Resultado del proceso de reordenamiento actual de la economía cubana irrumpe, de manera esperanzadora y festiva, en el ámbito nacional, el personaje de la cuentapropista.Yara La China tiene tres licencias y todos los amparos: una foto de Fidel y Raúl y un indiopa los malos ojos. Yara oferta excursiones en las dos monedas circulantes en Cuba y, en cada propuesta, alerta sobre las estrategias de recuperación de lo gastado. Viajar con ella a Varadero, Viñales, Trinidad o Santiago de Cuba es siempre una inversión. La suya es una oferta redonda, única, una ganga. Para ilustrar sus itinerarios escoge un mapa fragmentado de la Isla: su negocio es el país mismo y sus clientes potenciales son los propios cubanos de a pie, lo cual constituye un punzante juego irónico con una realidad donde la posibilidad de vacacionar es un imposible para la gran mayoría víctima de la dualidad monetaria y magros salarios. Cubalandia propone una mirada descarnada y sin afeites por el camino del choteo a la Cuba de hoy. Su creación abre un grupo de interrogantes sobre el sujeto y su relación con el medio. La actriz camina por el filo de una navaja. Vender un país es, sin duda, un acto desesperado de supervivencia.