Hacedor de grandes provocaciones, Gurrola llevó a escena a Bernhard para escupir por boca de «Bruscón» su más profundo desprecio por el teatro, el público, los crítcos y las instituciones culturales mexicanas. En palabras de  Gurrola:
«Estamos presentando la pobreza del teatro causada por el público, por su ambigüedad, por su flojera (…), invito al público al fracaso del teatro.» (Juan Hernández, «El espectáculo y el público actuales…», unomásuno, México, D.F., 20 de septiembre, 1993.)