Siento que me expongo al peligro. Como si aullidos se escaparan de mi boca sin control. Como si estas imágenes se estrellaran contra el escenario haciéndome trizas. Dolores, placeres, miedos e ilusiones. Cuatro caricaturas. Mujeres de cuyas vidas sexuales podemos hablar desde sus muertes sexuales. Caprichos, se traga las ganas en el hastío de la rutina del matrimonio. Se seca las lágrimas con el delantal porque el látigo alcanza siempre su espalda. Luisa, la que se creyó los cuentos de hadas. Por temor a perder su virginidad, se la paso recortando muñecos e imaginando atardeceres en la pared. Se lo perdió todo. Raquel esconde su dolor en el acelerado e inexorable tic-tac de esta vida neurótica. Su tiempo se detiene solo para escuchar los ronquidos de la noche. Rosario fuma su pasado con la única esperanza de matar a sus fantasmas, los hombres a los que amo que solo le dejaron una peluca, un vestido negro y un cigarrillo en el corazón. Margarita, la pureza, cree en el amor. En el Tarot, ella tendría la carta del loco o del tonto. Fusión y fuga de lo pasado y presente, de risas y llantos. En escena, desnudos de entrega. Pétalos y piedras. Ritmos, aceleraciones, detenimientos, sudores y pérdida del hilo del discurso. Vendas que se tejen y destejen como esta historia que se repite, siempre. ¿Otra vez? Y ya dura mucho.
Mirella Carbone. Texto del programa de mano. Quito, 2000.