Con este montaje el grupo pretendía acercarse a la commedia dell’arte y empezar a trabajar con una dramaturgia más rigurosa. Pero, al contrario de lo que pensaban, no estaban preparados para ello; además, tanto su forma colectiva de dirección como el pretender actualizar el texto de Goldoni jugaron en su contra. Al deshacer la arquitectura de la obra y ponerse a improvisar, pierden toda la esencia y el sentido del código teatral elegido. El grupo empieza a entrar en una crisis y solicitan la ayuda de la actriz italiana Ariel Genovese, que les enseña algunas claves del trabajo con máscara y a basar las improvisaciones en los juegos entre los actores. Ariel se ofrecerá para dirigirles, pero ellos rechazarán su oferta. Finalmente, necesitados de un ojo externo llamarán a Fernando Linares para que al menos armonice la transición entre las escenas y, debido a la falta de tiempo, no les queda más remedio que montar un espectáculo convencional, desprovisto del lenguaje y la expresividad características del grupo.
Arlequim, servidor de tantos amores, a pesar de tener una temporada asegurada, fue un fracaso teatral, de público y de taquilla; pero al mismo tiempo sería el resorte que impulsara al grupo a renovarse y llevar a cabo los cambios que ya estaba necesitando.