Gabriela Ponce es actriz, directora, docente, investigadora y dramaturga del grupo Mitómana

¿De dónde parte la formación del grupo y qué tipo de evolución se ha dado desde entonces?

El grupo se forma con actrices que terminaron su formación en el Laboratorio de Teatro Malayerba en la ciudad de Quito. Desde el año 2005 comenzamos a colaborar en distintos trabajos pero dos de nosotras viajamos para continuar con estudios de maestría en Estados Unidos y es recién en el año 2012 nos juntamos nuevamente en Ecuador y se forma el Colectivo Mitómana/Artes Escénicas. Desde que iniciamos nuestra colaboración estábamos claras en ciertos principios creativos, nos interesaba investigar en proceso experimentales de creación, tomar distancia de nuestros maestros para ir apostando por un lenguaje propio dándole sin embargo un lugar importante a la investigación desde el cuerpo, pues ese era uno de los más importantes aprendizajes que nos dejaba nuestra experiencia en el laboratorio. Desde ahí nuestras vivencias compartiendo con artistas y nuevos referentes a partir de las experiencias en el exterior hicieron que las preguntas que guiaban nuestra búsqueda dentro del teatro se fueran afinando. Nuestro interés sobre la escritura con y desde el cuerpo, se extendió para desde ahí plantearnos investigar una escritura dramática, espacial y visual. Nos interesaba colaborar en procesos creativos en los que nuestro punto de partida fueran preocupaciones subjetivas y/o políticas que desembocarán en investigaciones escénicas; la idea era abandonar un teatro de texto (que es el que conocíamos) para embarcarnos en el desarrollo de proyectos que partan de ideas, de imágenes o desde el cuerpo para desde ahí escribir en escena con otros. Creíamos en un teatro que no admitía jerarquías y cuyos procesos de creación (más que los contenidos) fueran políticos (si se quiere democráticos). Tras nuestra primera experiencia (Caída Hemisferio Cero) que se hizo en coproducción con Void Theater de NY y se planteó como una instalación escénica que funcionaba a su vez como obra de teatro (Leni Méndez, artista plástica) nos inscribimos en una práctica transdiciplinar (se incorporaron al colectivo artistas visuales y sonoros y una bailarina/filósofa). El año pasado llevamos a cabo nuestro segundo montaje como colectivo, una adaptación escénica del cuento Putas Asesinas, de Roberto Bolaño. Para ello el colectivo intervino a modo de residencia una casa que por años había permanecido en el abandono y reciclando todos los objetos encontrados, en una búsqueda corporal/actoral que partió desde la arquitectura creamos el universo de la obra que fue luego compartida con el público. Se nos abrieron con esta experiencia nuevos cuestionamientos sobre los espacios, la arquitectura y la relación con el público. Cuestiones sobre las que ya veníamos reflexionando desde nuestra experiencia anterior que también se presentó en un espacio no convencional (Centro de Arte Contemporáneo).

Este año hemos inaugurado nuestra propio espacio escénico/creativo. Nos juntamos con otros artistas, diseñadores y emprendedores culturales para crear Mitómana/Invernadero Cultural, espacio que incorpora una sala para artes escénicas pero que incluye un espacio para residencia artística y una librería especializada en artes. En este espacio estamos desarrollando nuestro nuevo trabajo que investiga en archivos sonoros y fotográficos para la creación de una obra que investiga en hechos sucedidos durante la dictadura que vivió nuestro país en la década de los años 70.

¿Cómo se sitúa frente al contexto teatral y/o artístico en el que trabaja? ¿Se considera representante o forma parte de alguna corriente que podamos considerar emergente dentro del panorama teatral actual?

Conforme hemos desarrollado nuestro trabajo hemos incorporado ciertas inquietudes que desde hace décadas ya se hacen los artistas escénicos pero que en nuestro país a penas han aterrizado: las relaciones de creación y producción no jerárquicas; la investigación en una dramaturgia actoral, espacial, visual y de texto que opera de manera igualmente no jerárquica e incorpora otras disciplinas (en este sentido se crea a partir de un diálogo expandido y transdisciplinar); el uso de espacios no convencionales que nos permiten intervenirlo desde la plástica, nos interesa (creo que esto también nos diferencia de la mayoría del teatro ecuatoriano en donde poco se ha cuidado la experiencia visual) que la experiencia estética sea plena para el espectador; tenemos, por otro lado, un proceso de investigación conceptual que alimenta nuestro quehacer y se nutre permanentemente de la filosofía y la estética. Nos interesa que nuestra práctica sea pensamiento y viceversa.

¿Cuál es su forma de producción? ¿Viven de su actividad artística? ¿A cuánto ha ascendido el coste de sus últimas obras?

