El presente artículo aborda la relación entre Los amos locos (1955) de Jean Rouch y el metraje haitiano (1947-54) de Maya Deren, trabajos cercanos en el tiempo y dedicados a filmar las danzas de posesión —de los songhay africanos, en el caso de Rouch, y de los haitianos, en el de Deren—. Ambos cineastas fueron pioneros a la hora de filmar estas manifestaciones de una manera innovadora, utilizando equipos de rodaje ligeros e involucrándose —cada uno de forma diferente— en el ritual, abordándolo desde el respeto y la poesía, dejando de lado los prejuicios y la superioridad colonialista imperante hasta esos momentos. Deren no lograría dar una forma final a su material debido a que se vio inmersa en una gran cantidad de problemas morales y cinematográficos que se lo impidieron; en cambio, Rouch conseguiría con su trabajo aunar etnografía y cine instaurando un nuevo subgénero documental, la etnoficción.

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