La mitad (una celebración)[1] pone en escena el aniversario de un hombre que decide pasar su cincuenta cumpleaños solo,en una isla desierta del Mediterráneo oriental. El personaje deambula por la isla conversando consigo mismo sobre la trascendencia de cumplir años y su deseo de escapar a las celebraciones sociales. Lo que no sabe es que su familia y sus amigos le han preparado una fiesta sorpresa.

En esta pieza escénica,el creador Jaime Vallaure[2] aborda la identidad como un espacio de conflicto. Esa identidad que nos permite reconocernos a nosotros mismos y ser reconocidos por los demás, es una construcción dinámica que va cambiando con el tiempo y se construye en diálogo con el entorno.

En La Mitad (una celebración) Vallaure aprovecha la celebración de su cincuenta cumpleaños para presentar un personaje de ficción con raíces autobiográficas que encarna las tensiones y contradicciones de un hombre en la crisis de los cincuenta. La pieza permite a la audiencia asistir como testigos al desdoblamiento, la fragmentación y la multiplicación de este personaje que en un momento de su vida, ni se reconoce a sí mismo, ni es capaz de reconocerse en la mirada de los demás.

El punto de partida de este artículo, después de asistir como espectadora a la pieza, es una conversación con Jaime Vallaure en su estudio de trabajo, en la que aparecieron algunos de sus intereses en relación a esta obra. Pondré en relación sus reflexiones con ideas que explican la formación de la identidad del sujeto para llegar a lo que en la performance es el momento cumbre, cuando el personaje de ficción se saca las tripas en escena. Analizaré cómo esta acción coloca el cuerpo de ficción del personaje en un lugar central y cómo esta performance permite reflexionar sobre la identidad a través de una acción que expresa un momento de ruptura vital del personaje, en el que siente que esa identidad, con la que los demás le reconocen, le aprisiona. Explicaré esta acción de sacarse las tripas como una metáfora de transformación que lleva al personaje de un estado de mutilación, desmembramiento, desintegración y ruptura hacia una formación identitaria nueva, ajustada a la nueva situación, pero que, inevitablemente, nunca va a encajar perfectamente, ni con la visión que el personaje tiene de sí mismo, ni con la visión que los demás tienen de él.

Vallaure elige el cumpleaños como momento simbólico en el que ocurre este tránsito de identidades que entrelaza los cuerpos del personaje, del performer y del creador en un tiempo común. El personaje encarna así una de las definiciones del cuerpo que el filósofo Alba Rico propone en su ensayo Ser (o no) ser un cuerpo,cuando dice que somos una singular articulación entre “el tiempo, el espacio y el yo” (11)

La celebración del cumpleaños es un acontecimiento social que señala el paso del tiempo y a la vez, como apuntan la sociología y la antropología, muestra el carácter colectivo de las fiestas como actos simbólicos en una comunidad. En esta pieza, el personaje de raíz autobiográfica que encarna Vallaure, rechaza explícitamente formar parte de ese ritual social de la celebración del cumpleaños, pero los planes que desvela a la audiencia de disfrutar de su cumpleaños en soledad no van muy lejos, porque esa “comunidad” a la que pertenece, y a la que también su pertenencia da sentido, le va a sacar de su pretendido aislamiento con una fiesta sorpresa. Esta fiesta inesperada servirá para actualizar la identidad afectiva del grupo, y a la vez reescribe la identidad individual del personaje en su entorno, recreando la estructura y las formas de vida de la comunidad.