Todos los miembros del colectivo desarrollan trabajos paralelos (a la actividad teatral del grupo) dentro de la misma práctica artística. Algunos de nosotros combinamos nuestras actividades artísticas con la docencia (en universidades y colegios), otros con actividades dentro del ámbito de su disciplina (diseño, iluminación, sonido). Nuestras dos últimas obras han tenido financiamiento pues ambas fueron seleccionadas dentro de fondos concursables públicos (Ministerio de Cultura, Municipio de Quito). En este montaje en el que actualmente trabajamos estamos trabajando en una forma de producción autogestionada.

Los costos de las últimas obras financiadas con fondos públicos fueron (15.000 dólares, premio Ministerio de Cultura; 8.000, dólares premio Municipio de Quito). Esta obra en la que trabajamos ahora tendrá un costo aproximado de 6000 dólares.

¿Qué público recibe habitualmente sus trabajos y en qué tipo de espacios suelen presentarse?

El público es diverso; nuestro primer trabajo Caída Hemisferio Cero tuvo una gran acogida, lo que nos llevó a extender nuestra temporada y ofrecer días de función doble y replantearnos esa idea de que el público es siempre el mismo (los mismos teatristas y artistas del medio). El costo de las entradas es equivalente a cualquier teatro independiente (10-12 dólares), nos sabemos parte de una comunidad de teatros que han forjado sus espacios y que pretenden llegar a una población amplia. Por otro lado, sobre todo ahora que contamos con un espacio propio, nos interesa involucrarnos con la comunidad más próxima, nuestro barrio. Por eso estamos emprendiendo actividades que nos pongan en diálogo con este sector.

¿Tienen algunas referencias teóricas o artísticas que les sirvan como interlocutores de su trabajo? ¿Creadores o pensadores han influido en su manera de entender la creación o sienten que los acompañan en sus procesos?

Sin duda desde los inicios desde los inicios de nuestra trayectoria algunos nombres fueron importantes para nuestra investigación y claro, fruto de nuestra herencia en el Malayerba, Grotowski, Meyerhold, Brecht, Kantor y las prácticas de creación colectiva en América Latina. En nuestra experiencia en Estados Unidos de mucha influencia han sido prácticas también experimentales como por ejemplo la propuesta por Anne Bogart o el teatro Psicofísico, el teatro imagen de Bob Wilson o las mismas prácticas de un grupo tan potente con el Open Theater,. Sin duda todo esto alimentado por escrituras también muy diversas como la de G. Stein, Charles Mee, Richard Foreman. Creadores jóvenes de la escena hispanoamericana que también se constituyen en referentes claves para nuestro quehacer dramatúrgico sin duda son R. Spregelburd, A. Lidell, R. García. También nuestro trabajo se informa de la filosofía contemporánea, en este trabajo que desarrollamos en la actualidad han sido de importancia fundamental algunos trabajos de Didi Huberman y M. Blanchot.

¿Cuál es la importancia que suele tener en su trabajo el situarse en espacios no teatrales? ¿De dónde viene la necesidad de moverse a esos otros espacios?

Sentimos la necesidad de salir del teatro desde nuestra obra Caída (Hemisferio Cero) porque nos planteamos una instalación y el teatro nos quedaba corto. Así encontramos el Centro de Arte Contemporáneo de Quito como el lugar idóneo para hacerlo. Luego, en Putas Asesinas azarosamente dimos con una casa que se nos facilitó para una exploración que ya nos interesaba, las nuevas relaciones con el público en el espacio. Por otro lado nos permitía trabajar a modo de residencia con todo nuestro equipo, un modo de creación que ahora estamos replicando en nuestro propio espacio. Este nuevo espacio tampoco es un teatro, es una sala multiuso que también nos permite una exploración diversa con el público y con la espacialidad.

La escena puede entenderse como un espacio de creación, un modo de producir conocimiento o una forma de activismo social o político. ¿Con cuál de estas aproximaciones se sienten más identificados y por qué?

Con todas ellas. Es sin duda una experiencia estético-lúdica a través de la cual creamos y articulamos subjetivamente poéticas. Es un modo de producir conocimiento en tanto nos planteamos siempre al inicio de nuestros proyectos preguntas de investigación que desembocan en modalidades de creación y exploración que van afianzando conocimientos técnicos, conceptuales, poéticos. Y sin duda son una forma de activismo político porque nuestras formas de creación lo son y los contenidos de nuestras obras pretenden también echar luz sobre algunas cuestiones relativas a la constitución del sujeto contemporáneo en relación con sistemas afectivos íntimos y sociales que son sin duda ejercicios de poder y resistencia.

Enlaces:

Página web

Casa Mitómana