El Periférico de Objetos fue fundado en 1989 por Daniel Veronese, Ana Alvarado, Emilio García Wehbi y Paula Nátoli, aunque esta última abandona pronto el proyecto. Exceptuando las primeras obras, se normaliza pronto la dirección conjunta de los espectáculos, firmada a menudo por los tres primeros. La idea inicial consiste en  hacer del teatro clásico de títeres, aprendido de manos de Ariel Bufano y Adelaida Mangani en el Grupo de Titiriteros del Teatro Sanmartín del que formaban parte todos ellos, en un instrumento escénico para un teatro de adultos, que fuera capaz de ofrecer una renovadora expresión a algunos de los temas centrales de la cultura actual, como la violencia y la crueldad, el poder sobre el otro, la tortura, el sentimiento de culpabilidad o el suicidio. A este equipo nuclear se une pronto Román Lamas y como colaborador temporal el que será también dramaturgo y director Alejandro Tantanián, aunque no han faltado colaboradores más esporádicos bien conocidos en la escena porteña como Laura Yusem, Alejandro Catalán, Julieta Vallines o Guillermo Arengo.

Su recorrido teatral arranca en 1990 con el mítico Ubú rey, retomando lo que el texto de Alfred Jarry tenía de gesto iconoclasta en contra de las convenciones al uso; a partir de ahí, se sigue con el mundo de Beckett, el universo de E.T.A. Hoffmann visto a través de los ojos de Freud, la revisión de Hamlet hecha por Heiner Müller o el mito de Edipo pasado por el tamiz de Kafka, Deleuze y Guattari. Bajo el lema de lo periférico se adivina una voluntad explícita de transitar por los espacios marginales tanto del medio teatral como de la cultura del siglo XX; revisitar mitos clásicos y lenguajes heredados para aplicarles un tratamiento «periférico», transversal o híbrido que busca iluminar realidades escénicas, subjetivas e históricas ocultas en los márgenes de las convenciones y los lugares comunes. Como explica Veronese en sus Automandamientos, el teatro se construye como un espacio de inestabilidades y desequilibrios, poblado de interrogantes antes que respuestas, y en el centro de su poética se encuentra la necesidad de alejar el teatro de lo aparentemente «natural», que en el caso de la escena está ligado sobre todo a lo literario y la palabra; de ahí el recurso a la manipulación de muñecos sobre un fondo mudo, es decir, la búsqueda de lo artificioso, aunque ligado a ciertos comportamientos primitivos, a modo de regresión a unos orígenes, del teatro, pero también de los comportamientos humanos, como explica Veronese: «Sólo encontré el camino para expresar lo que me interesaba cuando llegué a los títeres. Allí estaba el mundo expresivo donde poder decir cosas que trascendieran el papel» (en Macón 1997: 48), de lo que deduce la entrevistadora que «Su teatro no nació de la reflexión, ni de ejercicios del registro actoral, ni tampoco de los espejos, sino de la destrucción violenta de una forma natural» (Macón 1997:48).

(Texto extraído de CORNAGO, Óscar (2006) «Los espacios inciertos: entre el actor y el muñeco», AVAE)

Artistas

Ana Alvarado

Daniel Veronese

Emilio García Wehbi