La pieza se presenta una vez al año coincidiendo con el cumpleaños de Vallaure. El cumpleaños sirve de excusa para hacer una instantánea de cómo el personaje se percibe a sí mismo y cómo siente que lo perciben los demás, y en coherencia radical con la propuesta, la performance cambia en cada presentación. El creador explica cómo descubrió muy pronto que debía dejar claro que el tiempo también pasa por la obra y en consecuencia, la obra es cada vez distinta:

La mitad empezó juntando prácticas y materiales, pero en un primer momento no me planteé la creación de una dramaturgia. Al presentarlo la segunda vez me di cuenta de que no tenía sentido repetir el mismo trabajo porque en cada cumpleaños yo era distinto. En la primera ocasión hablaba mucho de la mitad y el doble, del todo y nada. Creo que cuando cumples cincuenta años, supuestamente estás a mitad del camino, como mucho, pero es una especie de falsa mitad de tu vida y en mi caso apareció un momento de balance. Luego pasan los 50 y se te olvida y esta idea de la mitad dejó de ser importante. Fue ahí cuando pensé en la idea de las versiones 5.0, 5.1, 5.2, como una forma de marcar el paso del tiempo cada vez que presento la obra.

Vallaure presenta la identidad como una construcción plástica que en un momento de la vida puede parecernos ajena, como un vestido que nos quedó demasiado largo o demasiado corto, y con el que no nos sentimos bien.

Rastrear los orígenes de la formación del sujeto da pistas sobre el comienzo de los desajustes que caracterizan,lo que llamo en este artículo,el ámbito de tensión de la identidad, esa relación dinámica con uno mismo y con el entorno que nos acompaña durante toda la vida.

Lacan sostiene en el estadio del espejo,que el momento fundacional del sujeto y del yo coincide en el niño y la niña, cuando son capaces de reconocer su imagen corporal completa en el espejo. El estadio del espejo se define así como“una función particular de la imago que establece una relación entre el organismo y su realidad” (102). La relación entre el organismo y su realidad pasa, según esta idea, por una visión del cuerpo integrado. Con la acción de sacarse las tripas, Vallaure fragmenta la visión del cuerpo completo y fractura la relación con su realidad. Considerando esta perspectiva, es posible observar cómo La Mitad (una celebración) llama la atención sobre la paradójica relación que el personaje de Vallaure mantiene entre la visión de sí mismo (Innenwelt[3]y la visión del medio a su alrededor (Umwelt).

Lacan toma estas ideas de Innenwelt Umwelt del pensamiento del biólogo estonio Uexküll. Según su teoría los organismos no existen de forma diferenciada antes de establecer relación con el entorno. El sujeto y el entorno no existen el uno sin el otro, son interdependientes. La relación que establecen es dinámica, cambia con el tiempo y depende de la interacción mutua. En el ensayo Meditaciones Biológicas Uexküll lo formula así “todo acto que consiste en un percibir y un actuar, imprime al objeto carente de relaciones su significación y lo transforma” (28).

Lacan incorpora estas ideas de Innenwelt Umwelta su descripción de estadio del espejo, como momento inaugural de constitución de la identidad personal en relación al medio social. En su teoría el sujeto se estructura en relación con el entorno que le rodea, el cual, a la vez se vuelve significativo por la acción y la percepción de los individuos.

Otra formulación posible de la identidad como una construcción dinámica que nos permite reconocernos a nosotros mismos y ser reconocidos por los demás, a partir de relaciones dialógicas, es la de Charles Taylor que explica cómo el descubrimiento de la identidad depende de las relaciones con los demás:

El que yo descubra mi propia identidad no significa que yo la haya elaborado en el aislamiento, sino que la he negociado por medio del diálogo, en parte abierto, en parte interno, con los demás. […] Mi propia identidad depende, en forma crucial, de mis relaciones dialógicas con los demás. (55)

Estas relaciones dialógicas con el entorno son las que ponenen crisis el personaje de Vallaure en escena. La pieza comunica el desasosiego de un personaje a disgusto consigo mismo y manifiesta la plasticidad como cualidad esencial de la identidad, insistiendo una vez más, que lo esencial de la identidad es su carácter dialógico y relacional, especialmente en esos momentos de desajuste en los que necesitamos modificar esa construcción. La identidad es una fabricación que va mudando en función de los espacios en los que se inscribe y a partir de un sistema de relaciones dinámicas. Si la identidad es, como sostengo en este artículo, un espacio de tensión ¿cómo orientarnos en los momentos de ajuste y desajuste de la identidad?

