Esta obra es la #5 de la serie El Susurro de Tatlin cuyo trabajo examina las relaciones de apatía y anaestetización con respecto a las imágenes utilizadas en los medios masivos de información. En esta serie se trata de activar imágenes, conocidas a través de su recurrencia en la prensa, al de-contextualizarlas del evento original que dio paso a la noticia y escenificarlas del modo más realista posible dentro de una institución artística. El elemento más importante de esta serie es la participación del espectador quien puede determinar el curso que tome la obra. La idea es que la próxima vez que ese espectador se encuentre ante una noticia que utilice imágenes similares a la que él experimentó pueda advertir una cierta empatía personal hacia ese evento distante y ante el cual tendría normalmente una actitud de desconexión emocional o de saturación informativa. La vivencia del público dentro de la obra permite que comprenda la información a otro nivel y que se apropie de ella porque la ha vivido.

Por otro lado el título de la serie, El Susurro de Tatlin, evoca el debilitamiento del impacto que originalmente tuvo un momento de la historia occidental en el que se producen grandes transformaciones resultado de revoluciones sociales. Se hace referencia simbólica al artista y arquitecto ruso, Vladimir Tatlin, que concibió la Torre Monumento, previsto como sede de la Tercera Internacional Comunista, ícono del entusiasmo y grandiosidad de la Revolución Bolchevique. Esa intensidad, credibilidad y exaltación frente a las revoluciones, al igual que la Torre de Tatlin que nunca se llego a ejecutar, se ha frustrado y la utopía se replantea con el esfuerzo que implica un débil susurro. Esta serie revaloriza el deseo por momentos de implicación ciudadana en la construcción de una realidad política, mientras que actualmente las ideologías se transforman y circulan como noticias.

El Susurro de Tatlin # 5 se realiza en el puente del Turbine Hall de la Tate Modern de Londres. Dos miembros uniformados de la policía montada irrumpen en el espacio mientras practican técnicas de control de masas con los espectadores que están en el Museo. El público es acorralado por uno de los caballos, es dividido en dos grandes grupos, es re-agrupado y obligado a estar en una situación de hacinamiento mientras el círculo hecho por la policía montada se va achicando, es obligado a quedarse dentro o fuera del espacio al ser bloqueada la entrada por el cuerpo del caballo, entre otras técnicas. Los visitantes por lo general responden cediendo a las instrucciones verbales de los oficiales y a la imponente presencia física e histórica de los caballos utilizados como medios represivos. La obra y el nombre de la artista no son anunciados con anterioridad a la presentación de la obra, para tratar de proveer una frescura a la experiencia del espectador ligada a su memoria mediática y no a su memoria artística. La obra activa una situación policial que ejerce los límites de la autoridad y el poder sobre la sociedad civil y donde el público se convierte en ciudadano a través de su conducta.

Fuente: www.taniabruguera.com