«Woyzeck – Büchner es un sueño acariciado por años. Cuando busqué en los papeles, libretos y anotaciones sobre la obra descubrí que el primer análisis del texto era de 1972 – ¡casi treinta años atrás! – encuentro también estudios para posibles escenografías, notas de reparto y propuestas para la puesta en escena e innumerables artículos, versiones y traducciones.

Las obras son fantasmas que rondan hasta que sin saberse muy bien cómo, se hacen realidad.
Woyzeck – Büchner llega en un momento especial para mi carrera. Cuando me he desprendido de toda pretensión de director escénico y cuando a fuerza de montajes (más de 50) comprendí que el único papel del director es el de primer espectador. Pero para llegar a jugar este papel se requiere de un equipo de actores maduros que estén dispuestos a indagar en sus más recónditos pliegues de la memoria y a entregar con un lenguaje depurado la profunda reflexión que implica abordar un texto tan profundo como este de Büchner.
Con Woyzeck – Büchner no pretendo decir nada, no pretendo ejemplarizar, no quiero que se mire el producto como un extraño especimen, no aspiro ni al aplauso ni al rechazo, sólo quiero exponerme en el teatro a mis más profundas creencias, a la búsqueda de un lenguaje que me empariente con la verdad y me haga huir de la mediocridad.

Queremos gritar y, al no poder, hemos dejado que nuestros cuerpos lo hagan. Que el movimiento, que la estructura física de la acción, protesten contra un mundo que nos oprime, nos segrega, nos aparta, nos prohíbe, nos inhíbe, nos imposibilita a ser distintos y a la vez iguales a todos.
Queremos con Woyzeck – Büchner la comunión con el espectador, pero la sustancia ahora es el cuerpo del actor. Que nos perdone Büchner que si hemos sacrificado su texto, lo hemos hecho como el resultado de un proceso emocionante en donde Andrés, Omaira, Ramiro, Ruderico y Albeiro han dejado parte de su vida en este producto.
Woyzeck – Büchner es un sueño y queremos solarlo con los espectadores.»

 

Rodrigo Saldarriaga.