Es claro que muchas de mis obras actuales pueden situarse cómodamente dentro del campo del arte de acción. En otros casos ese encuadramiento es dudoso. Por ejemplo, mi trabajo con el espacio tras abandonar la pintura y los objetos escultóricos a partir de 1992, podría continuar llamándose escultórico o instalativo, pero también podría decirse que es un trabajo arquitectónico o performativo. Arquitectónico, en tanto que son obras de relativamente grandes dimensiones cuya escala implica el tiempo en el recorrido que el espectador debe realizar para abarcarlas, y en cuanto a que ponen las bases de una habitabilidad y uso por su parte. Se trata de espacios que se encuentran a la espera de un espectador activo, algo más de lo habitual, que le solicitan una participación y una relación. Podríamos decir que la figura del autor accionista está ausente, que falta la figura, pero que justamente esa ausencia refuerza su presencia pasada. Son obras en las que queda patente el esfuerzo físico en el hacer. En este sentido, son también trabajos performativos de los que el espectador tiene conocimiento a través de unos restos unidos umbilicalmente a su origen, como acción tradicional de un artista plástico, pero que apuntan conscientemente a convertir al espectador en participante. Escenarios también para performances propias y ajenas como las que efectivamente tuvieron lugar en ellos en algunas ocasiones.

Aunque desde 1991 ya había realizado alguna acción claramente definida como tal, quiero decir contando con el elemento fundamental de la propia presencia, es en el III FIARP (1993) cuando, de una manera naturalmente derivada de los escenarios anteriormente mencionados, comencé a realizar instalaciones con instrucciones de uso expresas. Va tomando cuerpo la figura del accionista, que pasa de representar el papel de demiurgo a convertirse en maestro de ceremonias en la sombra. El espectador es conminado a convertirse en actor, en pieza imprescindible del mecanismo de la obra. Y es en 1996, con mi participación la primera Revista caminada que se realizó en Madrid y en algún otro evento, cuando finalmente mi propio cuerpo ocupa el lugar de la presencia que el arte de acción «clásico» parece exigir. No obstante, no debía encontrarme muy seguro en ese papel y a eso se deben, probablemente, las diferentes Prácticas de invisibilidad.

Junto a estas primeras búsquedas formales centradas en la presencia y en la relación autor/espectador, se desarrolló una búsqueda de contenidos que querían ser coherentes con el medio de expresión performativo. Así surgen dos temáticas, la imitación de los comportamientos animales, no me atrevería a decir «el devenir animal», y la comparación de los campos del arte de acción y de la tauromaquia. Las Performances toreras se preguntan insistentemente por los límites formales y las semejanzas entre la acción artística moderna y la acción artística tradicional. Esta fase en que las obras de instalación se alternan y a veces se fusionan con la práctica de la performance concluye prácticamente en el 2001, año en el que junto a Rafael Burillo constituímos el núcleo duro del grupo LaHostiaFineArts, y en el que comencé a trabajar también en formato vídeo. Lo primero da lugar, hasta la disolución del grupo en 2008, a una serie de trabajos performativos que podríamos definir como de temática pop, muy participativos, humorísticos, irrespetuosos con el público en muchas ocasiones, y otros que suponían «maniobras colectivas de conocimiento» (Benidorm, Drawing Gibraltar, Explorando Usera) en las que LHFA tomaba el papel de organizador y, en cuanto a la acción se disolvía en el grupo más amplio de participantes. De alguna forma se podría decir que lo que hacía LHFA eran happenings. De estos años es una obra que aúna la investigación en el campo del vídeo con el interés por el trabajo colectivo. Se trata de Eventos, una obra de comisariado, registro y edición que muestra la fusión de disciplinas realizada por petición nuestra por artistas madrileños de la acción y del vídeo. La incorporación de este medio a mi práctica del arte de acción ha supuesto en los últimos años el desarrollo de varias vídeo-performances en colaboración y con la presencia de la bailarina Marianela León. Son obras que se preocupan por el contexto de la acción, por el tiempo y el espacio, por el cuerpo y la historia, y por la adecuación entre el acontecimiento el relato. En esta misma dirección se inscriben mis últimos trabajos de 2013, Historias de Madrid, realizado contando con la colaboración de diez artistas o grupos madrileños y La Raya, otra maniobra colectiva de conocimiento.

Noto que en las últimas acciones realizadas, a la vez que se afianza mi interés por explorar los límites del arte de acción en relación con los temas de la presencia y su delegación, mi propia presencia física en el evento performativo, en los casos en que esta se da, ha ido tomando peso y, de alguna manera, enfrentándose y tratando de imponerse al espectador. Y esto no como maestro ni como igual, sino como alguien que desde el puesto privilegiado de emisor tiene que decir algo y lo dice.

 

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