En México, al igual que en otras ciudades del mundo, durante la década de1960 la escena artística vivió importantes movimientos de renovación, una presencia relevante de esos años fue la de Alejandro Jodorowsky (Iquique, Chile, 1929), quién irrumpió en la ciudad de México presentando controvertidas puestas en escena y desarrollando una multifacética carrera, que lo convertiría al cabo de un tiempo en un artista de culto del siglo XX. La propuesta teatral de Jodorowsky se caracterizó por su crítica frontal a los esquemas del teatro tradicional, dirigió más de cincuenta espectáculos entre pantomimas, musicales, marionetas, puesta en escena de textos de teatro de vanguardia (Beckett, Ionesco, Tardeu) y textos de su propia autoría como: La ópera del orden (1962), El juego que todos jugamos y Zaratustra (ambas de 1970). Sin embargo fue en el «efímero pánico» en donde Jodorowsky llevó al extremo su propuesta escénica. Las influencias e intereses de este creador lo situaron como un artista contemporáneo de su momento y su pensamiento encontró importantes coincidencias con los movimientos de ruptura que se desarrollaban principalmente en Estados Unidos, de forma tal que el efímero pánico encuentra grandes coincidencias con el happening norteamericano. Practicante de disciplinas orientales como el yoga y la meditación, estudioso del esoterismo, ávido lector de comics, gran conocedor de la vanguardia teatral europea, alumno destacado de Ettienne Decroux y Marcel Marceau y notablemente influido por la lectura de los textos de Antonin Artaud, Jodorowsky publicó en 1965[1] el libro «Teatro pánico» en donde aparece el texto Hacía el efímero pánico o ¡sacar al teatro del teatro!, en el que a manera de manifiesto el autor plantea los fundamentos del efímero pánico.

El efímero pánico debe su segundo nombre al llamado movimiento Pánico, del cual fueron creadores junto con Jodorowsky, el dramaturgo Fernando Arrabal y el escritor y dibujante Roland Topor. Este movimiento surgió como una crítica hacía el surrealismo, y uno de sus aspectos más peculiares fue su propia concepción a partir del dios Pan y su desarrollo en torno al efecto que este dios causaba entre los mortales que lo llegaban a enfrentar: el pánico, un estado en el que simultáneamente se podían experimentar estados de ánimo contradictorios como el terror y la risa; y es este concepto de simultaneidad lo que los pánicos retomaran para la creación de sus obras. En el texto de Alejandro que mencionamos arriba el autor pugna por un replanteamiento de los elementos teatrales: personaje, texto literario, edifico teatro, director de escena, escenógrafo y público; y aboga por realizar un trabajo escénico basado en el azar y el ‘accidente’.

Partiendo de una analogía entre pintura y teatro, Jodorowsky establece que las artes plásticas tienen como tarea abandonar la figuración y la abstracción para llegar a una manifestación concreta: «En esta nueva actitud plástica, la concreta, los límites entre pintura y escultura serán ambiguos y el pintor producirá un ‘objeto- plástico’ realizado no sólo con materiales pictóricos tradicionales sino también con trozos de la realidad». En consecuencia con esta idea el efímero pánico buscará expresarse por medios concretos, los materiales usados para este fin serán de preferencia orgánicos: membranas, huevos, ropa vieja, gases, ratas, etc. El empleo de decorados y vestuario se sustituirá por objetos construibles y destruibles, los ex -actores entrarán en los objetos y los harán estallar, vestirán trajes colectivos, usarán motores, manejarán luces, en resumen, señala Alejandro, el efímero se expresará con materiales reales y no con objetos que aparenten ser. En lo que respecta al actor (ahora ex –actor), este no trabajará en función de crear un personaje, sino que su participación estará enfocada a encontrar la expresión real del individuo. Al revalorar el azar y el accidente como la esencia misma del hecho escénico Alejandro propuso un teatro efímero y por tanto irrepetible, generado a partir de la espontaneidad de acción del ejecutante liberado del texto literario: «la angustiosa lucha que ha sostenido el teatro durante toda su historia por crear espectáculos reproducibles, lo ha equivocado, en lugar de ser el templo del orden-desorden y la improvisación ha vivido esclavizado por ese intruso y absurdo emperador de la escena que es el literato», el efímero pánico partiría no de un texto literario sino de un esquema organizativo. En este texto propone también salir de los teatros ya que estos determinan de antemano una relación escindida entre escena y público, el efímero pánico por el contrario busca el desbordamiento, la acción generada por los exactores deberá involucrar activamente al público, el acto efímero deberá transformarse en lo que él denominó la fiesta- espectáculo, y el objetivo final de esto será «que el hombre se libere de sus moldes cotidianos y, por la acción improvisada, llegue a desarrollar la totalidad de su ser». A partir de documentos y testimonios queda claro que en todos los actos generados por Jodorowsky lo más destacado era su gran sentido del espectáculo, así en su teatro como en sus intervenciones públicas y por supuesto en sus efímeros, y es un hecho que en sus intervenciones escénicas no siempre mostró la radicalidad expresada en sus postulados teóricos, sin embargo la espectacularidad siempre estaba presente.

