2010 fue un año de conmemoraciones y eventos inusuales: el bicentenario de la independencia, el centenario de la revolución y por si fuera poco ¡el mundial de futbol en Sudáfrica! Aún recuerdo el anuncio que hacía Javier Aguirre, director técnico de la selección en ese momento, parado sobre Reforma –extrañamente sin gente- con el ángel de la independencia de fondo, declamando una invitación al pueblo de México a dejar atrás los complejos para entrar a ese nuevo México, el del “sí se puede”. Además, en 2010 se cumplían 25 años del terremoto que sacudió a la Ciudad de México en 1985, y era el cuarto año del gobierno de Felipe Calderón, quien en 2008 había declarado la guerra contra el narco afirmando que era un lucha difícil que sin duda costaría vidas pero que valía la pena realizar. Fue en este contexto que junto con Teatro Ojo (grupo con el que trabajo desde 2004) realizamos la pieza México mi amor, nunca mires atrás, una intervención escénica, una instalación sonora, una pieza para sitio específico… un juego, en las canchas de tierra ubicadas en lo que hace 30 años era el Centro Urbano Presidente Juárez conocido como el “multi Juárez”. Invitamos a dos equipos de la liga vecinal que juegan ahí regularmente: “Fuerza Sansón” y “Hooligans”, y mientras el partido corría se escuchaba un audio mezclado en vivo con distintos materiales que iban desde anuncios publicitarios de los años sesenta, setenta y ochenta; la narración del derrumbe del multifamiliar después de los daños sufridos durante el terremoto; el anuncio de Javier Aguirre y narraciones de distintos partidos de futbol de la selección mexicana, desde Inglaterra 66 hasta los últimos mundiales, narraciones que hacían alusión a las victorias y derrotas de la selección, a las múltiples situaciones en las que México estando a punto de ganar, pierde en el último instante. El partido se suspendía en varias ocasiones, los jugadores se quedaban parados (congelados) en dónde el silbatazo de interrupción los encontrara, cerraban los ojos y accionaban pequeños reproductores de audio que sostenían en la mano. En ese momento se invitaba a los espectadores a entrar a la cancha y caminar libremente entre los jugadores para escuchar los audios, enfrentarse al polvo y a los cuerpos sudorosos y agitados por el juego de aquellos que hoy habitan este hueco. Los audios que se podían escuchar eran fragmentos de discursos presidenciales en los que los actores políticos hacían promesas a la población o pedían perdón por no haber podido cumplir. A cinco años de esta pieza, a 30 años del terremoto, las canchas siguen ahí, la comunidad vecinal ha resistido a las iniciativas privadas y públicas de construir en ese terreno centros comerciales, edificios y oficinas. Mantener el hueco como lo que es, no dejar que se llene de otros vacíos o arquitecturas huecas, es una forma de recordarnos el “no olvido”. El polvo sigue levantándose cada noche para hacer presente las faltas, las de entonces, las del multi y las víctimas del terremoto, y seguramente las de ahora, las víctimas de otra clase de terremoto que sigue generando derrumbes.