Comencé a hacer performance hace más de diez años. Mis primeros encuentros con el medio se dieron en el taller de performance de una universidad bostoniana a la que llegué por azar. Ahí me familiaricé con la historia del peformance y comencé a realizar acciones. Esta primera experiencia fue importante, pues en ese entonces se gestaron varias ideas e inquietudes que después aparecieron reflejadas en mis piezas.
No obstante, mis conceptos sobre el performance han cambiado a la par de mi trabajo. A principios de los años 90 -cuando realicé mis primeros performances y fui curadora y enseguida directora de Ex-Teresa- profesaba una fe casi incuestionable en el medio. Hoy soy bastante más crítica y analítica, pero sigo creyendo que su poder principal yace en que examina, reescribe y cuestiona los códigos culturales predominantes a partir del cuerpo; en que articula, subvierte y cuestiona con insistencia el estado asimétrico real de las relaciones de poder en nuestra sociedad. Es por ello que, para mí, el performance no es meramente un quehacer «artístico» sino un método de conocimiento de nuestras prácticas históricas, sociales y culturales.
Mis métodos de trabajo se basan en la traducción de una idea o concepto al terreno de la acción y el cuerpo. Parto de que todos los componentes de un performance contienen información, por tanto ensayo minuciosamente cada movimiento y cada gesto. Detrás de cada performance hay un detallado trabajo con todos los elementos que lo integran; algunos ejemplos son la subversión de la mirada -un acto bastante simple pero todavía hoy muy transgresor, al venir de una mujer- o el uso de una gestualidad corporal particular. Este formato de trabajo sumamente estructurado me ha permitido desarrollar y explorar un mismo performance de distintas maneras, de acuerdo con el contexto y el público frente al cual lo presento. El contexto en el que presento una obra y el público al cual está dirigida son consideraciones fundamentales en mi trabajo.
El hilo conductor de mi obra ha sido la transformación del cuerpo femenino en un sitio desde el cual es posible abordar y comentar fenómenos sociales y políticos. Es decir, reconstruyo mi propio cuerpo como un vehículo metafórico de información codificada. He entendido el cuerpo -el mío- como un mapa que puede ser analizado y desmembrado, el cual enseguida puede encarnar nuevos niveles de significación. Éstos entran en conflicto con los ya existentes y permiten configurar un nuevo discurso.
Si hago un recuento de mi obra hasta este momento, puedo advertir que mis ideas se han ido transformando y apreciar, sobre todo, dos etapas principales. En la primera experimenté con los límites de mi cuerpo, sometiéndolo a distintas situaciones extremas. Si bien rebasar las fronteras no era la finalidad de las piezas, sí fue una constante. Y aunque dicha experimentación fue reveladora y a fin de cuentas necesaria para formular muchas de mis ideas y trabajos posteriores, también fue bastante difícil. En este renglón, vale la pena mencionar mis sensaciones durante y después de presentar Looking for the perfect you. Esta obra pretendía ser un comentario irónico sobre la actitud políticamente correcta que han asumido con falsedad las sociedades primermundistas en lo que se refiere a los problemas de género. Descalza y portando un ligero vestido de novia, enterré un velo blanco ensangrentado en la nieve de un estacionamiento en Quebec, Canadá. Estaba perfectamente consciente de los riesgos de congelamiento y, a pesar de perder la sensibilidad en manos y pies a la mitad de la obra, estaba dispuesta a terminar de cubrir el velo con nieve. Pero en cierto momento el público intervino y me ayudó a concluir la acción. Lo que siguió, ya resguardada en el interior de un edificio y cubierta en cobijas, fue una sesión de masaje con manteca para calentarme las extremidades.
La segunda etapa comenzó años más tarde, tras la presentación de obras como Accidente 14 y Territorio mexicano. A sabiendas de que los límites entre realidad y simulación son imperceptibles la mayoría de las veces, comencé a incorporar nociones del simulacro y el espectáculo en mis trabajos. Así surgió Si ella es México, ¿quién la golpeó?, mi performance hit, producido y presentado en numerosas ocasiones a partir de 1997. En esta obra me transformo en una «modelo golpeada»: un pueblo golpeado y abusado que insiste en presentarse como saludable y atractivo. Mi intención era develar la crisis mexicana y el importante papel que Estados Unidos ha jugado en ella. En esta obra también busqué criticar la desventajosa posición de la mujer tanto en mi país como en el vecino del norte. Sobre una pasarela, modelo -exhibo- distintos vestidos y objetos «de moda» pero también golpes, cortadas y heridas corporales realizadas con maquillaje de efectos especiales. La ropa y los objetos que utilizo son verdes, blancos y rojos -en obvia referencia a la bandera mexicana- y el audio es una pista de rap mezclada con grabaciones de los debates sostenidos en el Senado norteamericano sobre el proceso de descertificación de México en la lucha contra las drogas.
Mi obra más reciente, hasta ahora presentada en Experimentica 02, en Cardiff, País de Gales, y en el Museo Universitario del Chopo, es Mientras dormíamos (el caso Juárez).En ella pretendo registrar los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez al tiempo que abordo la permisividad que subsiste en México a propósito de la violencia contra las mujeres. Utilizo mi cuerpo como un mapa simbólico que documenta y narra la violencia en cincuenta de los casos, tomados de reportes encontrados en internet. Sobre una plancha de morgue, la pieza se centra en reproducir en mi propio cuerpo -con un plumón quirúrgico- cada uno de los golpes, cortadas y balazos que estas mujeres sufrieron. Así, mi cuerpo se transforma en un vehículo de representación de la violencia hacia la mujer en Ciudad Juárez, hoy aparentemente institucionalizada.
Mis experiencias realizando performances y las diferentes formas de interacción que se han establecido en cada una de las presentaciones, tanto con el público como con el contexto, han sido tantas y tan distintas que es casi imposible describirlas. He presentado mi obra en espacios que van de la pequeña galería independiente a la enorme plaza pública, tanto en la Ciudad de México como en otras urbes. Me he enfrentado a espectadores muy receptivos y a otros francamente apáticos.
En última instancia, lo que busco con mis performances es provocar reflexiones sobre ciertos fenómenos sociales o políticos, más allá de la disciplina misma. Así, mis trabajos de performance me han permitido entender, utilizar y replantear mi cuerpo como un territorio de resistencia, no sólo en las actividades performáticas sino, sobre todo, en la vida cotidiana.