“En BR- 3, el Teatro da Vertigem profundiza en el descubrimiento de la identidad y del carácter nacional iniciado con Apocalipse 1,11. La trayectoria de este trabajo fue diseñada de forma teórico-práctica englobando, desde la lectura –o relectura- de grandes intérpretes del país, tales como Gilberto Freyre, Sérgio Buarque de Holanda, Caio Prado Júnior, Raymundo Faoro, Darcy Ribeiro, Milton Santos, a una investigación de campo que comprendió un recorrido geográfico por tres diferentes “Brasiles”: Brasilandia (barrio de la periferia de la ciudad de Sâo Paulo), Brasilia (capital de la nación en el centro del país) y Brasileia (ciudad en el extremo del Acre, casi en la frontera con Bolivia).
Además de la mera coincidencia léxica o la curiosidad etimológica –todas tienen la misma raíz “brasil” en su composición- esos tres puntos geográficos parecen proponer cierta visión concreta sobre el país. Si trazamos una línea imaginaria entre Brasilandia (SP), Brasilia (DF), y Brasileia (AC), tendremos un arco parabólico diseccionado hacia dentro del propio país, y por eso mismo, endógeno y umbilical. Tal parábola –que puede ser pensada tanto como curva, como narración alegórica- se inicia casi en el litoral, pasa por la Planicie Central y se imbrica en los “seringales” de la selva amazónica. Ese “recorrido hacia dentro”, ese movimiento centrípeto va desde una frontera literal a una frontera continental (Brasil-Bolivia). Materializa una cartografía tripartita: periferia-centro-periferia.
De ahí tal investigación de colocarnos delante de las paradojas y de los límites de lo que es percibido como centro y periferia. Si la ciudad de Sâo Paulo es uno de los principales polos urbanos del país y una de las áreas más populares del mundo, al mismo tiempo Brasilandia hace parte de aquel conjunto de sus anónimos barrios periféricos. Si desde el punto de vista cultural Sâo Paulo es la que tiene mejor infraestructura del país, es, paradójicamente la campeona nacional en viviendas precarias. Brasilandia/ Sâo Paulo es al mismo tiempo centro y periferia.
Por otro lado si Brasilia es la capital de Brasil, el centro del poder político nacional, por otro, es una ciudad aún en busca de sí misma, construyendo su identidad, satélite de sí misma y de su grandilocuente arquitectura. Utopía artificialmente forjada en un Brasil moderno en contraste con la realidad artesanalmente arraigada de un Brasil arcaico. Paradójicamente, con la llegada del nuevo presidente al poder, parece retomar su fuerza utópica original, corporeizando y revitalizando lo concreto de su arquitectura. Brasilia es al mismo tiempo el Palacio de la Planicie y de sus ciudades satélites (Taguatinga, Ceilandia, Núcleo Bandeirante e incluso Brasilandia). Pero, todavía nos encontramos otra contradicción: la capital de un país periférico ¿no es también periférica?
La última de las tres áreas, Brasileia, está situada en los confines del Acre –también éste un estado en los confines de Brasil- lo que parece duplicar el concepto de periferia. La citada ciudad es periferia del país, periferia de la selva amazónica y frontera de tráfico. Pero, al mismo tiempo, es también una de las ciudades más pobladas del Acre y es una importante área de producción de palo borracho. Brasileia bien podría simbolizar toda una región que, por rebelión de sus habitantes –brasileños nativos- roba, compra, se apodera de un pedazo de tierra de otro país, creando un territorio independiente. No nos olvidemos de que, hasta el inicio del siglo XX, el acre pertenecía a Bolivia, y que hasta 1962 no fue elevado a la categoría de estado. Curiosamente, poco tiempo después de la inauguración de Brasilia (1960).
El Acre será la última gran área a ser incorporada al territorio nacional. Incluso, en una tentativa de recuperar su territorio- cada vez más invadido por los brasileños –Bolivia llega a entregárselo a un poderoso grupo norteamericano. Se formó, entonces, lo que se llamó Bolivian Syndicate, en 1901, con el objetivo de desarrollar económicamente la región para, enseguida, reintegrarla políticamente. Aun así, los brasileños organizaron rebeliones armadas y de esa forma garantizaron su permanencia.
Además de ser el mayor productor de palo borracho del país, el Acre es también el estado símbolo de la lucha de la preservación de la selva. Sobre todo después del asesinato de Chico Mendes, que se convirtió en un ídolo de los ecologistas en todo el mundo. Brasileia queda al lado de Xapuri, tierra natal de este importante líder seringueiro. Si quisiéramos acentuar aún más los contrastes y paradojas de las nociones de periferia-centro, podríamos apuntar que en esa región hasta los indios se se volvieron grandes exportadores. Por ejemplo, la tribu de los Yawanawas vende urucum para las industrias cosméticas de los Estados Unidos. A su vez, los seringueiros de Xapuri fueron la primera comunidad brasileña en exportar madera según los patrones ambientalmente correctos, habiendo por eso, conquistado el “sello verde” (FSC), certificación forestal más importante del mundo.
Tres regiones (Sudeste/Centro-Oeste/Norte), tres climas (tropical atlántico/tropical/ecuatorial), tres paisajes (urbano/cerrado/selva amazónica), pero todas ellas construidas o creadas a partir de un fuerte movimiento de inmigrantes, especialmente de norteños. ¿Qué rasgos comunes habría entre personas procedentes de esos tres lugares? ¿Qué conexiones, diálogos, enfrentamientos y tensiones podrían encontrarse entre esos tres lugares? Al margen de un Brasil turístico, el recorrido de la investigación que realizamos fue rumbo a un Brasil desconocido y aparentemente “sin gracia” (Brasilandia y Brasileia). Pero también a un Brasil espectacular y, de cierta forma, “glamurizado” (Brasilia). Corte y provincia, imperio y colonia, capital y ciudad/barrio satélite.
Tal deseo investigador nos llevó, por tanto, a tres ejes que deberían estar presentes todo el espectáculo, en esa cartografía y esa reflexión crítica sobre cierto carácter nacional:
-El espectacular (el carnaval, las bellezas naturales, el “fútbol-arte”, la arquitectura moderna, etc.) versus lo no-espectacular (los confines del país, las tierras de nadie, la impunidad, la indigencia, etc.);
-Lo arcaico (analfabetismo, precarias condiciones de salud y vivienda, la mentalidad del terrateniente y del favor) versus lo moderno (tecnologías punta, proyectos pioneros –como la distribución gratuita del kit anti-VIH, etc.);
-El centro versus la periferia.
Si, 500 años después, ya no podemos descubrir Brasil, que al menos podamos des-cubrir cierto Brasil. Y que más que una cartografía o reconocimiento de un carácter, identidad o país, esperamos que tal viaje nos sirva también como norte, como farol, como brújula para la creación –y re-creación- de identidades y territorios.»

Teatro da Vertigem
(Traducción del portugués original: Carolina Martínez)