La Universidad Libre de Madrid
Sobre cómo transformar la palabra esfuerzo para que llegue a convertirse en afecto. Transcripción de una conversación entre Elena Blázquez y María Beuys.[1]
esfuerzo
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afecto
Elena Blázquez: En mayo de 2001, dos artistas, Henriette Heise y Jakob Jakobsen, declararon su residencia en Læssøesgade 3 sede de la Universidad Libre de Copenhague. La idea era transformar su casa en un espacio abierto para la investigación social y educativa. Un manifiesto titulado “Todo el poder para la Universidad Libre de Copenhague” sirvió de declaración de intenciones. Mientras tanto, el colchón del apartamento servía como lugar de acogida de residentes, la cocina como espacio de proyección, y el dormitorio como centro de archivo y publicaciones. A partir de estas estrategias, Heise y Jakobsen llevaron a cabo una investigación acerca de las transformaciones de la producción de conocimiento y la práctica artística cuando estas se llevan a cabo colectivamente en los confines de lo íntimo y lo doméstico: en un salón convertido en sala de lectura. Con este proyecto en mente, decidimos iniciar nuestra particular propuesta educativa a través de la Universidad Libre de Madrid. Una idea que surgió de una tarde de biblioteca, después de una suma de pausas y cafés. Estábamos dos o tres en ese momento pero no fue difícil extender la idea a otros cuantos que creíamos podían estar interesados.
María Beuys: Todo esto coincidió con una situación, que de algún modo aún persiste, donde la universidad se ha visto castigada a través de un sistema progresivo de supresión de becas y una creciente precarización del profesorado. Suben las tasas en la universidad pública, mientras se favorece la creación de universidades privadas por todo el país. En muchos casos, a falta de oportunidades académicas o profesionales, decenas de miles de jóvenes se han visto obligados a emigrar, mientras que docentes e investigadores han abandonado sus centros de investigación por falta de presupuesto. Mucho de esto se origina en nombre del “esfuerzo”. Un esfuerzo tomado en su última acepción, como “el empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin”, y connotado por la palabra economía. No se trata ya del empleo enérgico del vigor y la actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades, sino del llamado sacrificio de los ciudadanos en beneficio de la riqueza de unos pocos. Ante esto, la universidad no se ha quedado de brazos cruzados y se han creado iniciativas como la “Universidad en la Calle”, además de convocarse múltiples huelgas que se suceden desde hace años en el país. Una educación que se ve a sí misma en la calle o, de no ser así, en otro lugar.
Elena Blázquez: Fue precisamente “ese otro lugar” lo que motivó el origen de la propuesta. La idea no era algo nuevo. Las primeras universidades libres surgieron en Estados Unidos a mediados de los sesenta como parte del movimiento pro libertad de expresión con la Universidad Libre de Berkeley como una de las primeras iniciativas de auto-organización. Sucesores surgieron rápidamente en otros lugares: la Universidad Libre de Nueva York y la Anti-Universidad de Londres, que combinó la demanda de libertad de expresión y autodeterminación con la poesía beat, la contracultura y la anti-psiquiatría. El Colegio Experimental de Nueva Jutlandia fue también parte de ese movimiento. La primera ola de universidades libres decayó al comienzo de la década de los setenta. Una nueva ola surgió en torno a los 2000 con el pensamiento do-it-yourself como punto de referencia. A partir de ahí, toda una serie de universidades auto-gestionadas crecieron alrededor del mundo con la Universidad Libre de Copenhague como una de las pioneras de este segundo período.
María Beuys: Influenciada e inspirada por estas iniciativas, nace la Universidad Libre de Madrid a finales de 2013 como proyecto auto-gestionado de investigación educativa. No se opone a la universidad pública, sino que la complementa y defiende, al abogar por su continuidad como institución crítica y con capacidad de transformación. Frente a la involución de las políticas públicas en el ámbito universitario hacia incentivos que devalúan la capacidad de reflexión y el espíritu crítico del profesorado, son muchos los docentes, investigadores y estudiantes interesados en liberar la educación de su burocratización creciente para poderla re-significar como espacio de análisis y compromiso. De esta necesidad surge la Universidad Libre, en un intento por parar la celeridad de la producción de conocimiento desvinculado de la sociedad. El proyecto se desarrolla a medida que se desencadenan los afectos. Estos se construyen, en algunos casos, entre gente que se conoce poco o nada, y que decide desprofesionalizar sus relaciones para favorecer el estar allí y el hacer algo: una idea de educación.
