre olivos y encinas, y acuden

desde las entrañas de la tierra

las voces de los omitidos

Conversación con los muertos.

Por más amor que habite en mi ser, el dolor

siempre emerge desde mis entrañas ¿Y nunca seré capaz

de entender donde se aloja en mi cuerpo

esta hiel que lo intoxica?

¿Acaso el hombre puede vivir en amor

cuando las huellas del terror causado por su historia se abalanzan sobre él?

Vivo en esta contradicción

y continua la conversación con los muertos.

Qué aparente sin sentido,

afanarse en abrir las heridas para poder vivir,

pero así es, el que ama se enfrentará al dolor.

Ya que amamos sufrimos en el intento de comprender la esencia de ese amor,

pues el amor en la mentira se esfuma, precisa

de la verdad y la verdad es inasible, serpentea

y nunca aparece como algo definido,

es más bien un camino que no un destino

y así siempre tiene su reverso doloroso.

El que olvida padece y perece en su grito de olvido

de tal manera que no nos queda otra posibilidad:

amar a pie de lágrima.

Noche de amor.

Noche de ausentes

El tiempo esparció el dolor en el paisaje negro, hoy

recolecto en la fría oscuridad palabras heladas entre encinas, vivo

entre latidos ensordecidos que claman en la tierra parda, escucho

historias de amantes envueltos en cal, apretados

hueso contra hueso y me susurran palabras de amor:

sombras del verbo y silencio en sus ojos:

mudas palabras blancas

enterradas en cal.

El paisaje renace mientras los muertos permanecen

en su silencio, prestan

su palabra olvidada al crujir de las ramas

y así en las noches cerradas

cuando la tierra crepita

se unen a su clamor.

El vino penetra en mi garganta irritada

de tanto grito sordo por tanta voz ahogada,

y sus taninos son bálsamo para la carne abierta.

Hablar con los muertos reseca las vísceras y envuelve

el entendimiento con las brumas del corazón negro de Europa.

Noviembre en Europa.

Levanto la mirada y afirmo que esta fría noche

debiera penetrar en las entrañas de todos los hombres.

Mi cuerpo madura tu amor.

La lumbre chasca en mis oídos

y mi piel se acoge en tu carne.

La pálida luz del incipiente amanecer

baña tu cuerpo y funde sus contornos.

Tu boca con la máxima suavidad imaginable, absorbe

mi sexo y distorsiona

cualquier orden establecido en mí

hasta limites insoportables.

El placer es dolor

petrifica mi cuerpo

y pesado-penetrado-vuela.

Cuerpo herido y gozoso,

contraído-deslumbrado.

El alma extasiada emite

carcajadas y estertores

Un instante….

De nuevo el silencio,

y lo efímero

tal como apareció así se derrumbó.

Sí,

y la fría noche de noviembre

buscó en el amanecer el cobijo de Amor

entre tanto horror acumulado.

Olivos y encinas parecen resquebrajarse de viejos

y sin embargo cada primavera se llenan de nuevos brotes,

igual mi cuerpo cansado engendra vida

y mis entrañas se llenan de esperanza:

la naturaleza siempre responde

y el hombre siempre arrasa.

Conversación con los muertos.

Y el alma agotada

se debate

entre el gozo y el dolor

¡Silencio! corre la sombra del encinar pardo gris,

escurren gotas, néctar del encinar pardo gris de mis entrañas

y miro la oscuridad en tu cuerpo,

mas silencio

me deleito en tus sombras

¡Escucha maldito!

Mis Demonios cantan

persiguen la redención,

y lloran entre olivos y encinas,

me entrego a la deformación de mi pensamiento sin tregua,

bálsamo en la noche de temblor y miedo:

es la virtud del defecto.

Palabras que resbalan por la piedra de mi cuerpo y se adhieren en su ternura,

sonidos de madrugada atenuados por las caricias de mi interior vibrante.

Luz oscura invisible que ciega,

palabras trashumantes en la noche

que aun siendo tenues

no soportarán el juicio del sol,

palabras de amor temblorosas ante la luz: pobladme,

instalaos en mi cuerpo inconclusas.

Palabras que sepultadas en mi silencio

habitan mi cuerpo

deseosas de impregnarse en otros cuerpos.

¡Qué sin sentido este amor

rodeado de ausencias!

Mi cuerpo sueña el vuelo y bien que conoce las leyes de la gravedad:

lastre de sombras:

oscuridad de luz.

Cautiva el alma pasea en la noche

(oscura luz, luna de noviembre, vigía de su extravío)

mientras tumbado descansa el cuerpo abarrotado de sombras.

Engendrada en el dolor de esta misma Europa

¿Cómo obviar la historia por mucho amor que puedan generar mis entrañas?

¿Cómo hacer convivir el horror con el amor?

¿Cómo se puede producir tanta belleza en el interior de este cuerpo atravesado por el dolor heredado?

¿Cómo es posible que en la desesperanza nazca la esperanza?

¿ Cómo renace la esperanza?

Dios

¿Cómo renace?

Dios mío

Dios

Dios

Dios.

Solo pregunto,

tan solo pregunto sin esperar respuesta,

pero al menos pregunto en voz alta.

Mi cuerpo madura tu amor.

Mi cuerpo madura tu amor.

Mi cuerpo madura tu amor.

Labios de oscura sangre

vagina de oscura umbría

y al fondo el humedal luminoso.

Cuerpo de madre

litoral del dolor, guarda

la pureza que albergas en tu interior.

 

Texto de la acción-instalación del mismo nombre, perteneciente al ciclo El cuerpo de los amantes, realizada en Burgos los días 19 y 20 de enero en el Espacio Tangente dentro del programa del festival Escena Abierta 2008.