En la ciudad de México Jodorowsky realizó varios efímeros, y uno de los más representativos fue el presentado en el patio de la Academia de Artes Plásticas de San Carlos, en donde destacó la realización de un gran número de acciones simultaneas que incluyeron la intervención de un peluquero que fue contratado para rapar a una actriz, la realización por parte del artista Manuel Felguérez de un mural in sitú sobre el cuerpo de una modelo, y destacó también el uso de diversos materiales orgánicos como vísceras, sangre, leche, huevos, animales vivos, etc. Otro efímero destacado se llevó a cabo en 1967 cuando Jodorowsky acompañado por un grupo de rock rompió un piano en un programa de televisión, acción que fue vista por miles de espectadores. Sin embargo en otros de sus efímeros más recordados es mucho más evidente su presencia como director de escena, de entre estos trabajos podemos citar los realizados en colaboración con el reconocido artista plástico Manuel Felguérez. En 1961 Felguérez construyó con desperdicios metálicos un enorme mural en el edificio que más tarde albergaría al cine Diana, y que aún puede contemplarse a pesar de la destrucción de la que ha sido objeto por parte de los administradores del cine, en la inauguración de este mural Jodorowsky presentó un espectáculo escénico titulado Poema inmóvil para un mural de hierro, en donde un grupo de actores recitaba textos, escritos por el propio Alejandro, acompañados por un baterista quién improvisaba sus percusiones sobre el metálico mural. En 1963 Felguérez construyó otro imponente mural, esta vez para un balneario. En esta ocasión las inmejorables condiciones de producción le permitieron a Jodorowsky realizar un impresionante espectáculo con la participación de más de 40 participantes entre bailarines, actores y mimos, iluminación, audio, proyecciones de cine y hasta un helicóptero que durante los ensayos accidentalmente cayó a la alberca y que fue utilizado desde ahí como parte de la insólita escenografía. La crítica de arte Raquel Tibol recuerda momentos de este espectáculo: «Todo giró alrededor de Los Cantos de Maldoror de Lautreamon: el desamor impregnó el gran espectáculo. Para corporizar de manera múltiple la idea del encuentro-desencuentro entre los humanos, Jodorowsky empleo de manera simultánea todos los vestidores, que eran muchísimos. (…) En un determinado momento todas las puertas se abrieron y en cada vestidor iluminado se daba una situación humana de pareja o de soledad; parejas en discordia, parejas en concordia, parejas en coito…

Alejandro era un genio pasa sacar partido de las casualidades; por ejemplo, con el helicóptero en medio de la alberca no se pudo poner una plataforma grande en la que estarían los bailarines, sólo se pudo utilizar una plataforma relativamente pequeña que se bamboleaba y se llenaba de agua, de modo que al bailar los ejecutantes resbalaban y se caían a la alberca. Fue la danza de la inestabilidad. Otro aspecto sobresaliente fueron las dos grandes tinas de plástico con mimos dentro que apenas emitían sonidos guturales, mientras se sumergían unos en tallarines y otros en salsa catsup. Al mismo tiempo ardían fuegos artificiales, grandes judas eran movidos a uno y otro lado, sonaba la música y una voz leía el texto de Lautréamot». Otro efímero memorable lo realizó en París dentro del segundo Festival de la libre expresión en mayo de 1965, esta vez Jodorowsky y su equipo realizaron una serie de acciones extremas por más de tres horas. La música fue un elemento importante en los efímeros y en esta ocasión Jodorowsky contó con una banda de rock. Las acciones se sucedían en un caos permanente y sostenido por la fuerte presencia de un Jodorowsky incasable, que pasaba de una acción a otra sin mayor preámbulo, se le veía pintando el cuerpo desnudo de alguna participante, o portando un traje de carne cruda que era despedazado por los otros participantes, ahora siendo azotado con un látigo, o destruyendo un coche. El objetivo primordial del efímero, que Jodorowsky planteo en el texto aquí citado, de liberar al hombre y desarrollar la totalidad del ser, fue en definitiva la premisa de su trabajo artístico, e irónicamente fue esta la que lo alejó del arte llevándolo hacía terrenos terapéuticos, y ya situado en la psicología creó la psicomagía para la cual recupero su concepto de acción efímera, y hoy en día como psicomago diseña extrañas acciones para sus fanáticos pacientes, que las realizan sin ningún afán artístico y en la intimidad de sus espacios: «Era un hombre que se despreciaba totalmente a sí mismo, no se quería se humillaba, era un músico que no podía crear, me pidió que lo ayudará con su arte. Le dije que para eso lo tenía que llevar a una situación límite. Él se sentía sobre todo despreciado por las mujeres, por su mamá. Así que lo puse en una bañera e hice que treinta mujeres orinarán sobre él. Nunca había estado tan humillado en la vida. Fue como un choque eléctrico. Ahora tiene discos maravillosos, porque tocó su fondo.»[2]

Notas

  1. «Teatro pánico», Alexandro Jodorowsky, Ed. Era, México, D.F., 1965.
  2. «Entrevista con el psicomago del arte», Una Pérez y Andrés Ramírez, Revista Viceversa, 29 de octubre, 1995.