El personaje de Vallaure responde a esta pregunta en escena desdoblándose y conversando consigo mismo, proponiendo simultáneamente la fragmentación y la multiplicación de la identidad, lo que da al personaje rasgos histriónicos. Todos estos debates llegan al público como una conversación que el personaje tiene consigo mismo, como un susurro amplificado. El público escucha la desazón de este personaje que se siente a disgusto, a pesar de que fuera, a su alrededor, lo que estamos viendo a través de unas diapositivas proyectadas es el paisaje aparentemente idílico del Mediterráneo oriental.

Vallaure compone visualmente la escena contraponiendo dos planos que operan en la sala negra del teatro como un fondo y una figura. En el fondo un pase de diapositivas y en primer plano,la figura del performer. Las imágenes del fondo muestran el paisaje de esa isla mediterránea donde se supone que ese personaje de ficción se encuentray aparecen subtituladas como si fueran una proyección de cine mudo. El pase de diapositivas que vemos desde la platea articula una secuencia de sentido que muestra el entorno del personaje, describe lo que pasa fuera a su alrededor, a la vez que lo inscribe en un tiempo y en un lugar. Por los textos escritos sabemos que se trata de una isla del Mar Adriático, que ha sido abandonada después de la guerra de los Balcanes. Este plano de sentido, que actúa como un paisaje de fondo, se contrapone con el cuerpo del performer en escena, que encarna ese desdoblamiento del que he hablado antes, y que lleva al personaje a hablar consigo mismo poniendo voz y dando cuerpo a una deriva de pensamientos, deseos y contradicciones que acompañan al personaje en la crisis de su cincuenta cumpleaños.

Esta contraposición entre fondo y figura a nivel visual permanece estable durante toda la pieza y esta estabilidad en cierta forma sostiene la incertidumbre de las acciones y los erráticos caminos que va tomando el discurso del performer en vivo.

La obra no incorpora en el espacio más elementos escénicos que los descritos. La austeridad de recursos visuales, el que se mantengan estables y que compongan un espacio escénico con un fondo que representa el entorno del personaje y una figura que es el cuerpo del performer en primer plano, contribuyen a reforzar la preeminencia del tema central de la pieza: la identidad como espacio paradójico en el que chocan la propia percepción individual y el sentimiento de cómo somos percibidos por los demás.

Ese desajuste entre como nos vemos, y quées lo que percibimos de la mirada del otro, se presenta aquí como una paradoja. La construcción de la identidad abre así un campo de fuerzas ambivalente. Esa fricción entre reconocernos y ser reconocidos por los demás contrasta con la sensación que tiene el personaje de sentirse extraño a sí mismo y no representado por la mirada del otro.

Sacarse las tripas

La acción de sacarse las tripas pone en escena un cuerpoque se fragmenta. La imagen del cuerpo fragmentado que aparece en sueños es materia de obras de arte, como por ejemplo en las pinturas de Jerónimo Bosco. La teoría lacaniana también se interesa por ese cuerpo fragmentado de los sueños, pues este se muestra

[…] regularmente en los sueños, cuando la moción del análisis toca cierto nivel de desintegración agresiva del individuo. Aparece entonces bajo la forma de miembros desunidos y de esos órganos figurados en exoscopia, que adquieren alas y armas para las persecuciones intestinas, los cuales fijó para siempre por la pintura el visionario Jerónimo Bosco, en su ascensión durante el siglo decimoquinto al cénit imaginario del hombre moderno. (Lacan103)

La aparición del cuerpo fragmentado en los sueños tiene que ver con la fragilización de la identidad como sistema integrador del individuo.