Elena Blázquez: Diría que con esta idea se ha tratado de reivindicar una educación más lenta, menos guiada por el espíritu de consumo de información actualmente demandado. Se busca hacer una cosa cada vez y se intenta huir de la multitarea. Frente a un exceso de colaboración en nuestra vida cotidiana, en la que hacer y mantener contactos parece más importante que capturar ideas, tal vez solo la colaboración es posible si está liberada del arresto del tiempo presente. Tiempo presente que se traduce en la premura de las fechas de entrega, la velocidad, las conexiones simultáneas, la ilusión de movilidad, la hipocresía de la diferencia y la constante actualización (Kunst, 2010: 28). A esto se une la cantidad de libros que juzgamos y aconsejamos sin haber leído más que la contracubierta, las películas que vemos a partir de los avances, y las exposiciones que recomendamos sin ni siquiera haber visto. Como dice Peio Aguirre en sus reflexiones acerca de la multitarea (2014), más que contenido propiamente dicho, retenemos indicadores de su existencia. El poeta y fundador de Ubu Web, Kenneth Goldsmith, habla de una “nueva ilegibilidad”. Libros como el suyo Day (2013), la escritura literal –palabra por palabra– de una edición diaria de The New York Times, invitan a ese ligero muestreo aleatorio más que a la lectura pormenorizada e intensiva, confirmando así nuestra apresurada disección de textos. Lo mismo ocurre con las imágenes, que ordenamos binariamente –más que miramos– para comprender la información que pasa por nuestros ojos (Bishop: 2012: 440). Documenta 11 fue así. Incluía más obras de las que el visitante podía abarcar: seiscientas horas de cine y vídeo. De la misma manera, una galería puede contener días de arte y una clase en la escuela o en la universidad, días de contenido.
María Beuys: La multitarea y la pérdida de atención provocan un estado de excitación permanente. La noción de flujo informativo latente llevada al extremo en las Sample Lessons de los Eames, en las que se intentaba comprimir todo el material informativo posible en un reducido espacio de tiempo, están a la orden del día (Colomina, 2006: 262). Especialmente en el ámbito educativo y, sobre todo, una vez que las aulas se masifican y se exigen decenas de contenidos que cubrir durante un semestre académico. Frente a esta ocupación permanente del tiempo, la Universidad Libre de Madrid reivindica una educación pausada y autónoma, no solo en lo que respecta a su gestión, sino también en relación a la participación de los que acuden. Los papeles son intercambiables en la medida que uno quiera y los tiempos son flexibles según la disponibilidad de cada uno. Acerca de por qué prescindir de una web en activo o de sesiones por streaming, diría que esto se debe a una primera reacción frente al actual exceso de documentación. Al ser, a día de hoy, la vida un continuo anuncio de sí misma, en la que cada ciudadano actúa como si estuviera siendo permanente filmado, se pretende evitar el deseo de promoción permanente y la búsqueda de visibilidad imperativa. Se persigue contar algo sin la necesidad de aparecer urgentemente en la red, mediante un enunciado que esconde contenido y no llega a un compromiso mayor que un me gusta. Se reivindica, sin embargo, una presencialidad decidida, no obligada y exenta de correlato virtual. Al ser el intercambio educativo una situación que tiene que ver tanto con los esfuerzos como con los afectos del momento, se busca estar ahí, y participar –o no– de lo narrable y lo inenarrable.
Elena Blázquez: Al pensar en los esfuerzos y los afectos, me resulta inevitable no reparar en la actitud que se espera de uno en un espacio concreto, ya sea la casa, la universidad o la escuela. Pienso en Mabel, protagonista de Una mujer bajo la influencia (1974), incapaz de seguir el ritmo impuesto de lo cotidiano: cuidar de sus hijos, agradar a los amigos y hablar de todo y de nada sin armar escándalo. En un momento de la película, Nick, su marido, le exige que tenga conversaciones al uso, que hable del tiempo, evite las bromas y vuelva a pertenecer a una familia normal. En medio de este mecanismo de control, en el que se manipulan los afectos, se evita el divagar y encontrar así lo inesperado en los ya casi inexistentes momentos de aparente improductividad. Es ahí donde aparece el niño distraído, el que mira por la ventana y se niega a la instrucción. No puedo evitar pensar en Ernesto, aquel chico inventado por Marguerite Duras (1971) que se negaba a ir a la escuela porque allí le enseñaban cosas que desconocía. Creaba expresiones, como en rachâchant, cuando le preguntaban cómo iba a aprender aquello que todavía no sabía. “Un nuevo método” –decía– y para dejarlo más claro tomaba el sufijo del gerundio, sin saber que era un gerundio, y se inventaba la raíz, porque aquello que no existe siempre puede ser inventado. De hecho, según Bachelard, una expresión como esta puede tener una gran influencia sobre el alma de una lengua, ya que despierta imágenes borradas, a la vez que celebra lo imprevisible de la palabra, construyendo así un aprendizaje de la libertad (1974: 10).
