Esta acción estaba inspirada en el cuento Josefina la cantante o el pueblo de los ratones, de Franz Kafka. Esta obra contiene muchos pensamientos aplicables al mundo de la performance, pero en particular podemos extraer interesantes sugerencias respecto a la figura del performer y el tema de la presencia. Por poner un ejemplo: para el narrador de esta historia, el arte de Josefina no está en su cante, que ella no admite que sea chillido vulgar, sino en la solemnidad con que se prepara para “ejecutar un acto cotidiano”. Así, pues me planteé realizar una performance sobre la figura de esta heroína, sobre el tema de la presencia y, un tanto irónicamente, sobre el papel del artista como sacerdote o chamán.
Aproveché la circunstancia de ser un desconocido para el público sevillano, que tardó unos minutos en comprender que el performer anunciado era el tipo que, a su lado, emitía unos ruidos extraños. Estos ruidos fueron aumentando su volumen hasta hacerse audible para todos una salmodia que solo decía «iiiiiiiiii». Una vez ganada la atención del público y la posición prevalente del artista, no fue difícil conducir a los asistentes, como en procesión, hasta una librería donde una página arrancada del cuento fue reintegrada al libro que la había contenido. Una pista que dirigía al público hacia la lectura que originó la performance.