La intención de fragilizar la identidad es una acción deliberada en el personaje que construye Vallaure, que describe así cómo ocurre esta acción de sacarse las tripas:

En un momento que el personaje está enfadado y no puede más, se saca las tripas. Saca tripas y tripas. Y esto es un truco, un truco porque es una forma de modificar la manera en que el otro te mira. La intención de la acción es esa: ser capaz de modificar cómo te mira el otro. Tu piensas que tienes un cuerpo, y en realidad te lo quitas y ya está, así de fácil. Es que es así de fácil. Y lo que mirabas de una manera, pues ahora lo miras de otra. Escomo si me quito un brazo o me quito la cabeza. Yo creo que en escena este tipo de acciones permiten darle la vuelta a una situación. Apuntan además hacia la cuestión de quién es el otro y de quién soy yo, de quién es el que hace y quién es quien mira. Y también está ahí la idea del desdoblamiento, de un personaje que se desdobla, pero resulta que hay otro mirando y tu crees que está viendo una cosa y está viendo otra. Todas esas capas de sentido superpuestas.

Ese dar la vuelta a una situación en palabras de Vallaure es escapar de la mirada del otro, en el momento que sentimos que proyecta sobre nosotros atribuciones de sentido frente a las que no nos sentimos representados, la acción es por tanto, una resistencia y una rebelión frente a la función integradora de la identidad.

La circunstancia del cumpleaños da al creador la excusa para hacer balance de su propia vida, una especie de estado de la cuestión sobre quién es y dónde está. A ese estado de la cuestión responde en escena con un personaje de ficción que en lugar de presentarse como acabado y completo se resiste a esa supuesta unidad y se obstina en desdoblarse, desmembrarse y multiplicarse. Esta es la forma en la que el personaje es capaz de quebrar la identidad construida, y por esa fractura dejar paso a otras construcciones más acordes con su momento vital.

Vallaurelo explica a partir de la posibilidad de jugar con el yo:

Desde el arte se puede instalar la contradicción, el fracaso, la pérdida del norte, cuestiones que desde otros planos, como en el científico o en el jurídico, no se pueden ni plantear. En el trabajo del artista hay una cosa bonita, que te ayuda a manejar el yo, que es algo que se da por sentado, pero a poco que te pongas a jugar con él, ves que puedes darle unos golpes, unos tirones de oreja, una patadita de vez en cuando. Como artista puedes entrenarte para disminuir esa pesadez del yo, siempre y cuando no se te infle, porque si se te infla, se te escapa de las manos. Este yo, a nivel social es como una piedra que llevamos arrastrando y lo mismo no es para tanto, que si le das un poquito igual se mueve, o se te cae un trozo y a ver como lo colocas luego encima otra vez.

Este entrenamiento en jugar con la identidad del yo se manifiesta en escena a través de acciones que desintegran el cuerpo: sacarse las tripas, arrancarse mechones de pelo, quitarse trozos de carne. Estas mutilaciones de ficción y los manejos posteriores que convierten los imaginarios pedazos de carne desmembrados en marionetas, con el sólo gesto de añadirle unos tapones de plástico, ensayan en escena nuevas composiciones y relaciones con el mundo. Fragilizando el cuerpo de ficción del personaje se fragmenta su identidad y en esa fisura es posible la transformación. Como apuntaba al principio del artículo, la acción de sacarse las tripas es una metáfora de la transformación de la identidad del personaje autoficcionado que crea Vallaure. Un personaje que llevaal extremo histriónico la contradicción entre la resistencia al cambio y la necesidad de reajuste. La fragmentación y la multiplicidad dejan paso a cambios y adaptaciones que tienen que ver, por un lado con las transformaciones del cuerpo por el paso del tiempo, y por otro con los cambios del entorno que de manera dinámica modifican la inscripción del personaje como parte de un sistema de relaciones afectivas, sociales, económicas, políticas, geográficas eincluso poéticas.

El cuerpo del personaje de Vallaure se coloca en escena como eje de la experiencia que hace posible esta singular articulación que pasa por el desdoblamiento primero y después por la mutilación y el desmembramiento del sacarse las tripas. El desdoblamiento hace aparecer una multiplicidad de interlocutores con voz propia en escena y la acción de sacarse las tripas, la mutilación del cuerpo de ficción del personaje, fragiliza la identidad ficticia del personaje para dar paso a otras posibles articulaciones identitarias.