María Beuys: Se trata también de reivindicar una ignorancia activa, de la que habla Elizabeth Ellsworth, de evitar aprender algo; por ejemplo, saber de fútbol o saber de este deporte de la manera cómo convencionalmente se sabe de él. Además de ser activo-ignorante, se podría permanecer igualmente en la pasividad, sin regatear esfuerzo, reaccionando a una exigencia de participación y de escucha activa permanentemente impuesta. Es preciso entonces que el saber vaya acompañado por un olvido igual al saber mismo. El no-saber no es una ignorancia sino un difícil acto de superación del conocimiento. Solo a ese precio un acto de creación es, a cada instante, esa especie de comienzo puro que hace de su creación un ejercicio de libertad (Lescure, 1956: 78).
Elena Blázquez: Así, si tomamos como punto de partida las cajas vacías de Ferlosio, esta “caja vacía” –la Universidad Libre– no estaría motivada por la existencia o prefiguración de un objeto concreto que la llenase, sino que sería ella misma el punto de partida, el impulso activo que promoviese la producción de un algo cualquiera. Ahora, parece que vivimos en un mundo en que no son las cosas las que necesitan cajas, sino las cajas las que se anticipan a urgir la producción de cosas. Al igual que un periódico tiene el compromiso de llenar todos los días el mismo número de páginas, aunque como bien sabemos no todos los días ocurren el mismo número de acontecimientos, la educación y sus aulas, son en cada circunstancia distintas, por lo que no se puede aplicar el mismo patrón cuantitativo a cada una de las situaciones. Pero, con todo, retomando a Ferlosio, y trasladando la imagen del periódico al contexto educativo, nos queda siempre la convicción de que un periódico (véase un aula) “verdaderamente transitivo, realmente determinado por su objeto, por las cosas de las que pretende ser función, o sea, las noticias, tendría que tener un día once páginas y cinco octavos de página, otro treinta y una páginas y un tercio, y, en fin, un día excepcionalmente feliz, aparecer en los quioscos y ser puesto a la venta bajo el mismo título y con el mismo precio, con todas sus páginas en blanco y solo este mensaje en la portada: ‘PAS DE NOUVELLES. BONNES NOUVELLES !’. Un mensaje, por cierto, que también notificaría, de modo implícito, el renacimiento de la transitividad” (Sánchez Ferlosio, 2000: 71-72).
María Beuys: Una transitividad que tiene que ver con el objeto: con hacer algo, con hacer cosas. Nuestra vida cotidiana está llena de quehaceres intransitivos en los que siempre se está haciendo en un presente continuo. Siempre se está en proceso, especialmente de formación, en un constante tránsito y una permanente investigación. La ocupación es, en muchas ocasiones, el fin en sí mismo. Este es el caso de la figura del estudiante en prácticas, que trabaja para mantener su propia ocupación, su propia existencia. Nada más paradójico pero también más útil para poder negociar el colapso de las fronteras entre la educación, el trabajo y la vida. La idea de que lo cultural, lo artístico y, por extensión, lo educativo contienen su propia gratificación y no necesitan remuneración está más que aceptada (Steyerl, 2011). Por lo tanto, no solo se percibe como un acto de devoción, sino que también se le atribuyen cualidades de infinitud. En esa constante intransitividad, no se consigue nada pero tampoco algo y, quizás, ahí radica el problema: que sin ser nada ni algo, e igualmente carecer de sus matices intermedios, la acción carece de objeto y por lo tanto de efecto.
