La obra de Carlos Marquerie constituye una reflexión sobre la belleza, una reflexión que parte de la pintura y el dibujo, el color y la luz (a la que se le sumará luego la creación literaria) para llegar a la escena. Este necesidad de la escena no es un azar, porque en su obra la belleza remite a un misterio, un límite frágil contra el que choca la razón y la capacidad de entendimiento, pero la belleza y su rareza, a menudo cotidiana, no son nunca un objeto muerto, algo detenido o acabado, sino un momento, el instante —siempre vivo y real— de una percepción, y esto solo puede ser (re)producido desde la escena y ante unos espectadores reales que están ahí, compartiendo, con sus miradas y sus cuerpos, ese momento de la creación (de la belleza). La reflexión artística de Marquerie es, por tanto, de orden esencialmente escénico; su obra, impulsada por la necesidad de llevar los planteamientos estéticos —y por tanto también éticos— hasta sus últimas consecuencias, había de expresarse inevitablemente desde la escena teatral y frente a un público.

Obras

  • El lecho de los amantes II – 2010
  • Maternidad y osarios – 2008
  • Entre las brumas del cuerpo – 2008
  • El temblor de la carne – 2007
  • Que me abreve de besos tu boca – 2005
  • 2004. Tres paisajes, tres retratos y una naturaleza muerta – 2004
  • 120 pensamientos por minuto – 2002
  • Lucrecia y el escarabajo disiente – 2000
  • El rey de los animales es idiota – 1997
  • Lucrecia vista por Cranach 2ª – 1997
  • El ignorante y el demente – 1996