La pieza se plantea como un crescendo en el que se van radicalizando las acciones del performer. En el momento de mayor intensidad, Vallaure saca de dentro de la chaqueta, como si fuera de dentro de su cuerpo, una ristra de salchichas de carne a modo de intestinos humanos. Es el esfuerzo supremo por arrancarse de sí “lo que le sobra”, por deshacerse de aquello que no le identifica.

¿Qué pasa si mi identidad no me identifica y me identifico contra ella? ¿qué pasa cuando nos sentimos incómodos con nuestra identidad y producimos nuevos procesos de identificación que son rupturas con aquella identidad? ¿cómo nos situamos en relación a nuestro entorno, como por ejemplo ese entorno que organiza al personaje de la obra una fiesta sorpresa de cumpleaños?

El cumpleaños pone de manifiesto el paso del tiempo. Alba Rico decía que como seres humanos somos una articulación peculiar entre tiempo, espacio e identidad. Si la identidad es un ámbito de relación dinámico con uno mismo y con el entorno, el reajuste aparece como una operación imprescindible para mantener el vínculo de la identidad consigo misma y con lo que hay alrededor. Vallaure lo explica así.

La identidad es una relación que hay que reajustar permanentemente, porque si no, no te pareces en nada, pero ni a ti mismo. Te llamas Jaime Vallaure, sí, pero vaya…, que no. ¿Quién es Jaime Vallaure? Es posible que el cumpleaños sea un buen momento para repensar la idea que tenemos de nosotros mismos.

El reajuste de la identidad en esta pieza ocurre a raíz de la acción de sacarse las tripas. En este sentido se trata de una intervención autoplástica, el performer interviene sobre su propio cuerpo para provocar un cambio a su alrededor y modificar la forma en que los demás le ven. Interviene en su cuerpo para transformar lo que le rodea.

Recomposición

El personaje de La Mitad (una celebración) comparte además características con una figura que Alba Rico denomina el embaucador autoplástico. Con esta descripción el filósofo agrupa a personajes mitológicos, como el nórdico dios Locki, o el trickster  medieval, capaces de fragmentarse y componerse de maneras insospechadas. Las diferencias con el personaje de Vallaure está en que estas figuras mitológicas parten de una indeterminación inicial: no son hombres ni mujeres, ni tienen una forma concreta, que no es lo que pasa en esta obra, en la que asistimos a cómo un personaje se enfrenta a su cumpleaños. Lo que compartiría con este tipo de figuras autoplásticas sería esa capacidad del personaje de desdoblarse, mutilarse, fragmentarse y multiplicarse; también la capacidad de apelar a la multiplicidad y a la paradoja, el uso del humor y la reivindicación de lo absurdo como herramientas de aprendizaje.

Estos embaucadores, incluyendo al personaje que presenta Vallaure, ejercen en la comunidad a la que pertenecen una función ambivalente; porque al tiempo que escenifican la fragmentación y las metamorfosis del cuerpo individual, cumplen una función integradora. El procedimiento integrador funciona mostrando los límites del cuerpo individual de estos embaucadoresen el tejido social del que son parte. En la performance de Vallaure después del desdoblamiento, la mutilación y el desmembramiento llega el momento de la recomposición, que coincide con que se entera de que su comunidad afectiva le tiene preparada una fiesta sorpresa. Los ajustes de la identidad por los que pasa el personaje tienen un límite, que es precisamente el seguir siendo reconocibles por los demás. Los cambios del personaje ajustan su identidad. Ese reajuste es también recíproco porque moldea los márgenes de la comunidad. La pregunta sería entonces ¿hasta donde podemos transformarnos y seguir formando parte de nuestro entorno?

