Este montaje aglutina de nuevo a los miembros del grupo y da la bienvenida a dos nuevos actores, que colaboran a la hora de darle un nuevo talante a Galpâo.
El objetivo de la obra era incorporar otras formas de juego y de creación teatral que implicaban un mejor dominio del código circense: improvisación clownesca, teatro de muñecos, pantomima, trucos y sketches cortos. En ella se combinaban lo onírico y lo lírico con elementos cotidianos. El escenario estaba compuesto por una caja negra de la cual, como de una caja de sorpresas, emergía un mundo de fantasía. La transición entre las diferentes escenas fue perfilada por Eduardo Moreira y Fernando Linares.
A pesar de la aparente improvisación, en el espectáculo todo estaba marcado, y coreografiado a partir de la música de Nino Rota. Esta amalgama de informaciones e influencias estaba compuesta por nueve cuadros cortos que orgánicamente se sucedían uno dentro del otro sin quiebra del tempo dramático, y donde el grupo satirizaba en tono farsesco a los místicos, los hippies, los acomodados, los políticos, los programas de televisión y la policía. Las sátiras se intercalaban con cuadros líricos dando lugar a un universo mezcla de circo, pantomima y cine mudo.
En las representaciones se producía una estrecha relación entre los actores y los espectadores; los actores pendientes en todo momento de las acciones y reacciones del público para incorporarlas al espectáculo; siempre teniendo en cuenta el punto de vista externo.
La obra formó parte del proyecto Arte Cênica na Escola, destinado a llevar el teatro a las escuelas de la periferia. Junto con A esposa muda, fue una de las obras más representadas por el grupo que, además, sirvió para reafirmar el teatro de calle en Belo Horizonte.