Elena Blázquez: A partir de esta idea acerca de los efectos, me gustaría por último también mencionar las implicaciones que ha tenido para nosotras la creación de la Universidad Libre en el trinomio esfuerzo-afecto-efecto, y aludir a las posibilidades e imposibilidades que se generan así como a las contradicciones que emergen en todo proceso que pretende relacionarse con el tejido social. La palabra esfuerzo aúna las dificultades que conlleva la creación de un algo, desde su punto cero, incluso antes cuando, en estado menos uno, aún era un pensamiento. El esfuerzo es algo que, aun latente desde la concepción del proyecto, ha ido reduciéndose y transformándose, o acaso perdiendo cuerpo ya a día de hoy casi no lo nombramos o le hemos cambiado el nombre. Sin embargo, sí hay algo que se ha incorporado y, con ello, quizás no contábamos: la producción de vínculos y afectos asociados al trabajo diario. El disfrutar de estar allí, la conversación, hace que se desequilibre la balanza y se piense a día de hoy más en términos de afecto que de esfuerzo. Por último, respecto a los efectos, sinceramente, no sé si uno mismo puede verlos o captarlos. Algo habrá ocurrido, pero tal vez sean otros, los que estuvieron allí, los que mejor puedan informar al respecto.
María Beuys: Para terminar, me gustaría retomar el juego de palabras inicial que aparece como introducción a este texto: “sobre cómo manipular la palabra esfuerzo para que llegue a convertirse en afecto”. Sobre cómo las ocho letras de esfuerzo se convierten en las seis de afecto en siete movimientos. Podrían haber sido ocho, y así se eliminaría el espacio entre la “f” y la “a” que permanece al final. Ese espacio vacío que, en muchos casos, resulta molesto. Habría muchas formas posibles de hacerlo, claro, y se admiten propuestas. Creo que son muchos los recorridos que se pueden tomar en la alteración de la forma de una palabra. Puede que el logro de la Universidad Libre sea hasta ahora de tipo morfológico o sintáctico, más que social o político. Pero tal vez el lenguaje no sea un mal sitio para empezar. De hecho, al manipular la palabra se ha admitido el error y, en muchos casos, el desconocimiento acerca de lo que se estaba haciendo. Hay maneras más rápidas, más lentas, más ágiles o más torpes. Elegimos esta entre otras tantas posibilidades y lo hicimos porque en ella hay un hueco, entre la “f” y la “a”; deliberado. Y ese vacío dice mucho: sobre todo, de lo que está por venir.
Bibliografía
Aguirre, P. (2014). “El problema de la multitarea (2)”, a-desk, 13 de mayo.
Bachelard, G. (1974). La poétique de l’espace. París: Presses Universitaires de France.
Bishop, C. (2012). “Digital Divide”, Artforum, septiembre, pp. 434-441.
Colomina, B. (2006). La domesticidad en guerra. Barcelona: Actar.
Duras, M. (1971). Ah! Ernesto. Vannes: Harlin Quist/Ruy-Vidal.
Kunst, B. (2010). “Prognosis on Collaboration”, Exhausting Immaterial Labour in Performance, edición conjunta de: Le Journal des Laboratoires y TkH Journal for Performing Arts Theory, nº 17, octubre, pp. 23-29.
Lescure, J. (1956). Lapicque. París: Galanis.
Sánchez Ferlosio, R. (2000). El alma y la vergüenza. Barcelona: Destino.
Steyerl, H. (2011). “Art as Occupation: Claims for an Autonomy of Life”, e-flux, nº 30, diciembre.
Filmografía
Cassavetes, J. (1974). A Woman Under the Influence.
Huillet, D. y Straub, J.M. (1982). En rachâchant. Adaptación cinematográfica del relato de M. Duras (1971). Ah! Ernesto.
Notas
[1] María Beuys es un personaje ficcional creado para las comunicaciones de la Universidad Libre de Madrid. Este heterónimo, usado por varias de las implicadas en el proyecto, se recupera aquí para crear una segunda voz en la conversación.
Imágenes:
Fig. 1. Entrada. Universidad Libre de Copenhague. Cortesía de Jakob Jakobsen.
Fig. 2. Archivo. Universidad Libre de Copenhague. Cortesía de Jakob Jakobsen.
Fig. 4. Salón. Universidad Libre de Copenhague. Cortesía de Jakob Jakobsen.
Fig. 4. Cartel de la sesión “Experimentos pedagógico-artísticos”. Universidad Libre de Madrid. Fotografía de Kamen Nedev.
Fig. 5. Sesión “El afuera pasa adentro: del underground al 15-M”. Con Amador Fernández-Savater y Luis Navarro. Universidad Libre de Madrid. Fotografía de Kamen Nedev.
Fig. 6. Sesión sobre “Preiswert”. Con Juan Pablo Wert y Esteban Pujals. Universidad Libre de Madrid. Fotografía de Kamen Nedev.