Alba Rico, refiriéndose a las ideas de la antropóloga estadounidense Mary Douglas,define de la siguiente manerala figura ambivalente del tricksterque estamos comentando:

El embaucador … en un principio está aislado, es amoral e inconsciente … Varios episodios corrigen y colocan sus órganos corporales de modo que termina pareciéndose a un hombre. Al mismo tiempo comienza a tener una serie de relaciones sociales más coherentes … Así aprende gradualmente las funciones y los límites de su cuerpo (98).

El personaje en escena empieza como el embaucador, aislado e inconsciente de su entorno, atraviesa varias operaciones que desdoblan, fragmentan, mutilan y multiplican su cuerpo que, al igual que el del personaje del embaucador que describe Alba Rico, acaba emprendiendo un camino de regreso a la comunidad, un camino de reconstrucción de sí mismo. Vallaure lo explica así:

El cumpleaños tiene que vercon la alteridad de uno consigo mismo. Todo lo que ha ido apareciendo y ha caído de su cuerpo, el pelo, los intestinos, todo eso de lo que se ha deshecho, que intenta reconstruir. Con dos trozos de carne crea una especie de marionetas con ojos.¿Eres tu ese trocito de carne con ojos que está fuera de ti?, ¿cuál es tu manera de celebrar tu cumpleaños?

Hacer esta pieza fue un regalo que te haces a ti mismo y a la gente que está contigo. Repensarme en una fiesta de cumpleaños y que la gente la comparta contigo, pero que no se esté dando cuenta de que está viendo una pieza teatral.

En este sentido Vallaure no renuncia a la dimensión espectacular del teatro como espacio de representación. La pieza propone al público una experiencia de lo que José Sánchez define como teatro burgués “un espacio donde el espectador [puede] reconocerse en sus preocupaciones, en sus pensamientos, en sus emociones o en sus deseos no realizados” (10).

Vallaure hace de la escena un espacio lúdico, en el que se permite a sí mismo jugar con el yo y con las convenciones sociales sobre cómo se celebra un cumpleaños, primero trayendo al primer plano su cuerpo en la crisis de los cincuenta y después buscando una manera simbólica de deshacerse de esa identidad que el personaje ya no necesita, como hacen las serpientes cuando se quitan la piel como un calcetín; en una mudanza que permite al personaje seguir respirando en diálogo con el entorno, con él mismo y con la comunidad a la que pertenece y a la que da sentido.

BIBLIOGRAFÍA

Alba Rico, Santiago. Ser (o no) ser un cuerpo. Barcelona: Seix Barral, 2017.

Knott, Marie Luise. Desaprender: Caminos del pensamiento de Hannah Arendt. Barcelona: Herder, 2016.

Lacan, Jacques. “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica”. Escritos I [México] Siglo XXI, 2009, pp 99-105. Web 11 de diciembre de 2017.

Lévinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: Antonio Machado Libros. Colección La Balsa de la Medusa, nº 198, 1991.

Polidori, Ambra. “Nicht für immer! ¡No para siempre! Introducción al pensamiento crítico y la Teoría crítica frankfurtiana”. Revista Replicantes[México]. 2018. Web 2 de febrero de 2018

Sánchez, José A. “El teatro en el campo expandido”. Quaderns portàtils [Barcelona], Macba. No 16, 2008. Web 2 de marzo de 2018.

Taylor, Charles. El multiculturalismo y la política del reconocimiento.México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1993.

Von Uexküll, Jacob. Meditaciones biológicas. La teoría de la significación. Madrid: Revista de Occidente, 1942.

 

NOTAS:


[1] La obra se presentó en Madrid en el Teatro del Barrio en 2016 y en Espacio DT en los años 2016 y 2017. En cada una de las ocasiones la pieza no se representó exactamente igual, aunque la estructura descrita se mantuvo.

[2] Jaime Vallaure es creador, performer, editor, curador y acompaña procesos de creación. Desarrolla su actividad en el entorno de las artes vivas hace más de dos décadas. Parte de este artículo se nutre de una conversación sobre la obra La mitad (una celebración) que tuvo lugar en el estudio donde trabaja en Madrid el 2 de febrero de 2018.

[3] Término utilizado en alemán por Lacan.