Ikusmira

A finales del pasado Junio tuvo lugar en Bilbao el encuentro Ikusmira. Procesos y discursos del cuerpo en la danza actual. Anunciado como Curso de Verano dentro de los encuentros universitarios Bilbao Arte eta Kultura, Ikusmira fue además una ramificación del programa de subvenciones Dantzan Bilaka, que el Gobierno Vasco pone en marcha cada año. El programa está orientado a apoyar las primeras creaciones coreográficas de jóvenes artistas en Euskal Herria. Este año Dantzan Bilaka cuenta además con la asistencia de la coreógrafa Idoia Zabaleta que, a modo de mediadora entre artistas e institución, se ocupa principalmente de estimular el debate interno, de apoyar los procesos de trabajo individuales y de dirigir y coordinar el Curso de Verano. Ikusmira tuvo una duración de tres días, organizados a su vez en tres bloques temáticos:

  1. Producción de códigos y subjetividades con la participación de Amparo Écija, Ion Munduate y Sandra Cuesta

  2. Los límites del cuerpo y sus potencialidades con Angels Margarit, Leire Ituarte y Mikel Aristegi

  3. El lugar de las referencias en el proceso creativo: identidad cultural e identidad personal con Gustavo Ciríaco, Iker Gómez y María Ibarretxe

Por las mañanas un espacio de documentación cedido por Bilboeszena acogió las presentaciones de libros publicados recientemente. Artistas, teóricos y profesionales debatieron en un ambiente abierto que ante todo señaló la importancia de contar con un mayor número de estructuras dedicadas al intercambio y cuestionamiento de los modos de creación contemporáneos. Cada vez más extensa, la creación coreográfica actual denota el interés de numerosos artistas por trabajar en la construcción de situaciones transitorias, efímeras, que tienen que ver más con un ejercicio de escritura y comunicación directa con el público, que con cualquier idea preconcebida de un cuerpo virtuoso en movimiento. La destreza de las prácticas corporales contemporáneas reside, en todo caso, en su habilidad a la hora de inventar códigos y proponer nuevos modos de percepción para el espectador. Por eso, reformular las maneras en las que esta comunicación entre cuerpos tiene lugar se perfila cada vez más urgente: “¿Qué cuerpos para qué sociedades?” escribía Óscar Cornago, invitado a Ikusmira con ocasión de la publicación de su nuevo libro.

Éticas del cuerpo

Durante la presentación del libro Éticas del Cuerpo (Fundamentos 2008) Cornago señaló que, en su opinión, la potencialidad de la acción (la danza, el teatro o la performance) surge cuando es capaz de rozar los límites de su propia autonomía sin abandonarla. Habló de la necesidad por parte de la teoría y de la práctica de mantener cierta independencia, y no estar la una al servicio de la otra. La labor crítica consistiría en desplazar los modos en los que habitualmente pensamos sobre la práctica hasta encontrar nuevas maneras desde las que “pensar prácticamente”. Quien haya tenido la oportunidad de leer Políticas de la palabra (Fundamentos 2005) coincidirá en que, como aquél, este libro tampoco pretende establecer una corriente artística, anunciando un nuevo movimiento generacional o estético sino que comparte ensayos reflexivos del autor con aportaciones de los propios artistas. La ética individual y la actuación en primera persona, patente en numerosas propuestas actuales, pondrán de manifiesto los cambios que a lo largo de las últimas décadas han tenido lugar en el arte y su relación con el público y con la sociedad. En su libro, Cornago propone pensar lo político desde otro lugar y, citando a los sociólogos Ulrich Beck o Zygmunt Bauman, reflexiona sobre los aspectos metafóricos que hacen de la acción una práctica especialmente sensible al encuentro con el otro y favorable a la creación de espacios intersubjetivos. La ética del cuerpo a la que se refiere es, sobre todo, el modo de situarse frente al que está delante. Por consiguiente, si la pregunta de Cornago “¿qué cuerpos para qué sociedades?” nos hace pensar en el cuerpo del artista no sólo como parte de una sociedad sino como producto de ésta, a nadie sorprenderá que Sandra Cuesta, formada en artes visuales, hablara de esculturas en relación a ciertos pasajes de su nueva pieza A long way back (2008) o que el coreógrafo brasileño Gustavo Ciríaco insistiera, durante su conferencia, en el derecho a apropiarse de la historia del arte europeo como la suya propia, confrontándose así con lo que teóricos y programadores occidentales esperan del llamado “cuerpo brasileño”. Y es que, lejos de borrarse, las fronteras se han multiplicado, o mejor, ampliado, de manera que hoy en día ya no tiene sentido preguntarse si estas propuestas pertenecen a un lado u otro de las fronteras, disciplinares o culturales, sino reconocer que habitan los espacios intermedios que todavía están por definir. En este sentido podríamos decir que la coreografía es una suerte de escritura del cuerpo en un tiempo y un espacio determinados. Y que la construcción en directo de este texto, comparable a un tejido que se extiende, es también la invitación a realizar un viaje hacia la producción de subjetividades. La relación contractual que se establece entre artista y público en este tipo de situaciones transitorias abre la posibilidad para ambos de afectar y ser afectados por el cuerpo del otro. Lo que las prácticas corporales proponen es, por tanto, la construcción de una gramática corporal.